Cepo a las importaciones 4.0: crónica de una medida anunciada
Esta última semana, el Banco Central de la República Argentina (BCRA) sorprendió (negativamente) endureciendo las condiciones de acceso al mercado de cambios para las empresas importadoras. Llamaremos a esta medida cepo 4.0; básicamente porque es el perfeccionamiento del cepo cambiario a las importaciones que ya viene desde 2019 y que con cada año se fue modificando para hacer más difícil las operaciones económicas con el resto del mundo.
Hasta aquí podríamos decir que no hay nada nuevo bajo el sol. Sin embargo, esta última modificación del cepo nos muestra que la autoridad monetaria ya se está quedando sin margen de maniobra.
A continuación, profundizaremos sobre tres cuestiones que creemos relevantes para entender hacia dónde va a evolucionar el actual control de cambios. Primero, haremos un esfuerzo para presentar la racionalidad que explica la imposición de un cepo cambiario. Y decimos un esfuerzo porque la realidad es que el cepo es la típica medida a la que, si bien vamos a poder encontrarle una justificación de corto plazo, no hallaremos una de largo plazo. Segundo, veremos conceptualmente como fue la dinámica del cepo cambiario. Es decir, una vez que se impuso el cepo, como evolucionó y porqué lo hizo hacia esa dirección y no otra. Y, tercero, analizaremos hacia donde puede seguir evolucionando este esquema a partir de hoy. Una breve advertencia. Si usted es un lector que le gustan las buenas noticias, por favor no lea esta última sección.
Vayamos avanzando…
La racionalidad detrás del cepo cambiario
Los controles de cambios son sin dudas medidas paradigmáticas. Cualquier economista racional diría que es algo dañino para el desarrollo económico. Sin embargo, son algo usual para la realidad económica argentina. Para explicar este aparente oxímoron nos centraremos no ya en la estabilidad o consistencia temporal de la medida, sino en sus efectos de corto plazo.
El cepo cambiario es, antes que nada, un tipo de control de precios. El Banco Central fija un precio máximo regulado para la compra-venta de moneda argentina en relación a otras, que lo llamamos tipo de cambio oficial. Por supuesto, este control se hace de tal manera de fijar el tipo de cambio por debajo de lo que sería su equilibrio de libre mercado. Hoy en día esto se ve claramente en la brecha cambiaria. Al último día de junio, en el mercado oficial mayorista el dólar se vendía a $/US$ 125 mientras que el dólar MEP tenía un precio de $/US$ 249, ¡prácticamente el doble!
Mediante el control del tipo de cambio, el gobierno a su vez ejerce control sobre la dinámica de otros precios de la economía: los de los bienes transables. Estos son los productos que se puede comerciar internacionalmente y que, en consecuencia, están sujetos a condiciones de arbitraje internacional.
He aquí la racionalidad fundamental del control de cambios. Mediante la fijación del tipo de cambio al cual se hacen las operaciones de compra-venta con el resto del mundo, el gobierno puede, en el corto plazo, influir sobre la dinámica de precios. En consecuencia, en momentos de inflación alta o acelerándose, el control de cambios es un instrumento tentador para conseguir un rédito político cortoplacista.
El mismo efecto de depresión relativa de ciertos precios es alcanzable aumentando la oferta de divisas en el mercado. Pero esto exige que el gobierno tenga divisas para realizar estas intervenciones. Es el mecanismo menos dañino, pero las reservas son escasas.
Por eso los controles de cambios son precedidos por caídas importantes y persistentes en las reservas internacionales del Banco Central. Cuando el nivel de reservas ya es crítico y la autoridad monetaria no puede seguir interviniendo en el mercado libre con las cantidades necesarias, entonces migra a un control coercitivo de la demanda: el cepo cambiario.
La evolución del cepo cambiario, de lo menos a lo más doloroso
Pero la demanda en el mercado de cambios es muy heterogénea. Entonces el gobierno debe decidir qué tipo de restricciones impone a cada agente económico que actúa en el mercado cambiario. Somos todos iguales ante la Ley, pero algunos somos más iguales que otros…
El criterio que en general elige el gobierno es restringir la demanda partiendo de aquello que menos afecta a la producción a lo que más la afecta. Primero se califica a algunas empresas y personas de “especuladores” y se restringe su acceso; aquí se establecen controles a la compra de moneda extranjera para ahorro. Luego, se restringe el acceso al mercado para los “fugadores de capitales”; en esta categoría entran las empresas que giran utilidades y dividendos al exterior. Posteriormente, se habla del “aluvión de importaciones”; lo que hace que se incluyan en el cepo a empresas que ingresan bienes de consumo y algunos productos industriales. Y, finalmente, sin demasiada ceremonia, se establece un cepo transversal a todas las importaciones.
Hoy Argentina está en la anteúltima etapa descrita en el párrafo anterior. Recordemos que en el período 2011-2015 habíamos llegado a un cepo total a las importaciones con la implementación de las Declaraciones Juradas Anticipadas de Importación (DJAI). Mecanismo por el cual todas las operaciones de importación requerían autorización del gobierno.
Pero cada paso que se restringe el mercado genera una mayor distorsión de precios, profundizando el desequilibrio. Si el Banco Central se resiste a sincerar el precio de la moneda y aceptar un mayor precio relativo de los bienes transables, la única alternativa termina siendo una espiral de ajuste del cepo.
Próximos pasos: hacia el final del cepo
Empecemos por lo negativo, en el corto plazo todavía hay margen para que el cepo se endurezca. Un grupo relevante de bienes aún se encuentra fuera de la regulación del Central. Bajo el esquema actual, es esperable que se establezca un régimen general de cepo a todas las importaciones como lo que vimos en el pasado.
Ahora lo positivo. El cepo no durará mucho más. El gobierno ya no tiene casi margen para endurecerlo, ni reservas para defenderlo. En consecuencia, es lógico pensar que en el mediano plazo haya una corrección en el tipo de cambio. Además, la corrección de precios e incentivos es una condición imprescindible para que Argentina empiece a crecer.
La interrogante es como ocurrirá este proceso, si será de forma ordenada o caótica. La historia argentina nos brinda experiencias en ambos sentidos. El desafío seguramente descanse sobre los hombros de la administración que asuma en diciembre de 2023, pero, al igual que en diciembre de 2015, se deberá tomar la iniciativa rápidamente para desarrollar una salida ordenada del control de cambios y hacia una economía más libre.
Fuente: www.NetNews.com.ar
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