El (no) plan económico de los gobiernos argentinos
Por Diego Piccardo. Economista de la Fundación Libertad y Progreso.
Como diría Cristina Kirchner, el Presidente Alberto Fernández fue “clarito como el agua”. En una entrevista con el Financial Times aseguró que no cree en los planes económicos con el argumento de que el gobierno de Mauricio Macri tuvo dos planes económicos y fracasaron.
La enorme asistencia del BCRA al gobierno se va a reflejar en los precios. La expansión de la oferta de dinero actualmente se ve sostenida por una demanda de dinero temporal por la cuarentena. A medida que se vaya relajando el confinamiento la demanda de pesos caerá y generará que la velocidad de circulación de dinero aumente considerablemente con el impacto correspondiente en la inflación.
Así, la importancia de que el gobierno y del equipo económico implementen un plan económico para dar certidumbre acerca del plano monetario y fiscal es fundamental. Dicho plan debe tener en cuenta reformas estructurales que restauren la confianza en la Argentina y generen un clima de negocios amigable para los inversores y que en vez de ser expulsores de empresas empecemos a recibirlas. Nuestro país ya vivió muchos años sin plan económico en donde se deja de lado el crecimiento económico de largo plazo y la política económica se enfoca en poner parches en la economía para tapar problemas del cortísimo plazo.
Las declaraciones del Presidente traen consigo dos errores: Por un lado, el gobierno de Cambiemos no tenía un plan económico, y por el otro, que los planes económicos del pasado hayan fracasado por tal o cual motivo no implica que no sean necesarios para salir de la crisis que estamos atravesando. Más aún, algunos países de la región nos ha demostrado lo contrario al ponerse como objetivo macroeconomías ordenadas.
En cuanto al primer punto, el gobierno anterior pecó de haber tenido una política económica inactiva en materia fiscal creyendo que solamente por el hecho de que ellos eran los gobernantes iba a haber una “lluvia de inversiones”. El gradualismo fiscal fue entonces financiado con deuda por la confianza que generó la asunción de un mandatario que prometía realizar reformas estructurales que cambien de una vez por todas el rumbo decadente de nuestro país. Sin embargo, el “ala política” de Cambiemos (llámese Marcos Peña) se impuso sobre el “ala reformista” (podemos incorporar en este grupo a Melconian y Sturzenegger), y en los primeros dos años el déficit fiscal primario incluso termino subiendo. Esto generó una dinámica peligrosa de acumulación de deuda que se sostenía solamente por la confianza en el gobierno. El triunfo en las elecciones del 2017 era la segunda oportunidad para cambiar el rumbo del gobierno, pero en vez de eso se dedicaron a mantener los problemas que Argentina arrastra hace décadas. Así, sumado a otros factores externos como la suba de la tasa de interés de la FED y la sequía, los inversores decidieron soltarle la mano a la Argentina provocando una fuerte salida de capitales del país que provocó la suba del dólar y la crisis posterior del 2018.
De acuerdo con el segundo punto, un plan económico es sumamente necesario para marcar un rumbo hacia donde quiere ir el gobierno. Mostrar un sendero fiscal y monetario consistente es crucial para generar la confianza necesaria que haga que los inversores se animen a colocar sus ahorros en proyectos de mediano y largo plazo en nuestro país. Más aún, el plan económico hubiese sido fundamental presentarlo hace unos meses para demostrarle a los acreedores que el gobierno va a hacer el esfuerzo para poder cumplir en el futuro con el acuerdo que se termine arreglando. De haberlo hecho, los bonistas hubiesen descontado el flujo de fondos de los nuevos bonos a una tasa menor (hoy se valúan a una exit yield del 10%) que hubiese implicado una mejora en la oferta del gobierno sin tener que ceder en los aspectos contractuales de la renegociación.
Actualmente nuestro país presenta un fuerte desequilibrio en las cuentas públicas. Para tener una dimensión de ello podemos analizar lo que sucedió en los últimos meses con el gasto y los ingresos del Estado Nacional. En cuanto al gasto en mayo y junio creció a un ritmo del 96,8% y 72,7% respectivamente respecto a los mismos meses del 2019, es decir que prácticamente se duplicaron en valores nominales. Por el lado de los ingresos, estos crecieron a un ritmo del 2,43% y 7,80% interanual en mayo y junio respectivamente, lo que indica que se mantuvieron estables nominalmente. Ahora bien, si tenemos en cuenta que la inflación anual en nuestro país ronda el 45%, vemos que en términos reales los ingresos se desplomaron mientras que los gastos aumentaron considerablemente. Esto es así debido a la parálisis total de la actividad que implica la cuarentena obligatoria, en simultáneo a los requerimientos de mayores gastos sanitarios y sociales por el coronavirus.
La falta de un plan económico agrega incertidumbre acerca de las decisiones que va a tomar el gobierno para volver a equilibrar las cuentas públicas. Esta decisión es importante ya que el agujero fiscal que padecemos hay que financiarlo de alguna manera. Todo Estado tiene tres formas de financiar su déficit fiscal. Una opción es colocar deuda en el mercado para cubrir el bache fiscal, lo cual nos resulta imposible porque estamos en medio de una renegociación de nuestra deuda. Otra opción es subir aún impuestos. Esta opción ya deja de ser viable debido a la gran presión tributaria que sufre el sector privado, más aún en una situación de crisis económica en donde las empresas luchan por sobrevivir. La tercera, y la que el gobierno viene utilizando, es la emisión monetaria.
Como se ve en el gráfico, el tesoro está acumulando un déficit fiscal financiero (Ingresos – Gastos – Intereses de la deuda) muy grande. Los datos de junio muestran que el déficit fiscal primario acumulado en el 2020 llegó a $889.806 millones, mientras que si le sumamos los intereses la suma total llega a $1.187.535 millones. En el mismo período, el Banco Central de la República Argentina (BCRA) le transfirió al tesoro en concepto de utilidades y de Adelantos Transitorios un total de $1.252.000 millones. Este es el origen del por qué estamos imprimiendo billetes en países del exterior.
La enorme asistencia del BCRA al gobierno se va a reflejar en los precios. La expansión de la oferta de dinero actualmente se ve sostenida por una demanda de dinero temporal por la cuarentena. A medida que se vaya relajando el confinamiento la demanda de pesos caerá y generará que la velocidad de circulación de dinero aumente considerablemente con el impacto correspondiente en la inflación.
Así, la importancia de que el gobierno y del equipo económico implementen un plan económico para dar certidumbre acerca del plano monetario y fiscal es fundamental. Dicho plan debe tener en cuenta reformas estructurales que restauren la confianza en la Argentina y generen un clima de negocios amigable para los inversores y que en vez de ser expulsores de empresas empecemos a recibirlas. Nuestro país ya vivió muchos años sin plan económico en donde se deja de lado el crecimiento económico de largo plazo y la política económica se enfoca en poner parches en la economía para tapar problemas del cortísimo plazo.
Fuente: www.NetNews.com.ar
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