Argentina, donde vivir el día a día es una aventura
Por Richard Leslie Ramsay. Editor,| Director de la Revista Desafío Exportar.
Qué país seríamos si nos hubieran gobernado hombres de la talla de Manuel Belgrano, José de San Martín o Juan Bautista Alberdi…
Lamentablemente los políticos y la política argentina no son de esa talla y desde hace décadas la pobreza intelectual aterra, parecen atributos reservados para pocos, y eso se refleja en la sostenida caída de nuestro país.
El espíritu de grandeza por ver una Argentina grande y poderosa, acompañado de caudal intelectual, y condiciones de estadistas, lamentablemente, en cien años estuvo reducido a muy pocos, lo que sí abundó en cambio, políticos que asumen un cargo con zapatos con agujeros y terminan su gestión millonarios, y no tienen vergüenza en exhibir descaradamente autos de lujo, embarcaciones, mansiones y departamentos. Y no queda reducido al enriquecimiento de estos personajes de la política sino también se suman jueces y fiscales en esa misma condición haciendo de la Justicia un negocio propio. Y es un axioma que sin Justicia no hay Nación.
El argentino que apuesta al país trabajando invirtiendo tiempo y dinero, en lugar de ser una persona reconocida, es una víctima del sistema, ya sea empresario, trabajador o profesional. Seis meses de su vida el gobierno se lo secuestra en forma de impuestos para mantener un Estado elefantiásico, improductivo e ineficiente. Un sistema político y judicial que han hecho un negocio entre ambos que se retroalimentan en favor de ellos y a espaldas de la gente.
Argentina se ha tornado en invivible. Inseguridad creciente, pobrísima educación, los niños asisten a clase por el plato de comida, y no por una formación que los prepare para afrontar el futuro, sistema de salud endeble que obliga a la contratación de medicina privada, entre decenas de asignaturas pendientes para la gente.
Medio año trabajando exclusivamente para el gobierno sin recibir nada a cambio, ya que lo elemental que debiera ser una obligación, el Estado no lo provee.
Es por ello que hoy comenzó a darse un fenómeno a la inversa: Argentina fue siempre receptor de inmigrantes que venían a forjarse el futuro aquí, hoy los argentinos emigramos, el sistema nos expulsa, el futuro es incierto y nuestros jóvenes buscan en otros países lo que les niega el nuestro.
Argentina era el receptor indiscutible de ciudadanos uruguayos que se radicaban aquí, y hoy el fenómeno se da a la inversa: los argentinos ven en Uruguay un país más confiable donde forjar el futuro. Uruguay es un crisol de oportunidades, con una política abierta a recibir a argentinos que quieran radicar sus empresas o vivir y criar sus hijos en el país hermano, a sólo una hora distancia.
La Argentina desde hace unas décadas ha sido un expulsor de empresas y empresarios que fueron bien recibidos en otros países, y debido a sus necesidades de emigrar modificaron las economías de esos países. Por ejemplo cuando el gobierno kirchnerista impulsó el decreto 125 aumentando retenciones, los agricultores y ganaderos cruzaron el Río de La Plata, radicaron sus empresas y modificaron la calidad y cantidad de las producciones uruguayas, de tal forma que ganaron mercados que antes estaban reservados a Argentina.
Los armadores fluviales argentinos, ante la desprotección frente a las asimetrías de Paraguay y Bolivia, levantaron sus empresas y las radicaron allí. Sucedió que Paraguay creció exponencialmente en su marina mercante fluvial, y hoy es la tercera a nivel internacional, pero los empresarios son argentinos. Con Bolivia sucedió algo similar pero en menor escala. Paraguay no los persigue los ayuda. Juntamente con la marina mercante sucedió lo mismo con la industria naval. Si existe la marina mercante va de suyo que lo acompaña la industria naval. No existe la una sin la otra. Mientras que aquí languideció un astillero modelo que modificó los tiempos de construcción de barcazas de 8 meses a 8 días, en Paraguay que prácticamente no existía la industria naval, hoy construye a full para las necesidades de la marina mercante paraguaya.
Políticos, legisladores, jueces y fiscales que viven a espaldas del crecimiento nacional. Simples comerciantes corruptos.
El presidente de Uruguay, Luis Lacalle, un estadista de lujo y una envidia para los argentinos de bien, ha abierto las puertas a cien mil argentinos y empresas que quieran radicarse en dicho país.
¿Qué ofrece Uruguay? Ante todo previsibilidad, clima generalizado de honestidad en el Poder Ejecutivo, legislativo y judicial. Legisladores que no responden a caprichos o intereses espurios, jueces que legislan y no venden abiertamente sus fallos, tierras feraces, y por sobre todo no despertar cada mañana temiendo el cambio de reglas de juego que hacen tambalear empresas, familias y el futuro de la gente que vive pensando en un futuro.
Para los argentinos de bien Uruguay se ha tornado en tierra de promisión mientras argentina languidece. De sexta economía mundial hace cien años, gracias a los gobernantes y políticos argentinos hoy se ubica entre los países más pobres y menos creíbles del mundo.
Fuente: www.NetNews.com.ar
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