El comercio exterior de la Argentina entre los riesgos mundiales y los males propios
Economista de la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL) y miembro del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI).
A inicios del cuarto trimestre del año, la Argentina transita una grave crisis macroeconómica que se refleja en su alta tasa de inflación, en torno del 100% anual, que se ha venido acelerando desde 2019. En contraste, los países de América Latina, afectados por la inflación internacional muestran, a excepción de Venezuela, índices que en sus máximos rozan el 8%.
El indicador del riesgo país, que sintetiza la confianza financiera internacional en los países, fue de 2 450 puntos básicos para la Argentina en setiembre de 2022, frente a un rango de 130 a 580 puntos básicos para una variada muestra de países de nuestra región. Estas dos piezas de información son suficientes para ilustrar que, aunque el mundo presenta serios riesgos para los países en desarrollo luego del COVID-19 y debido a la invasión rusa a Ucrania, los problemas de la Argentina tienen una génesis propia.
En ese escenario macroeconómico de crisis, el sector comercial externo sigue siendo una pieza clave del desempeño de nuestro país en el horizonte del cortísimo plazo en el que opera la economía en la actualidad. El rol que le asigna la política económica a este sector es el de proveer divisas para recomponer las exiguas reservas internacionales. Estas reservas fueron erosionadas por el objetivo de mantener un tipo de cambio oficial controlado, que terminó seriamente sobrevaluado, sin cumplir su atribuida función de servir de ancla inflacionaria. En el caso de la política cambiaria, la comparación con la región también es impactante. Como resultado del atraso cambiario y de la intervención en el mercado, las reservas internacionales brutas de la Argentina en 2021 sumaban USD 39,1 miles de millones (según información del FMI) mientras que en Brasil llegaban a USD 362,2 miles de millones, en México a USD 207,7 y en Chile, Colombia y Perú superaban holgadamente los USD 50 mil millones. En los países mencionados las reservas internacionales superaban el 16% del PBI, frente al más modesto 8,7% de reservas brutas/PBI del caso argentino. Como se hizo evidente en el transcurso de 2022, las reservas brutas fueron declinando a la par que las reservas netas casi se extinguían. Nuestro país quedó sin margen de maniobra para mantener sus importaciones y hacer frente a sus compromisos de deuda pública y privada.
"los nuevos obstáculos que se imponen a los importadores y la permanencia de una brecha cambiaria del 100% entre el dólar que remunera a las exportaciones y el dólar financiero permite anticipar la necesidad de nuevos parches en la política comercial externa"
En ese marco de urgencias, a principios de setiembre se institucionalizó el dólar-soja que funcionó durante casi un mes con el objetivo de corregir el incentivo del tipo de cambio que enfrentaban los productores de soja. En ese período breve se adelantaron las ventas de poroto de soja a los exportadores directos y a la industria aceitera y se logró una acumulación de reservas de casi USD 5000 millones en las arcas del Banco Central.
A partir de esa recomposición de las reservas, las autoridades económicas implementaron una serie de medidas que buscan hacer máxima la diferencia entre las exportaciones e importaciones de bienes y servicios, sin apelar a una devaluación general. Por lo tanto, se buscó limitar las importaciones con un nuevo sistema de control y un mayor número de productos atados a licencias no automáticas de importación y se instauraron tipos de cambio especiales para encarecer los viajes al exterior, contrataciones artísticas y las compras directas de consumo en el extranjero por vía de tarjetas de crédito (dólar-Qatar, dólar Coldplay y dólar-tarjeta, respectivamente). Del lado exportador se repitió el experimento de otorgar un tipo de cambio especial, pero ahora al sector tecnológico (dólar-tecno). Más allá de los detalles técnicos de estas medidas, los nuevos obstáculos que se imponen a los importadores y la permanencia de una brecha cambiaria del 100% entre el dólar que remunera a las exportaciones y el dólar financiero permite anticipar la necesidad de nuevos parches en la política comercial externa.
Repasando la situación del sector comercial externo, en los 9 primeros meses del año, por el lado exportador las ventas externas aumentaron un 15,2% con respecto al año anterior (USD 67131 millones) y las importaciones aumentaron un 40,4% (USD 64520 millones). El saldo acumulado del balance comercial fue de USD 2611 millones. En 2021 el balance comercial en los nueve primeros meses alcanzó los USD 12340 millones, lo que sugiere el deterioro de la estrategia cortoplacista. Cabe recordar que entre 2008 y 2015 se llevó adelante una estrategia similar que también terminó en un agotamiento de las reservas internacionales.
La continuidad de esta política externa cortoplacista hará que la Argentina siga perdiendo oportunidades dentro de un mercado internacional sujeto a cambios muy importantes. Una clara muestra de esas pérdidas es la reversión de los términos del intercambio que miden la evolución de los precios de nuestras exportaciones con respecto al precio de nuestras importaciones. En los primeros nueve meses del año el INDEC informó un incremento del Índice de precios de las exportaciones del 18,9%, por debajo del Índice de precios de las importaciones, del 19,9%. En consecuencia, el país registró una pérdida en los términos del intercambio equivalente a haber perdido el 16% del saldo comercial positivo registrado hasta setiembre.
"La continuidad de esta política externa cortoplacista hará que la Argentina siga perdiendo oportunidades dentro de un mercado internacional sujeto a cambios muy importantes"
Esa pérdida se explica por una importante variabilidad en los principales precios de nuestras exportaciones (con caídas en algunos casos), frente a un aumento de la inflación internacional de productos elaborados y del precio internacional de la energía. Estas tendencias podrían fluctuar en los próximos meses debido al elevado nivel de incertidumbre mundial derivado del conflicto en Ucrania. Además, los realineamientos geopolíticos y económicos de más largo plazo muestran un escenario del comercio mundial que no abandona la globalización, pero que sí exhibe una modificación de su organización. Por ejemplo, se espera un mayor comercio preferencial dentro de regiones geográficas vinculadas por bajos costos de transporte, modificaciones de las cadenas de valor para lograr garantías de seguridad de abastecimiento y, entre otros efectos, un potencial aumento del proteccionismo comercial bajo una nueva modalidad de restricciones ambientales.
Lamentablemente, una vez más, la coyuntura económica local nos priva de la necesaria elaboración de una estrategia externa tanto a los operadores privados del comercio internacional argentino como a los organismos públicos que lo institucionalizan y nos representan internacionalmente. Sin perder de vista el corto plazo, habrá que mantenerse alerta para enfrentar los nuevos desafíos que esperarán al país cuando, finalmente, decida estar de regreso en el mercado mundial.
Fuente: www.NetNews.com.ar
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