Sábado, 18 de Octubre de 2025 | 15:00
Neurociencias y Sobrepeso

El cerebro y las conductas asociadas a la selección de alimentos

Por Lic. Sol Vilaro (M.N. 5647) - Directora del departamento de Nutrición de INECO.

 

 

La organización Mundial de la salud define al sobrepeso y la obesidad como una acumulación anormal o excesiva de grasa que puede ser perjudicial para la salud. Es el resultado de un balance energético positivo continuado, en el que la ingesta total de energía supera el gasto energético total (se consume más de lo que se gasta).

 

Comemos para obtener los nutrientes y la energía que nuestro cuerpo necesita para mantenerse sano. La señal de hambre aparece para cumplir con esta necesidad y evitar un déficit de energía y nutrientes que ponga en riesgo nuestra salud. Pero, ¿Comemos porque tenemos hambre? ¿Comemos sólo para responder a esta necesidad de nutrientes? ¿Por qué comemos?

 

La alimentación es un tema de estudio afín a diferentes disciplinas, pues, la conducta alimentaria puede llegar a ser un lugar de encuentro de diferentes campos científicos, entre ellos, las neurociencias. No sólo comemos por una cuestión física, la alimentación envuelve aspectos nutricionales, neuropsicológicos, sociales, culturales y económicos, que constituyen una práctica de consumo que involucra desde necesidades fisiológicas hasta representaciones sociales y simbólicas de los alimentos.

 

El cerebro, junto con diferentes órganos, censa los niveles de nutrientes en el cuerpo y, cuando detecta la necesidad de alimento, envía una señal que es reconocida como hambre. Esto sucede en un área cerebral llamada hipotálamo. Allí, de acuerdo a las señales que recibe (provenientes del tubo digestivo), una gran cantidad de receptores y neuronas hace que aparezca la sensación de hambre o de saciedad.

 

Pero no es ésta la única razón que nos lleva a comer o a terminar la ingesta. Son muchos factores los que influyen en la conducta alimentaria. Comemos por razones mucho más profundas de las que creemos, también integradas en nuestro cerebro. No comemos sólo porque tenemos hambre, sino porque las emociones, el estrés, la ansiedad, el contexto y otros procesos internos, también disparan la conducta alimenticia. Pareciera que somos dependientes del ambiente, del contexto; respondemos a distintas señales de comida.

 

Comemos porque la comida está asociada al placer. Hay autores que plantean el concepto de “hambre hedónica”, entendida como un estado subjetivo que no solo tiene que ver con la ingesta real de alimentos y la satisfacción de la necesidad fisiológica, sino que además se relaciona con aspectos de consumo por placer. Hay un sector del cerebro que vincula a la comida por la respuesta de placer que ésta representa. Comemos también por causas ligadas a emociones. Los alimentos que elegimos, las cantidades y las frecuencias de las comidas pueden estar influenciados por emociones como ansiedad, enojo, alegría y tristeza o situaciones de estrés, aburrimiento.

 

Esto explica, en parte, el motivo por el cual las dietas para bajar de peso no sirven. Las dietas restrictivas, de muy bajas calorías, que prometen un descenso de peso rápido y en poco tiempo, pueden cumplir (temporalmente) con las expectativas de muchas personas que buscan resultados mágicos. Este tipo de dietas tienen como objetivo únicamente el descenso de peso y a cualquier costo, pero dejan de lado el objetivo más importante que debe tener un abordaje serio de la obesidad, que incluya cómo cambiar la conducta alimentaria en la vida diaria, en el trabajo, en las vacaciones y en las reuniones sociales.

 

Las Neurociencias Cognitivas intentan comprender las bases neurobiológicas de los procesos mentales y entender cómo estos influyen en la conducta. El conocimiento de cómo funciona nuestro cerebro, saber cómo tomamos decisiones puede ser de gran utilidad en los tratamientos para la obesidad. Existen evidencias de que ciertos circuitos cerebrales son disparadores del impulso de alimentación. Dicho de otra manera, comemos por razones mucho más profundas de las que creemos. Nuestras funciones cognitivas (la atención, la memoria, la percepción, etc.) se ven involucradas continuamente en lo que respecta a la alimentación.

 

La atención puede dirigirse pero también puede dispersarse automáticamente. Todos los días estamos expuestos a centenares de estímulos relacionados con la comida que disparan automáticamente nuestra atención y promueven respuestas impulsivas. Por ejemplo, comprar aquello que no teníamos pensado. La atención suele dispararse automáticamente frente a aquellas características de las comidas más relacionadas con el placer.

 

La percepción es la interpretación que hace nuestro cerebro de la información proveniente de los sentidos (gusto, olfato, oído, etc). Percibimos las porciones más chicas cuando están expuestas en platos o bowls más grandes, por lo que platos más grandes aumentan el consumo. Tomamos y servimos más cuando usamos vasos anchos (vs vasos largos). La presentación de comida segmentada en unidades pequeñas aumenta la sensación de saciedad, un plato con múltiples pequeñas porciones (albóndigas, por ejemplo) aumenta más la saciedad que la misma cantidad en una única porción (hamburguesa).

 

La cognición social hace referencia a cómo procesamos la información proveniente de los otros y cómo esto afecta nuestra conducta. La cantidad de personas con las que comemos aumenta la ingesta. Cuando comemos con amigos o familiares ingerimos más comida y esto también relaciona con un mayor tiempo de exposición a la comida. Comemos porque tenemos alimentos a nuestro alcance y, en este caso, el deseo de comer aparece sólo porque la comida está cerca.

 

El tratamiento serio de la obesidad debe estar abordado por un equipo interdisciplinario, pero que no solamente tenga en cuenta la actividad física y el plan de alimentación, sino que se consideren los pensamientos y las emociones que se ponen en juego y que influyen en la manera de comer. Son necesarios conocimientos sobre los mecanismos cognitivos que se asocian con estas características a fin de un cambio de conducta eficaz.

 

 

Revista Desafío Exportar

Fuente: www.NetNews.com.ar

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