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ECONOMÍA 01.07.2020

Navegando mares desconocidos y tumultuosos

La crisis del COVID-19 no tiene antecedentes. La magnitud del impacto en la economía es desconocida a esta altura ya que es incierta la duración de esta. En este sentido nos enfrentamos a la crisis sin un manual que nos diga los pasos para la salida de la recesión que traerá en consecuencia.

Podemos afirmar que la crisis actual nace como un shock de oferta. Shocks de este tipo hubo antes en la historia como el provocado por la crisis del petróleo en el 73’. Ahora bien, la crisis actual es un shock de oferta dado que las empresas no pueden producir. Las medidas dispuestas por gran parte de los gobiernos de cuarentenas totales impiden a los trabajadores ir a las fábricas y oficinas haciendo que la oferta se reduzca dramáticamente.

Sin embargo, a diferencia de la crisis petrolera anteriormente mencionada, este shock de oferta induce a un shock de demanda. Un ejemplo es la cantidad de pedidos de seguro de desempleo en los Estados Unidos que se vienen acumulando desde el inicio de la crisis. En tan solo nueve semanas, más de 38 millones de personas solicitaron un seguro de desempleo llegando al récord de 6,8 millones en una semana a fines de marzo, cuando en la crisis del 2008/09 la semana récord fue de 665.000 pedidos. En consecuencia, el desempleo en el país norteamericano llegó al 14,7% superando ampliamente el pico del 10% de la crisis subprime.

Esta pérdida de empleo y el miedo por perderlo genera una fuerte retracción en la demanda de los consumidores que en vez de gastar su dinero prefiere tener una actitud precautoria y guardar su dinero en caso de que sus ingresos desaparezcan. Así, lo que en principio fue un shock de oferta solamente, fue mutando en un shock de demanda.

Esta distinción es importante ya que afecta la forma en que los gobiernos reaccionan frente a la crisis. Un mal diagnostico lleva a cometer errores no forzados.

Como sabemos el shock de oferta es provocado por la cuarentena impuesta por los gobiernos de cada país como primera reacción para evitar que el virus se propague. De esta forma, la manera de contrarrestar a dicho shock es buscar la manera de salir de la cuarentena de tal forma que el virus no se descontrole. Hay varios países que ya están reabriendo su economía con sus respectivos protocolos sanitarios. Sin embargo, es un proceso lento y trae los riesgos de que el virus termine rebrotando.

Por otro lado, los gobiernos de gran cantidad de países salieron con un arsenal de medidas fiscales para paliar el shock de demanda. Créditos a empresas, rebajas impositivas y muchas medidas más fueron utilizadas para hacer frente al shock de demanda y que las familias perciban algún tipo de ingreso hasta que pase la tormenta. Los ministros de economía saben que el golpe de la crisis va a ser brutal. Lo que buscan con estas medidas es evitar que la crisis y su consecuente recesión deje en la economía secuelas crónicas como puede ser una quiebra masiva de empresas que haga que colapse el sistema financiero y económico de cada país. En base a los paquetes fiscales se busca que las empresas sobrevivan y cuando volvamos a la “nueva normalidad” puedan volver a poner en marcha las máquinas y contratar trabajadores.

Los paquetes fiscales son inéditos en comparación con otras crisis, alcanzando la cifra del 20% del PBI en algunos casos. De los países desarrollados, entre los que poseen paquetes fiscales más altos se puede destacar Japón (21% del PBI), Luxemburgo (20%) y Bélgica (19%).

¿Y Argentina?

Nuestro país viene sufriendo crisis tras crisis desde hace décadas. La cotidiana convivencia con problemas macroeconómicos iba a hacer que en algún momento sucediera algún problema externo que nos agarrase mal parado. Y así fue, Argentina no crece desde hace 10 años y hace dos años está en recesión. Como si esto fuera poco, estamos en plena renegociación de la deuda externa para intentar evitar un noveno default. Este coctel de averías que tiene nuestro país hace que la pandemia nos afecte aún más de lo que afecta a países que tenían economías más sanas. Análogamente, el COVID-19 tiene un efecto más dañino sobre las personas que tienen enfermedades previas. En este sentido, Argentina es el paciente que, además de coronavirus, tiene 95 años, taquicardia, diabetes e insuficiencia respiratoria.

Por otro lado, existen países que tienen un estado de salud impecable, atléticos y jóvenes. Así, por más que contraigan coronavirus, puede que tengan fiebre y algún que otro inconveniente, pero una vez que se recuperen van a estar en condiciones de seguir sus vidas en la “nueva normalidad”.

Este es el caso de los países desarrollados, pero también de los países vecinos que hicieron bien las cosas durante muchos años y hoy tienen capacidad y recursos para que la crisis no impacte muy fuerte en sus economías. Este es el caso de Chile, Uruguay, Paraguay y Perú. Estos dos últimos, incluso tuvieron la posibilidad de ir al mercado de deuda para obtener recursos extra para afrontar la pandemia. No solo que consiguieron los dólares que a nosotros nos falta como el agua, sino que lo hicieron a tasas increíblemente bajas.

El buen comportamiento trae sus recompensas. Los recursos que se ahorraron en épocas de vacas gordas pueden ser utilizados en estos tiempos de crisis. En nuestra región el paquete fiscal más grande lo tiene Perú (9%), luego Brasil (8%), Paraguay (6%), Chile (5%) y luego viene Argentina (3%), según datos de la BBC. Según la Oficina Presupuestaria del Congreso (OPC) el paquete fiscal de Argentina podría extenderse hasta a 4,7% del PBI.

 

La crisis va a ser fuerte. Lo importante ahora es ver la manera de salir lo mejor y más rápido posible. Para ello hay que entender primero que el crecimiento siempre viene por el lado del sector que genera riqueza, el sector privado. Para ello es necesario crear un ambiente en donde los individuos puedan desarrollar sus negocios fácilmente y sin que el Estado los esquilme con impuestos y regulaciones. Tantas son las trabas burocráticas e impositivas que alguien que quiera comenzar a producir va a estar gran parte de su tiempo con la cabeza en como cumplir con el Estado que en pensar en su negocio. Para ello es necesaria una serie de reformas estructurales que sirvan como un driver para que Argentina pueda salir de décadas de decadencia.

Por Diego Piccardo,  

Economista de la Fundación Libertad y Progreso

@dgpiccardo1

Artículo publicado en la revista DESAFÍO EXPORTAR de junio

Fuente: www.NetNews.com.ar

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