Lo que se viene en el 2022
Economista de la Fundación Libertad y Progreso.
El 2021 fue un año turbulento. Entre las idas y vueltas de las restricciones sanitarias, con elecciones legislativas y negociación con el FMI de por medio, el año cierra con...
El 2021 fue un año turbulento. Entre las idas y vueltas de las restricciones sanitarias, con elecciones legislativas y negociación con el FMI de por medio, el año cierra con buenos números de actividad, recuperando la caída del 10% del 2020, pero dejando varias alarmas encendidas en materia inflacionaria y cambiaria. En este sentido, entramos al 2022 con una inflación del 50%, una economía volviendo al proceso de estanflación en el cuál estamos desde el 2010 y con escuálidas reservas en las bóvedas del BCRA. A la delicada situación macroeconómica se suman tres desafíos que merecen especial atención a la hora de analizar la economía argentina: la negociación con el FMI, el nuevo mapa del Congreso y el panorama internacional del 2022.
El primer punto no es nada nuevo. Desde que comenzó la gestión, el ministro Guzmán menciona la importancia de renegociar la deuda con el FMI porque el perfil de vencimientos de capital e intereses actual es “impagable”. En realidad, cualquier deuda se vuelve impagable sin acceso a los mercados financieros, sin reservas y con un elevado déficit fiscal. Dada la desconfianza que genera el gobierno a los inversores, la capacidad de refinanciar la deuda con el FMI con deuda privada se vuelve imposible. Por eso es que Argentina tiene que sentarse a negociar para postergar los vencimientos. Para ese entonces, idealmente, Argentina volvería a tener acceso a los mercados y podría pagar la deuda financiándose en el mercado voluntario. El FMI sabe esto y pide condiciones para que, cuando tengamos que pagar las primeras cuotas luego del plazo de gracia, Argentina haya ordenado las cuentas fiscales de manera sostenida en el tiempo y reconstruido la confianza que actualmente no tiene.
El nudo de la negociación entre el gobierno y el FMI son justamente esas condiciones para lograr ser creíbles en el futuro y poder pagar la deuda. El problema es que las medidas que hay que tomar son impopulares y van en contra del discurso político del actual gobierno. El hecho de tener que cerrar el déficit fiscal implica algún tipo de ajuste del gasto público, como la reducción de los subsidios a los servicios públicos, cuyas tarifas están prácticamente congeladas desde 2019. En este punto no parece haber muchos desacuerdos entre Guzmán y el FMI dado que el desencuentro transcurre dentro de la coalición del Frente de Todos. El sector kirchnerista es más reacio a aceptar ajustes a medida del Fondo y no descarta una ruptura (y default). Más allá de que no descarten un default con el Fondo, deberían saber que eso trae consecuencias graves. No solamente porque generaría una ola de incertidumbre a una economía que necesita por sobre todas las cosas reglas claras y creíbles, sino que también elimina la posibilidad de financiarse mediante otros organismos internacionales como son el Banco Mundial y el BID. Tengamos en cuenta que el Presupuesto 2022 el gobierno había planteado sus intenciones de financiarse por esta vía por un monto equivalente al 1,1% del PBI.
La negociación con el FMI no puede extenderse más allá de marzo, ya que en ese mes hay un vencimiento de USD 2.855 millones con el Fondo y otro de USD 2.000 millones con el Club de París. Con el nivel de reservas actuales, realizar estos pagos es imposible.
Sin embargo, de darse el acuerdo, este no asegura que el gobierno vaya a reencauzar la economía como algunos creen. Si bien es una condición necesaria, no es una condición suficiente para que ello ocurra. La situación es similar a la reestructuración que se realizó con los privados en 2020, tras la cual el riesgo país aumentó a más de 1.800 puntos, cerrando cualquier posibilidad de financiamiento. Lo más probable es que el acuerdo sea “light” en el sentido de que si bien pedirá algún ajuste de variables (tipo de cambio, tarifas, subas de impuestos), no condicionará al gobierno para realizar reformas estructurales.
El segundo punto interesante a seguir en el 2022 es el nuevo mapa del Congreso. Ya tuvimos un adelanto de lo que va a ser el panorama legislativo con las sesiones del Presupuesto 2022 y el tratamiento del proyecto de Bienes Personales que venía del Senado. La anterior, con sonrisas para la oposición luego de haber rechazado el Presupuesto, mientras que en la posterior la votación final terminó siendo favorable al oficialismo, que pudo implementar una suba de alícuotas para los individuos de mayor patrimonio. Esta es una señal de que en 2022 la negociación en el Congreso será ley por ley.
El tercer punto importante es el contexto internacional. Los dos últimos años se caracterizaron por una hiperliquidez en todo el mundo. Como respuesta a la crisis pandémica, los Bancos Centrales llevaron las tasas de interés prácticamente a cero e inyectaron grandes cantidades de dinero, gran parte de la cual fue directamente a empresas y familias. La Reserva Federal de Estados Unidos no fue la excepción. La política monetaria expansiva consistió en un programa de compra de activos (Quantitative Easing) para darle liquidez al sistema financiero y evitar que la actividad se contraiga aún más. En consecuencia, la tasa de interés de referencia se mantuvo en el rango del 0 – 0,25%, abaratando el crédito de todo el mundo e impulsando una suba en el precio de los bienes que exporta Argentina (la soja llegó a cotizar a USD 600 la tonelada este año). Esto trajo un alivio importante en términos de dólares para el BCRA y de recaudación para el Tesoro vía retenciones. Sin embargo, los vientos internacionales se tornarán más bruscos en 2022 cuando la FED y otros Bancos Centrales, presionados por la inflación creciente en sus economías, empiecen a retirar los estímulos monetarios y la tasa de interés internacional empiece a subir, deprimiendo los precios de los commodities.
El año que viene Argentina tendrá múltiples desafíos. La manera de encararlos definirá el rumbo que tendrá nuestro país en los próximos años. O bien tomamos el toro por las astas y comenzamos a recorrer el sendero de reformas estructurales que acomoden la macroeconomía en un sendero de crecimiento sostenido, o bien seguiremos emparchando los problemas que arrastramos desde hace décadas, condenando al país a un estancamiento económico con cada vez mayor inflación.
Fuente: www.NetNews.com.ar
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