¿Qué significará el cepo cambiario para el Comercio Exterior?
Por el Mg. Aldo Abram, economista y Director de la “Fundación Libertad y Progreso”.
Para empezar, como estamos hablando de un instrumento de política monetaria, debemos convenir cuál es la definición de moneda o dinero. Según la Real Academia Española: “Instrumento aceptado como unidad de cuenta, medida de valor y medio de pago”. Justamente, por estas utilidades, es demandado como cualquier otro bien; por lo que debería caberle el mismo análisis de oferta y demanda que se haría a cualquier otro mercado. Sin embargo, estamos hablando de uno que es monopólico; ya que sólo existe un banco central que “produce” cada moneda (Euro, Dólar, Peso, Libra, etc.).
En este marco, ¿qué pasaría si el Banco Central de la República Argentina (BCRA) emitiera más pesos de lo que la gente demanda? Sucedería lo mismo que ocurre con cualquier otro bien, su moneda debería bajar de valor. No obstante, como definimos anteriormente, ésta es la unidad de cuenta de la economía en cuestión. O sea, es el “metro” con el que medimos los precios de todos los bienes y servicios de la economía; por lo que, si se achica, todos aumentarán el precio respecto a él. Sin embargo, es bueno recalcar que esto no implica una modificación en el valor de cada uno de ellos.
Para entenderlo, debemos tener en cuenta que es como medir los muebles de una sala con un metro que se achica, todos “crecerán” en términos de él; pero siguen teniendo el mismo tamaño que antes. No podríamos decir que hubo un aumento generalizado del tamaño de dichos muebles. En la misma línea de razonamiento, lo correcto sería definir “inflación” como la pérdida de poder adquisitivo de la moneda en cuestión y “la suba generalizada de los precios” solamente sería su reflejo. La fiebre no es lo que marca el termómetro, sino la temperatura que tiene el cuerpo y que éste permite medir.
Continuando con el análisis propuesto, es importante entender que una pérdida del poder adquisitivo de la moneda no se refleja con la misma velocidad en todos los mercados de los otros servicios y bienes, incluidas otras monedas; ya que cada uno tiene sus características particulares. Por ejemplo, donde inmediatamente se reflejará toda variación de una moneda (sea el dólar, euro, real o peso) es en el tipo de cambio libre; ya que es un mercado muy grande y especulativo. Por lo tanto, veremos subir el precio local del dólar en cuanto se deprecia nuestra moneda.
Cabe preguntarse qué otros mercados deberían ser los siguientes en reflejar rápidamente la caída del poder adquisitivo del peso. Sin lugar a dudas, primeramente, se encontrarán aquellos bienes que se pueden exportar o importar y cotizan en divisas extranjeras. ¿Por qué su productor lo vendería localmente al mismo precio que antes si lo puede colocar afuera a un mayor tipo de cambio? Cuanto más sencillo sea de exportar, más rápidamente nos pedirá que le paguemos el mismo precio en pesos que obtendría por venderlo en el exterior. Es necesario tener en cuenta que no en todos los casos es tan fácil incrementar lo que se coloca en los mercados internacionales (como por ejemplo los commodities) y eso demoraría la posibilidad de cobrarles el precio internacional pleno a los argentinos.
Por otro lado, los productos que se pueden importar y tienen bajos stocks locales tenderán a reflejar más rápido la baja del valor del peso; ya que quién lo trae del exterior exigirá que le paguen el precio internacional al nuevo tipo de cambio para seguir proveyéndolo. En cambio, si el importador tiene mucho stock y le resulta difícil colocarlo al nuevo precio local del dólar, es probable que la suba en pesos se modere durante un tiempo.
¿Qué sucederá con los servicios? Es donde más tardará en observarse la pérdida de valor de la moneda. Como los bienes suelen ser imprescindibles (alimentos, bebidas, ropa, medicamentos, etc.), una suba de su precio obliga a asignar una mayor proporción de los ingresos a éstos y, por ende, menos a los que no lo son. Así que, en un principio, no es tan fácil que los que proveen servicios incrementen sus precios cuando su demanda está bajando. Dependiendo de cada mercado, llevará un tiempo más o menos largo para que la depreciación del peso se refleje en sus precios. Que alguna vez logre hacerlo plenamente, dependerá de la duración del proceso de pérdida de poder adquisitivo de la moneda porque, mientras persista, seguirá “corriéndola” desde atrás.
El cepo es un instrumento para obligar a la gente a tener la moneda que no quiere; lo cual se logra por un tiempo, hasta que se generen los instrumentos para escaparse de ella. Por supuesto, luego de que te quisieron “enjaular”, la desesperación por huir es mayor. Por otro lado, el objetivo principal es tener un tipo de cambio oficial que no muestre todo lo que se está depreciando en realidad la moneda. Esto le permite al BCRA emitir más y encubrir la estafa a los tenedores de pesos, que de todas formas queda evidente en los tipos de cambio paralelo que siguen mostrando la pérdida de valor real de la moneda local.
Algunos economistas consideran que el cepo morigerará el impacto de la depreciación del peso en la inflación. En realidad, solo lo demorará su impacto sobre el índice de precios al consumidor. En primer lugar, coyunturalmente dicha pérdida de valor de la moneda local se morigerará. En segundo, el hecho de que el mercado que más rápido reacciona sea el de los bienes y éstos dependan del dólar oficial que evolucionará artificialmente a menor velocidad de lo que debería, hará que los primeros también suban menos.
Dado que son la parte de los consumos imprescindible, se darán dos cosas. Una, los que mayor proporción de ingresos consuman de estos serán los más beneficiados, o sea los más pobres. Más allá de que incluso los de sectores medios podrán gastar un menor porcentaje de sus gastos en bienes; por lo que le quedará más para erogar en servicios. Por ello, serán estos los que tenderán a subir más de lo que deberían, compensando la morosidad de los otros; aunque, como vimos antes, les llevará un poco más de tiempo.
Vimos que el cepo tiene un beneficio para los consumidores y para los que prestan servicios; pero no es gratis. Surge de un subsidio que reciben directamente de los productores de bienes que se exportan o se pueden importar, que estarán recibiendo un menor valor del que deberían por sus productos. Por ende, tenderán a invertir, producir y generar menos empleo. En el caso de los que compiten con bienes que llegan del exterior, se los suele proteger restringiendo su ingreso; lo que les permite cobrar mayores precios a los demandantes locales. No obstante, esto suele significar que el tipo de cambio oficial suba menos aún, por la menor demanda de divisas en dicho mercado, y termine afectando negativamente la evolución de los precios de los bienes que se pueden exportar y de los que se pueden importar, pero no fueron protegidos. Conclusión, la producción de estos últimos tiende a bajar mucho más aún.
La diferencia entre el tipo de cambio oficial y lo que debería valer si reflejara el verdadero precio del peso (lo cual es observable en los mercados paralelos) resulta en una retención cambiaria que se les aplican a todas las exportaciones y que se agrega a aquellas de carácter impositivo que tienen algunos sectores. Así se desincentiva las ventas externas de bienes y servicios haciéndolas caer; lo que quedó demostrado durante el cepo que rigió en la gestión de “K” (como puede verse en el gráfico adjunto). Sin embargo, esa retención termina aplicándose a todos los ingresos de divisas por el mercado oficial. Por lo tanto, lo termina pagando alguien que necesita traer capital o un préstamo del exterior para invertir. Es decir, les cobramos un “impuesto cambiario” a quien quiera invertir, cuando ya es un milagro que quiera hacerlo en un país con las distorsiones, la incertidumbre y la restricción a repatriar ganancias que implica el cepo.
Luego de esta explicación, llama la atención que se pretenda mantener el cepo y se hable al mismo tiempo de que serán las exportaciones y la inversión los motores del futuro crecimiento. Queda claro que eso es imposible y que deberíamos acostumbrarnos a la actual decadencia que ya lleva décadas y que se justifica en la falta de voluntad política para avanzar en las reformas estructurales que hicieron otros países para poder brindarle oportunidades de progreso a su gente.
Fuente: www.NetNews.com.ar
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