Los efectos colaterales del control de cambios
Abogado - Especialista en Derecho Aduanero y Cambiario.
En estas épocas, donde comenzamos a despedirnos de un 2021 ciertamente peculiar, es difícil no caer en la tentación de hacer algún tipo de retrospectiva y ver que es lo que nos dejó este año en materia de comercio exterior. A la luz de cierta tranquilidad a nivel aduanera (lo cual podría traducirse en....
En estas épocas, donde comenzamos a despedirnos de un 2021 ciertamente peculiar, es difícil no caer en la tentación de hacer algún tipo de retrospectiva y ver que es lo que nos dejó este año en materia de comercio exterior. A la luz de cierta tranquilidad a nivel aduanera (lo cual podría traducirse en un nuevo año perdido, donde la aduana no se sale de su rol fiscalizador), los ojos se posan en las novedades que hemos tenido a nivel de control de cambios.
A todas luces, en esta materia, el año 2021 tiene una identidad propia muy marcada. Algunos recordarán el 2021 como el año en el que el Banco Central de la República Argentina (en adelante BCRA) reguló tanto o más las operaciones de bonos que la propia Comisión Nacional de Valores. Otros lo recordarán como el año en que confundió la individualidad que tiene una empresa con relación a sus controlantes (vedando acceso al mercado de cambios a la primera, si los segundos realizan operaciones bursátiles). Podrá ser también recordado como el año en el que llevó la complejidad del cálculo de cupos para el pago de importaciones a un nivel cuasi actuarial. Muchos otros recordarán este año, como aquel en el que el organismo sinceró que cualquier pago que supere los diez mil dólares hace tanto daño que se debe dar aviso con tres días de antelación que uno pretenderá realizar semejante desembolso (notar que no hace mucho, el umbral era de dos millones de dólares).
Ahora bien, más allá de todas estas particularidades, resulta relevante hacer notar que muchas de estas normas que marcaron los últimos 12 meses, han sido fruto de efectos colaterales que el BCRA no debiera ignorar y, en el improbable caso que así fuera, debería aprovechar el año que comienza para hacer las urgentes correcciones del caso.
El 2022 podrá ser la oportunidad de cortar con el ejercicio de prueba y error, de abrir los ojos para ver la realidad, y los oídos para escuchar al ecosistema de negocios que cuando no un poco de normalidad, exige al menos un respiro
Pero repito, resulta poco probable que el BCRA desconozca los efectos colaterales que a continuación detallaremos y no solo por lo obvio, sino por el poder de daño que estos tienen. Cuesta creer que el mencionado organismo no sepa que si se obliga a ingresar y liquidar las divisas obtenidas por la venta de cualquier activo, estoy matando el negocio del “drop shipment” (posibilidad de que las compañías argentinas actúen como intermediario entre partes del exterior). No debiera escaparse del entendimiento del BCRA que si obligo a alguien a liquidar divisas en “x” días le resto competitividad en comparación con otros oferentes que pueden vender a crédito. Me permito dudar que el BCRA a la fecha no sepa que las restricciones al pago anticipado de servicios esta generando que compañías argentinas deban triangular importaciones, y que la única solución posible al acotamiento de plazos antes mencionado en la inclusión de terceros operadores en las exportaciones.
La gravedad de esto, esta dado por el empobrecimiento de las empresas. Debe notarse que el hecho de tener que inactivar negocios (drop shipments), o la mera pérdida de competitividad (imposibilidad de financiamiento) e incluso la incorporación de intermediarios, tienen un mismo correlato: menores ingresos para las empresas nacionales.
El 2022 podrá ser entonces, el año en que se corrijan estos errores del pasado y se analicen los eventuales efectos colaterales de forma previa a cada incursión normativa. Al fin de cuentas no es más ni menos que un elemento esencial de la tarea legislativa. El 2022 podrá ser la oportunidad de cortar con el ejercicio de prueba y error, de abrir los ojos para ver la realidad, y los oídos para escuchar al ecosistema de negocios que cuando no un poco de normalidad, exige al menos un respiro.
No es posible asegurar si todo esto sucederá. Ni siquiera podemos afirmar que se cumpla al menos en parte. Sirve entonces el presente como una expresión de deseo.
Esperemos recordar el 2022 como el año donde el comercio exterior mostró su poder de transformación sobre la economía, reemplazando las viejas recetas a base de controles y prohibiciones, por ingredientes tales como facilitación e incentivo.
El 2022 nos espera, y el resto del mundo también.
Fuente: www.NetNews.com.ar
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