Año nuevo, ¿vida nueva?
En pocos días vamos a estar festejando otra Navidad y un Nuevo Año, en lo único que casi seguro vamos a estar todos de acuerdo es que estas fiestas serán austeras, a excepción de unos pocos argentinos que económica y financieramente están más allá y más acá de los índices de pobreza, inflación o el valor del dólar, ya que para ese pequeño grupo son cifras nada más que no les alteran el sueño.
Para la gran masa de argentinos se cierra diciembre con grandes expectativas para algunos y con renovadas esperanzas para otros. El nuevo gobierno, sin embargo, es una gran incógnita para todos.
Las declaraciones públicas del nuevo presidente de la Nación, Alberto Fernández, por sus constantes contradicciones, alegra por momentos y preocupa en otros.
Alberto Fernández no asume el gobierno en condiciones ideales, muy por el contrario asume con enormes baches en diferentes áreas de la economía, y con la espada de Damocles sobre su cabeza que son las organizaciones sociales, sindicalismo y grupos revolucionarios que sólo dormirán una siesta de pocos meses antes de comenzar con los reclamos exigiendo se cumplan con las promesas de campaña.
Los jubilados, los grandes destratados durante el gobierno de Mauricio Macri, esperan ansiosos los aumentos prometidos y los medicamentos gratis, que fue fácil prometer durante la campaña, pero dudoso de cumplir ya que estamos en tiempos de vacas flacas. Este será el primer flanco débil de Fernández. Para ser creíble y confiable primero tiene que cumplir con la enorme masa de hombres y mujeres que cobran un haber mínimo que alcanza a una tercera parte de la canasta básica.
Muy diferente cuando asumió Néstor Kirchner: una economía saneada por el trabajo sucio llevado a cabo por el ex ministro Remes Lenicov; exportaciones de granos a valores nunca conocidos; un pueblo esperanzado que aceptaba todo lo que le propusieran; una economía creciendo a tasas chinas, etc. Esa realidad de ayer, es totalmente opuesta a la de hoy. El éxito del ministro Roberto Lavagna en esos momentos, sería un brutal fracaso en el presente. Gobernar con dinero acumulado es fácil, gobernar con las arcas vacías es sumamente difícil, ya que no se puede satisfacer ningún reclamo, y los desestabilizadores están agazapados esperando el momento. Si la economía va bien ellos no tienen cabida. Necesitan del malestar de la gente para tener el caldo de cultivo que permita tener éxito en su accionar. No importa se llame Fernández, Macri, Espert o Del Caño. Sus aspiraciones van mucho más allá que cualquier nombre o partido político, en sus mentes enfermizas sueñan con una Latinoamérica sin fronteras y liderada por ellos. Una reposición de la Unión Soviética que quedó en el pasado aquí en Latinoamérica. Este proyecto sólo se mantiene vivo en las mentes de Nicolás Maduro, Raúl Castro, Cristina Kirchner, Lula Da Silva y algún otro trasnochado, y si bien creo que saben que no tendrían éxito, no cejan por tratar de conseguirlo. Es decir que Alberto Fernández no tiene ninguna garantía que los que intentaron desestabilizar a Mauricio Macri no lo intenten con él.
En la política, las lealtades son efímeras. El amigo de ayer puede ser un archienemigo hoy. Alberto Fernández debiera rodearse de los mejores hombres y mujeres y no de los amigos o compromisos políticos, de esta forma tendría más posibilidades de hacer un gobierno exitoso. Cuarenta y cuatro millones de habitantes están pendientes de que así sea. Hay mentes brillantes para colaborar desde las diferentes áreas con el presidente.
Todavía no conocemos el gabinete de ministros, y ojalá nos llevemos una gran sorpresa y empecemos a creer que en nuestra Argentina los milagros pueden suceder. Que primó el mejor criterio para la selección de los hombres en los que tendremos que depositar nuestra confianza, y que esa confianza llegue también al exterior. Generar credibilidad puede llevar años. Perderla sólo unos pocos minutos.
Fuente: www.NetNews.com.ar
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