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ECONOMÍA 28.12.2020
Opinión

La economía poscrisis: valores y desafíos en un nuevo orden mundial

El 2020 profundiza un proceso que comenzó en la crisis del 2008, relacionado a la consolidación de un nuevo orden mundial de regulación. Reeditar el sistema de Bretton Wood relativo al sistema de tipos de cambio internacionales y el abandono de los sistemas de flotación será una de las próximas etapas del proceso de desglobalización de la economía mundial. El crecimiento de China como potencia hegemónica y la pérdida de dinamismo de la economía de los Estados Unidos expresan la tendencia de los territorios a establecer estrategias defensivas.

 

El Covid-19 evidenció la vulnerabilidad de la condición humana en el marco de un orden mundial posmoderno en el que la tecnología expresa la aparente solución técnica de los deseos y necesidades. El consumo como eje de las realizaciones humanas da paso a la necesaria evaluación de los objetivos y de las condiciones de sustentabilidad en un sistema-mundo en crisis. En este marco, la economía circular representa una de las expresiones de la desglobalización del consumo y de la concurrencia simultánea de las condiciones particulares del territorio para su realización, en el marco de condiciones universales. Las necesidades de largo plazo establecen responsabilidades intergeneracionales que representan las condiciones necesarias para garantizar un orden mundial estable, humano y eficiente (Fratelli tutti (3 de octubre de 2020) | Francisco, s. f.).

 

La CEPAL ha señalado a la desigualdad como uno de los factores que atenta en la región contra sus posibilidades de crecimiento y desarrollo en el mediano y largo plazo (Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), 2018). Es por la vía de una integración regional que tenga en cuenta las capacidades locales, en donde las identidades y la cultura expresan valor simbólico y económico, que los procesos de integración y comercio tendrán éxito en el mediano plazo.

 

La economía mundial no se ha recuperado desde la crisis del 2008. Aun con las estrategias de flexibilización cuantitativa llevadas a cabo por los principales bancos centrales y el crecimiento de los Estados Unidos y Europa de los últimos años, las señales de una nueva crisis eran inminentes y la estabilidad futura se encuentra amenazada tanto por la desigualdad de ingresos (que afecta el consumo real) como por los problemas ambientales y sociales, entre los que se encuentran los mayores desplazamientos de refugiados vistos en la historia, producto de los conflictos armados, el hambre y las oportunidades de futuro. En un mundo donde las desigualdades y la sustentabilidad del crecimiento y del ambiente son los temas más importantes, los organismos multilaterales demuestran sus límites y su incapacidad para establecer verdaderos senderos de transformaciones. Tanto el impuesto Tobin como las propuestas elaboradas por intelectuales como Piketty son desoídas e ignoradas en pos de una profundización de las actuales políticas (Piketty, 2019).

 

La transición hegemónica internacional parece un hecho y las fortalezas de la región son claras con relación a un socio complementario como China (complementariedad productiva). Las decisiones que se aborden en los próximos años serán claves para el tipo de integración latinoamericana de los próximos 50 años. Las posiciones individuales siempre serán más vulnerables y los acuerdos regionales (en ese sentido, tanto la Alianza del Pacifico como el Mercosur) son los bloques de mayores fortalezas para encarar un mundo con más desigualdad, menos regulación ambiental y más proteccionismo. Estamos en una nueva etapa: la etapa del neo-mercantilismo mundial.

 

Argentina

La recesión de los últimos años de la economía argentina representó el preludio a la crisis sanitaria del 2020. Un contexto internacional que expresa la crisis económica más importante de la historia moderna vuelve necesario el análisis de los procesos de generación y distribución de valor a nivel global, que garanticen el crecimiento de la economía real y la sustentabilidad ambiental. La deuda y la desigualdad representan algunos de los condicionantes más destacados para el desarrollo de largo plazo. Sin embargo, la negociación de la deuda externa de 2020, el crecimiento como eje de la política económica y los salarios competitivos configuran la oportunidad de consolidar un 2021 de expansión (en parte, como rebote del ciclo económico). Este cambio de tendencia depende de la potencialidad del consumo como dinamizador del crecimiento, y éste, de los salarios reales.

 

En un contexto de desigualdad de ingresos y riqueza, las políticas de redistribución han adquirido mayor dimensión en el conjunto de países desarrollados y parte de la agenda de los países en desarrollo. La dinámica del cambio de ciclo dependerá de los ingresos en primer lugar, y éstos, de la superación de la pandemia para la economía argentina. El debate entre salud y economía como espacios diferenciales y autónomos dista del real funcionamiento del ciclo económico. Se estima que la caída del producto mundial para el 2020 rondará el 10% del PIB, en tanto que esta cifra será mayor en la Argentina (que supera tres años de recesión). La crisis sanitaria producida por un virus demuestra, además, la vulnerabilidad de nuestra condición, y nos remite a la fragilidad de la planificación basada en premisas tecnológicas escindidas de principios de estabilidad, sustentabilidad y equidad centrales para garantizar mercados integrados y dinámicos. Esta situación contrasta con los cambios en los comportamientos del consumo que se han modificado en el último año, relativizando los patrones de comportamiento y de vida necesarios y deseables.

 

“La crisis del Covid-19 introduce una nueva dimensión de incertidumbre en el futuro. ¿Cuánto tiempo estaremos “libres” del próximo virus”

 

 

La crisis del Covid-19 introduce una nueva dimensión de incertidumbre en el futuro. ¿Cuánto tiempo estaremos “libres” del próximo virus? La duración de la pandemia y el impacto que ha representado, al manifestarse en las principales economías del mundo, introduce una nueva variable de análisis: la desglobalización. En un marco signado por la inestabilidad económica, el estancamiento de los salarios reales a escala mundial (desde hace 40 años) y el crecimiento de la deuda representan la expresión de la necesidad de seguridad y estabilidad. Esta nueva dimensión de análisis tendrá efectos en los próximos años y profundizará comportamientos locales, sustentables y regionales de producción y consumo. Los cambios de conducta y la segura limitación de los patrones de consumo (viajes) modificarán los valores y representarán un desafío a la estabilidad de largo plazo. La necesidad de modificar nuestros comportamientos concuerda con la urgencia de garantizar mayor equidad en la inclusión de los diferentes territorios mundiales, que garantice la posibilidad de alcanzar niveles de vida dignos a los alcances tecnológicos del siglo XXI.

 

El 2020 comenzó como una crisis de ignorancia representada en la falta de información respecto del virus y se manifestó en una simultánea crisis de oferta y demanda (en la mundialización del Covid-19). El valor se encuentra asociado a un componente evidentemente social. Tanto la generación de valor simbólico como el económico se componen principalmente de su carácter social. La pandemia ha demostrado que el deseo y el placer anclado en un individuo aislado son inexistentes en la realidad. El valor se basa en la creatividad y la creatividad es colectiva. Esta es una de las cuestiones centrales para comprender acerca de nuestros vínculos, nuestros valores y nuestros comportamientos.

 

En suma, la tendencia a la desglobalización se ha acelerado en el 2020 y acompañará a un mundo caracterizado por el cambio de hegemonía mundial de largo plazo. Los Estados Unidos adoptarán una estrategia defensiva y de cooperación con China, que asume el protagonismo en un concierto mundial del cual dependemos en conjunto para nuestra realización, en tanto capacidades humanas y económicas. La actual crisis económica es de una complejidad inédita. La contracción desatada por el coronavirus, por su velocidad y su amplitud global, es diferente a todo lo que hemos conocido en la historia moderna y requiere de nuestra anticipación en los nuevos desafíos y oportunidades. La economía mundial se encontró paralizada por la primera cuarentena global de la historia. En el mundo entero, la crisis fue, a la vez, de demanda y oferta.

 

Es un interesante ejercicio de humildad en nuestra condición humana el hecho de que el responsable de la crisis del 2020 ha sido un fenomeno que no está vivo ni muerto (los virus). No están vivos porque no pueden reproducirse por sí mismos. No están muertos porque pueden entrar en nuestras células, secuestrar su maquinaria y replicarse. Es una entidad de semejante simpleza la que ha demostrado la limitada capacidad técnica y humana, centrando nuestra atención en lo importante de lo colectivo, de la simpatía y de la colaboración para garantizar economías de mercado que permitan el crecimiento, el trabajo y el consumo en condiciones responsables. La solidaridad debe ser comprendida como la mutua responsabilidad en nuestro futuro común. Será este camino el que nos conduzca a la expansión de las oportunidades individuales y colectivas. Sólo en comunidad será posible garantizar un mejor futuro.

 

El mercado mundial modificará los componentes y los flujos, priorizando el abastecimiento de productos esenciales y la seguridad estratégica. El futuro de la región y de la Argentina depende de comprender los cambios que la pandemia ha acelerado y, en este sentido, las oportunidades y desafios que ello implica. La estrategia depende de superar las condiciones de estabilidad macroeconómicas de largo plazo, mediante una planificación que supere el diseño de país que pensaron los intelectuales de la generación de 80, hace más de 100 años, sobre los que sigue implementado el diseño de nuestro país.

 

En este cambio internacional del orden mundial, la deuda será un límite sobre el cual es necesario avanzar. Es indudable que deberá ocurrir algún tipo de jubileo de deudas para establecer un nuevo comienzo de estabilidad. Esta estrategia está en manos de los bancos centrales y es una alternativa que se encuentra en estudio bajo diversas formas. El futuro depende de este conjunto de procesos globales y locales para nuestra región, en un contexto de cambios cualitativos del orden de regulación económica y social mundial. Este cambio puede representar también una profundización de la desigualdad y la concentración económica mundial, que sólo agravarán los mismos procesos en el largo plazo, profundizando la inestabilidad regional y mundial. El camino de una economía circular, donde la regeneración, el cuidado y la sustentabilidad sean los valores principales, expresa el rumbo virtuoso para superar nuestra condición.

 

 

 

 

Por Miguel Francisco Gutiérrez,

Director del Centro de Estudios Económicos e Históricos sobre el Desarrollo (CEEHD) de la Universidad de Belgrano.

 

 

Referencias

Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). (2018). La ineficiencia de la desigualdad. Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).

Fratelli tutti (3 de octubre de 2020) | Francisco. (s. f.). Recuperado 12 de noviembre de 2020, de http://www.vatican.va/content/francesco/es/encyclicals/documents/papa-francesco_20201003_enciclica-fratelli-tutti.html

Piketty, T. (2019). Capital e Ideología.

 

 

 

Revista Desafío Exportar

Fuente: www.NetNews.com.ar

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