Maíz y castigo
La decisión del gobierno de suspender las exportaciones de maíz hasta marzo no deja de sorprender, sobre todo porque el presidente Alberto Fernández desde sus discursos en campaña, ha dicho que busca -y necesita- crecer en exportaciones.
El gobierno nuevamente apela a las mismas recetas probadas y fracasadas que utilizó Cristina Kirchner cuando fue presidente de la Nación para justificar lo injustificable, que sería admitir un nuevo fracaso económico. Esta vez el Frankestein de turno, culpable de la inflación y de casi un 50% de pobreza en el país es el maíz.
Los argumentos expuestos por el gobierno actual son los mismos que utilizaron años atrás: prohibir las exportaciones de maíz permitirá bajar los precios en góndola y asegurará el abastecimiento. Una mentira que sirve solamente para ser impresa en los diarios oficialistas dado que los supuestos beneficiados con esta medida nunca verán el precio rebajado en góndola, si es que lo encuentran en algún supermercado.
La medida también conlleva un mensaje metafísico que los empresarios conocen muy bien: amedrentamiento con sello K: “el próximo podés ser vos”. Productores de trigo y carne miran de cerca la situación.
Quién haya decidido la medida pareciera que no vivió en Argentina en los pasados 15 años. Su falta de idoneidad es evidente. El mismo objetivo podría haberse conseguido sin consecuencias negativas, sino todo lo contrario, a partir del desarrollo de un plan estratégico con la creación de incentivos para que crezca la inversión en el proceso de agregado de valor. Tampoco sabe de políticas de empleo, de inflación y de mercados internacionales…
En el mes de agosto de 2020, José Martins, presidente de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires; Gustavo Idígoras, presidente de la Cámara de la Industria Aceitera y el Centro de Exportadores de Cereales (Ciara Cec) y Roberto Domenech, presidente del Centro de Empresas Procesadoras
Avícolas (Cepa) tuvieron una reunión con Cristina Kirchner a quién presentaron un proyecto agroexportador que tendría como objetivo aumentar las exportaciones hasta US$ 100.000 millones y la creación de 700.000 puestos de trabajo. El plan ya contaba con la aprobación de Alberto Fernández. A la salida de dicho encuentro los empresarios declararon haberse “gratamente sorprendido” acerca del conocimiento acabado del plan por parte de la vicepresidente. Ahora deben estar pensando en la fábula del sapo y del escorpión y de lo inocentes que fueron al pensar que esa persona podría ser otra que aquella que les impuso la 125.
La medida no solo traerá consecuencias negativas en el mercado exterior, algo a lo que lamentablemente el mundo ya está habituado, sino también en las arcas del propio Estado que no percibirá los impuestos sobre los 800 millones de dólares que hubiese podido exportar el sector.
Un deja vu que ya se convirtió en una mala saga de alguna película de terror para adolescentes
Por Paola Batista
Fuente: www.NetNews.com.ar
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