Jueves, 21 de Noviembre de 2024 | 21:35
Política económica

La Argentina indefinida

Aún en un año que se ha caracterizado por cambios políticos muy profundos y por ser uno más donde los desaciertos en materia económica son múltiples y se van acumulando con el tiempo, no logramos definir que es lo que Argentina necesita, hacia donde quiere ir o como va a subsistir los próximos años sin empeorar cada uno de sus ya golpeados indicadores.

El 2020 tiene que ser de una vez por todas el inicio de una etapa que se caracterice por dejar atrás viejas costumbres de aislamiento internacional, de desorden fiscal y de prácticas económicas que no hacen otra cosa que alejarnos cada vez mas del mundo moderno. El año que se va nos muestra una foto donde se destacan (para mal) los casi 40 puntos de pobreza, el 11% de desocupación, una inflación que no se puede contener (que ya lleva en esta última etapa prácticamente 18 años entre nosotros) y una caída de la actividad económica que muestra dos grandes indicadores: por un lado, Argentina no crece en términos de PBI per cápita hace una década; por el otro el 2020 será el tercer año consecutivo de caída en la actividad económica.

Lo único que develará si este país será el que nos acompañará los próximos años o como contraposición, si se acercan hacia nosotros las reformas estructurales que Argentina necesita hace décadas. La respuesta a esa pregunta aún no existe (o al menos no por ahora). Lo que si tenemos claro es que ocurrirá si las reformas que se necesitan no llegan, lo que transformará a estas tierras en un lugar cada vez más pobre y alejado del mundo.

 

Aún existe la creencia que todo se soluciona con mayor consumo, más dinero en el bolsillo de la gente y la rueda comienza a caminar. Si el camino que recorreremos será ese, el destino será ir empeorando nuestros índices de inflación y de recesión económica. Hasta que no comprendamos que el sector privado es el único capaz de generar crecimiento genuino, con inversiones, creando empleos y agregando valor, la economía seguirá estancada. Y para que ello ocurra, a quien quiera invertir hay que asegurarles algunas cuestiones básicas (que es increíble tenerlas que aclarar): que el Estado no confisque las ganancias con impuestos astronómicos (hoy la presión impositiva en Argentina es record) que las leyes laborales no hundan al empresario en conflictos que hagan peligrar su inversión (las leyes laborales vigentes tienen décadas de atraso y los convenios colectivos de trabajo son prácticamente todos de mitad de la década del 70) y por sobre todo reglas del juego claras, algo que nos hemos esmerado por no poder ofrecerlas.

Somos incumplidores seriales: aumentamos impuestos repentinamente, imponemos restricciones cambiarias y en general solemos ir contra las ganancias de los productivos (más retenciones a quienes exportan, por ejemplo) desincentivando la inversión y el desarrollo. Para esto necesitamos una justicia que efectivamente nos proteja y nos haga iguales ante la ley, necesitamos reformar el sistema laboral (adaptándonos a los tiempos que corren) y por sobre todo, una reforma tributaria que baje la carga impositiva incentivando la inversión y no la fuga hacia rincones del mundo más prósperos y amigables para los capitales que quieran crecer, y para esto una reforma del Estado es fundamental que incluya una fuerte baja del gasto público en todos sus rubros, desde empleo hasta el sistema de seguridad social.

Solo resta por decir que el mundo se ha dado cuenta que el crecimiento se da a través del comercio y éste debe darse libremente entre todos. Este concepto no es fácilmente aceptado por estos horizontes donde por momentos creemos que encerrarnos, es la mejor opción.

Necesitamos una Argentina distinta. Necesitamos un país mejor. Debemos cambiar.

 

Por Manuel Adorni

Analista y Consultor Económico. Docente Universitario. Columnista.

@madorni

Fuente: www.NetNews.com.ar

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