Habrá una nueva profundización de la crisis si no le sacamos la mochila que aplasta a nuestra producción
El resultado de las PASO generó algún optimismo entre los argentinos y extranjeros que pueden ahorrar o invertir en activos del país; por eso vimos subir sus precios. Algunas personas suelen preguntarse...
El resultado de las PASO generó algún optimismo entre los argentinos y extranjeros que pueden ahorrar o invertir en activos del país; por eso vimos subir sus precios. Algunas personas suelen preguntarse por qué los economistas le damos importancia a estas “señales” de los mercados, cuando la mayoría no tiene ni bonos ni acciones. En realidad, un alza de los activos locales refleja que la gente está viendo el futuro con un poco menos de incertidumbre; lo que significa que sacará menos ahorros e inversiones de la Argentina. Eso significa que el desfinanciamiento de nuestra demanda interna será menor y, además, con menos percepción de riesgo tendemos a consumir e invertir un poco más; por ejemplo, cambiamos el televisor o pintamos la casa. Todo esto ayuda a que la economía ande mejor y más personas puedan tener trabajo o más ingresos. En cierta forma, podemos decir que es la verdadera y única manera de ponerle plata en el bolsillo a la gente.
Hoy es evidente que el optimismo mostrado por los mercados fue más bien ingenuidad. Era imposible pensar que, por un resultado negativo para el gobierno en las PASO, se abriría la posibilidad de un cambio de rumbo. Sin embargo, hubiera sido sumamente favorable para el oficialismo si esta expectativa se sostenía hasta las elecciones; ya que la gente hubiera llegado una verdadera sensación de mejora, más allá de los artilugios de mayor gasto y subsidios estales previos a los comicios.
El propio gobierno se encargó de borrar las ilusiones de los que pensaban que podía empezar a pensar en resolver los problemas de fondo del país. Parte de la alianza que lo sostiene generó una crisis política interna a partir de un reclamo de profundización del rumbo hacia más Estado, intervencionismo, estatismo y dirigismo. El cambio de gabinete no trajo nada nuevo, sólo reafirmo el camino que ya se llevaba; aunque intentó sumar algún apoyo extra del peronismo tradicional.
“Era imposible pensar que, por un resultado negativo para el gobierno en las PASO, se abriría la posibilidad de un cambio de rumbo”
Para los que soñaron efímeramente con la posibilidad de que se encare una estrategia de política económica que se base en el sector privado como motor del crecimiento; pero, lamentablemente, debería quedar claro que no hay ninguna chance de que suceda. Si la alianza en el poder entró en crisis por sostener una gestión que considera que es el Estado el motor del crecimiento y un parte de ella consideró que no lo estaba haciendo con suficiente empeño, ¿qué pasaría si se pasara a una concepción económica diametralmente distinta?
Para algunos, una esperanza que permanece es el acuerdo con el FMI; ya que consideran que, solucionado este tema, el panorama queda despejado para crecer en forma sostenida. Lo mismo se decía antes de que se reestructurara la deuda privada y lo lograron con un resultado exitoso en términos de una altísima aceptación, que elimina la posibilidad de juicios en el exterior. Sin embargo, los valores de los papeles que les entregamos a cambio de los que tenían nuestros acreedores hoy cotizan a precios bajísimos. Eso indica que, quienes los compran y venden, consideran que la Argentina no tiene capacidad de crecer o de recuperar el crédito como para poder pagar los vencimientos futuros de esa deuda. Es decir, descuentan que en 4 o 5 años caeremos en cesación de pagos y les volveremos a reestructurar esos títulos con una nueva quita. Es lógico que los inversores piensen así. Nadie niega que se está mejor con una deuda refinanciada que en default; pero, si los problemas de fondo de la economía no se resuelven, la decadencia y las crisis se mantendrán en el horizonte de los argentinos.
Otros ven el acuerdo con el Fondo como una oportunidad porque esperan que sea el organismo internacional el que le exija al gobierno que “cure” al paciente con el tratamiento adecuado. El primer comentario que cabría hacer es que la Argentina tiene un historial de acuerdos incumplidos. De hecho, muchos lo ven como un demonio porque estas experiencias terminaron mal; pero justamente porque nunca se cumplieron las condiciones pactadas y no (como algunos pretenden hacer creer) por “aplicar las políticas del Fondo”. Igual, tengo una mala noticia. El FMI no tiene intenciones de hacerle grandes exigencias a este gobierno; ya que sabe que no las aceptará y también necesita evitar una cesación de pagos del país, cuya deuda es una buena proporción de su cartera total de créditos. En marzo vencen más de USD5.000 millones de organismos internacionales (incluidos el FMI y el pago postergado del Club de París) y no hay con qué abonarlos. Así que antes, el Ministro Guzmán cerrará un acuerdo de “Facilidades Extendidas” a 10 años, con una merma de la tasa de interés y con condiciones mínimas fiscales, monetarias y de reservas. Luego, habrá dado por cumplida la misión para la que fue llamado, reordenar el problema de la deuda argentina, y se retirará con muestras de agradecimiento del gobierno por los valiosos servicios prestados.
A partir de allí, la pregunta es cuál es la posibilidad de que el gobierno cambie de diagnóstico y, por ende, de tratamiento para este paciente que está en terapia intensiva por una crisis de credibilidad. Es cierto que se está recuperando del virus intrahospitalario (COVID); pero nadie lo está curando de las enfermedades que lo llevaron a terapia intensiva. Para eso, deberían buscar un médico que diagnostique exceso de peso del Estado. Es decir, de gasto público que hoy se paga con una insostenible presión tributaria sobre las empresas y los trabajadores. Como ni así alcanza, el sector público hoy absorbe $9 de cada 10 pesos del crédito interno disponible y exige transferencias de recursos del Banco Central (BCRA). Se producen pesos que la gente no quiere; por lo que bajan de precio, como pasaría con cualquier cosa que se ofrezca más de lo que se demanda. O sea, la moneda local en la que ahorramos y cobramos pierde poder adquisitivo, que es el que se apropia el BCRA para transferírselo al gobierno para que gaste más. Lamentablemente, la contracara es que nosotros podremos consumir e invertir menos; porque nos habrán empobrecido.
Nadie niega que se está mejor con una deuda refinanciada que en default; pero, si los problemas de fondo de la economía no se resuelven, la decadencia y las crisis se mantendrán en el horizonte de los argentinos
Nuestros productores y trabajadores también están asfixiados por un exceso de normativas, entre ellas laborales, que no les permiten desarrollar eficientemente sus tareas. Hay más de 67.000 regulaciones en Argentina y siguen creciendo. El problema es que disminuyen la productividad de los que generan la riqueza del país; por lo que, si esta es menor, también lo será la calidad de vida del conjunto de la sociedad.
La historia reciente de nuestro país la podemos explicar con este ejemplo. Los argentinos tenemos un sector productivo que es un gran maratonista. Como hay que mandarlo a las Olimpiadas del SXXI, le elegimos un entrenador que antes de empezar la carrera, le coloca una mochila y lo acompaña con una bicicleta que tiene un carrito lleno de piedras. Nuestro atleta empieza corriendo muy bien y ubicándose en el pelotón de punta; pero, en la medida que avanza, el entrenador le va poniendo piedras en la mochila. Claro, al rato ya no corre tanto; luego, trota; después, camina; al rato ya empieza a gatear y reptar, para terminar tirado en el piso, desmoronado por la carga. Entonces, votamos otro entrenador que nos dice que hay que confiar en el maratonista y que lo alienta a levantarse; lo que el pobre logra a duras pena. Por lo menos, este no le carga más piedras; pero ya la mochila es tan pesada que avanza algunos metros y se desploma. Así que elegimos otro entrenador que nos dice: “Yo sé cómo se resuelve esto. Le ponemos flor de pichicata y va a correr como una liebre”. Lo hace y el maratonista se levanta, empieza a correr, mientras el nuevo entrenador sigue sumándole piedras. Avanza pocos metros y cae muerto.
Quizás, la solución sea que los argentinos empecemos a votar “entrenadores” que entiendan que, lo que hay que hacer con nuestro sector productivo, es sacarle la mochila llena de piedras. Entonces, más liviano veremos nuestros trabajadores y empresarios son verdaderamente eficientes y que tienen la capacidad de proveernos de bienes y servicios como para que todos tengamos más bienestar y oportunidades de progreso.
Fuente: www.NetNews.com.ar
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