La ética en las profesiones
¿Por qué la utilización de la ética en el ejercicio de las profesiones? La Deontología es una palabra creada por el filósofo inglés Jeremy Bentham que murió en 1832. Es la rama de la ética que trata de los deberes, especialmente aquellos que rigen en las actividades profesionales.
¿Por qué la utilización de la ética en el ejercicio de las profesiones? La Deontología es una palabra creada por el filósofo inglés Jeremy Bentham que murió en 1832. Es la rama de la ética que trata de los deberes, especialmente aquellos que rigen en las actividades profesionales.
Si bien es importante que un profesional (sea la profesión que sea y ejerza) tenga una conducta ética en su trabajo, más importante es aún que se considere al hombre como un todo. Es decir, que no debería existir un hombre que tenga determinada ética en su comportamiento laboral y otra en su comportamiento personal como, digamos, esposo, padre o amigo. El hombre es uno solo y por lo tanto debe ser íntegro, dado lo cual si es honesto en su trabajo también lo debe ser en los demás aspectos de su vida.
La pregunta que muchos se hacen es entonces ¿por qué ser ético en la profesión? ¿sirve esto para algo? ¿no sucede en la realidad que hay corruptos y deshonestos que están libres y que han hecho de esa manera mucho dinero en su profesión?
La respuesta es que, primero, no solo se debe trabajar honestamente porque así debe ser, porque hay, como decía Kant, un imperativo ético categórico que nos obliga, sino porque además es una gran satisfacción personal. En segundo lugar, actuar en la profesión ética y honestamente es en la práctica un buen negocio. Otorga muy buenos resultados. La buena fama, el buen nombre, la calificación aprobatoria de los demás, es la mejor tarjeta de presentación para obtener nuevos clientes y mejor cotizar sus servicios. Es el mejor capital con que cuenta quien vive de su trabajo, sea despachante de aduana, mecánico, albañil o médico. Por el contrario, aquellos que no actúan así y sobre los cuales se rumorea acerca de sus deshonestas y aviesas acciones, seguramente no serán recomendados por nadie y así tendrán menos clientes. Ya lo decía Benjamín Franklin cuando repetía el lema de los cuáqueros: “La honestidad es la mejor política”.
Lo más valioso que puede tener cualquier profesional o persona común es su prestigio, su buen nombre, su buena fama. Eso es lo que ocasiona el respeto y la valoración de los demás. Y eso solamente puede lograrse aplicando principios éticos. Si uno llama a un plomero y el hombre le hace un mal arreglo de manera que la cañería del baño pronto vuelve a romperse y lo inunda, uno no lo llama nunca más. Aún más, hablará mal de él y le dirá a sus amistades que no utilicen sus servicios porque es un mal plomero. Por el contrario, si hace un buen trabajo, responde por lo que hizo y además cobra el precio justo, uno volverá a llamarlo y además lo recomendará a sus conocidos que necesiten un trabajo de plomería. El cliente satisfecho se convierte de esa manera en un propagandista gratuito. De esta manera el profesional habrá contribuido a su buen nombre y prestigio. Lo mismo ocurre en cualquier profesión, desde las más sencillas a las más complejas. Para los que actúan correctamente ¿no es acaso un buen negocio para su actividad haber actuado de esa manera? Por supuesto que sí.
La ética y la economía
Bernardo Kliksberg es un argentino que hace años vive en Washington D.C. y es asesor de las Naciones Unidas, del Banco Interamericano de Desarrollo y de la Organización Internacional del Trabajo, además autor de un libro cuyo título lo dice todo: “Más ética, más desarrollo”. En el mismo sostiene que la economía crece cuantos más valores éticos se pongan en funcionamiento. Y la economía debe apoyarse en valores éticos no sólo por lirismo, sino porque eso redundará, según él cree (y nosotros también) en ventajas concretas.
Para Max Weber (“La ética protestante y el espíritu del capitalismo”) el verdadero espíritu del capitalismo no estuvo en sus orígenes en la codicia, en la especulación ni en la explotación del prójimo, como se ha repetido una y otra vez, sino en la aplicación de las normas éticas y religiosas de la conducta humana. Para los calvinistas el trabajo no era un medio para adquirir riquezas, sino un fin en sí mismo, una autosatisfacción personal, una misión en la Tierra con fuertes componentes éticos. Era la comprobación de que Dios los había elegido y los había salvado para la Eternidad.
La ética y los despachantes de aduana
Existe un poco conocido Código de Ética para los despachantes de aduana y que está anexo a los Estatutos del Centro Despachantes de Aduana (CDA) habiendo sido aprobado en 1950. Tuvo diversos proyectos de actualización y mejoras para adecuarlo a los tiempos actuales. Vinculado al ejercicio de la ética en la profesión del despachante, debemos mencionar en primer lugar cuáles son las obligaciones básicas que tiene que cumplir. Su estricto cumplimiento será el mejor ejemplo del ejercicio de la ética en la profesión.
Además, la Asociación Internacional de Agentes Profesionales de Aduana (ASAPRA) aprobó en 1986 un Código de Ética Profesional de aplicación común en las asociaciones de agentes o despachantes de aduana miembros de ASAPRA. Diversas entidades han establecido códigos de ética salvaguardando el prestigio internacional de sus asociados.
En un excelente libro de los Dres. H.G. y G. Vidal Albarracín y J. Sluman (“La responsabilidad del despachante de Aduana”) se señala muy claramente que la función esencial de los despachantes es documentar las operaciones de importación y exportación. Tal actividad les crea un doble vínculo: a) con la Aduana, esto es una relación de derecho público; b) con el cliente, lo cual significa una relación de derecho privado. Éticamente, no debe defender los intereses de uno en desmedro de los del otro. Esto significa un equilibrio que en el fondo no deja de ser la aplicación pura de los conceptos éticos. También tiene un vínculo con los demás despachantes en cuanto debe imperar la lealtad y el respeto entre los colegas.
La honestidad en cualquier profesión es doble: en el sentido material y en el sentido ético. Ello implica que el despachante debe: a) conocer a fondo la normativa aplicable a su profesión, estudiar y estar actualizado por los cambios que pudieran producirse; debe entender que su profesión es más la de un asesor en comercio exterior que la de un gestor; b) debe percibir un honorario justo aplicando una debida proporción entre el trabajo realizado y el honorario; c) debe mantener una absoluta confidencialidad sobre información que reciba de su mandante.
Los autores agregan otras obligaciones como por ejemplo no realizar malas prácticas para eludir las dificultades que se presenten en su actividad y tratar de mejorar en la opinión pública el concepto debido a la respetabilidad de su profesión.
La actividad de los despachantes de aduana como auxiliares públicos debe imprescindiblemente enmarcarse dentro del ámbito de la ética. Para ello, su accionar necesita generar una creciente jerarquización de sus tareas a través de la utilización constante de los conceptos éticos.
Fuente: www.NetNews.com.ar
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