Triste destino del país sin estadistas
Por Richard Leslie Ramsay. Editor, Director de la Revista Desafío Exportar.
En los últimos 72 años la Argentina vio pasar decenas de gobiernos de diferentes matices, pero siempre gobernados desde el oficialismo o desde la oposición por el peronismo. Desde la oposición siendo una piedra en el zapato del gobernante de turno que les impedía la gobernabilidad. Setenta y dos años de vida del país y ni un solo estadista gobernando. La gente vota a sus candidatos en la esperanza de transformar este país en una nación vivible, con oportunidades para todos, sin embargo desde el momento de asumir los nuevos gobiernos se dedican a administrar lo inmediato, ya que todo aquello que pudiera pasar como un logro para el gobierno siguiente carece de interés. Una grieta que nació con Juan Domingo Perón y aún perdura,
¿Visión patriótica, bienestar de su pueblo, futuro de grandeza…? Son conceptos ignorados por los políticos vernáculos que manejan nuestras vidas y haciendas.
Quiero esbozar una idea de lo que podría significar ser estadista. Por ejemplo; la ciudad y la provincia de Buenos Aires se han superpoblado de barrios carenciados donde las familias viven hacinadas, sin futuro y sin la menor posibilidad de salir de allí, ya que la vida es cada vez más difícil y muy pocos pueden salir por su propio trabajo y esfuerzo. Sólo uno en un millón puede tener la suerte que le regalen una vivienda. Los barrios carenciados, además de carecer de las mínimas comodidades son un centro poblacional que padecen contaminación, insalubridad, promiscuidad, y sus niños vulnerables de muchas cosas y sin futuro a la vista. Es un milagro de Dios que el virus Covid 19 no haya diezmado a sus poblaciones al mejor estilo de la peste negra.
Hoy, en lugar de pensar en despoblar estos barrios, se las ilumina y pavimenta concentrando aún más la superpoblación de éstas. Una insensatez.
Miles de millones de pesos distribuidos para subsistencia con cero visión de futuro en lugar de generar condiciones dignas a los ciudadanos que sólo le sirven a los políticos para mandarlos a una marcha o a la hora de votar.
Argentina debe ser repensada y colonizada a lo largo y ancho, brindando oportunidades a los ciudadanos más desprotegidos, y devolver a algunos y crearles a otros, eso que muy pocos políticos tienen: DIGNIDAD.
A la Argentina le sobra lo que otros países carecen: tierra y agua. Millones de hectáreas fiscales o pasibles de comprar por el gobierno con muy poco dinero, o desgravando en compensación otras tierras de los mismos propietarios para fundar polos de desarrollo habitacionales y productivos.
Llevar a cabo un proyecto de grandeza de país y su gente
Imaginar la colonización de todo el país. En esta nota sólo voy a poner un ejemplo simple, pero con imaginación se puede trasladar a diversos emprendimientos de diversa índole.
Un primer paso sería Iniciar en los barrios carenciados la inscripción de familias que deseen salir de allí y transformarse en propietarios y productores. Recibir los inscriptos cursos por medio del INTA sobre cultivos de diversa índole. Dar prioridad a las familias numerosas, a quienes se les otorgaría tierra y una casa sencilla pero cómoda para la cantidad de los miembros que conforman la familia, con agua y electricidad por medio de energía solar. Las hectáreas que se asignen una parte preparada para la siembra inmediata para tener rentabilidad rápidamente, el resto con la obligación de adecuarla, el nuevo colono y su familia para el aumento de producción. Las producciones tienen que ser concertadas. Por ejemplo; tomates, lechuga, y demás hortalizas de acuerdo a una planificación inteligente. Lo mismo puede hacerse con flores comestibles u otros productos de consumo interno y/o exportables. La comercialización debiera ser directa, sin intermediarios. Comercializar en los centros de consumo en forma de cooperativas para no caer en los precios viles de los intermediarios que se aprovechan de las debilidades personales. Entre todos los productores contratar el transporte para hacer llegar los productos a los centros de consumo o distribución. De esta forma el hambre dejaría de ser un problema para mucha gente. Para el Estado dejaría no sólo ser una carga, sino que contrariamente tendría nuevos ingresos por nuevas producciones. No existiría el hambre, flagelo que hoy invade a las familias más desprotegidas. Se los enseñaría a trabajar, a cultivar, se los devolvería a la cultura del trabajo.
Es decir, que de vivir en una villa, sin futuro, tanto para los padres como para sus hijos, pasarían a ser propietarios y productores. Al mismo tiempo de ir construyendo el nuevo pueblo, se construiría la escuela y el hospital. Las tierras improductivas y abandonadas pasarían a ser polos productivos. Una parte de la producción se destinaría a amortizar su propiedad, sujeto a rentabilidad para estar a cubierto de flagelos conocidos o por conocer; sequia; inundaciones, etc. Sin valores exigibles que podrían poner en riesgo su estabilidad.
Mientras se va construyendo el nuevo pueblo. Las viviendas podrían ser suplidas por contenedores acondicionados como viviendas provisorias que hoy abundan fuera de servicio. La energía solar aseguraría confort tanto para el frío como para el calor. Los nuevos pobladores podrían ser los trabajadores que irían construyendo las viviendas para el asentamiento.
Hoy con los recursos y tecnología existentes, colonizar el país convirtiendo en productivo lo improductivo no sería una utopía; nuevas generaciones de jóvenes con futuro; dar nuevo destino a ingentes cantidades de dinero a cambio de nada, podría ser la transformación del país a futuro.
Condición ineludible es poner fecha fija a la finalización de planes y subsidios. Eso alentaría u obligaría a los habitantes de los barrios carenciados a emigrar despoblando la capital y villas de la provincia de Buenos Aires. Descentralizar en lugar de superpoblar las villas, ofreciendo trabajo digno, poblando escuelas y hospitales con personal que hoy no tienen futuro aquí en Buenos Aires, o teniendo que viajar muchas horas por día para trasladarse desde sus hogares hasta el trabajo. Este es un simple pero importante ejemplo de lo que haría un ESTADISTA. Gobernar para administrar la crisis no es lo que necesita el país. Usar la imaginación y el talento para salir de ella sí.
Fuente: www.NetNews.com.ar
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