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MEDIO AMBIENTE 09.10.2023

EL SECTOR AGROPECUARIO Y EL CAMBIO CLIMÁTICO

Ing. Gustavo Montero Por Ing. Gustavo Montero
Ingeniero Agrónomo y Magister en Medio Ambiente Humano. Consultor

La casi totalidad de la comunidad científica y un número creciente de grupos sociales, empresariales y políticos de distintos países están convencidos de que el cambio climático originado por las actividades humanas constituye el mayor desafío ambiental que se pudiera interponer en el camino hacia el desarrollo sostenible durante el presente siglo.

 

La dura verdad es que el cambio climático ya está entre nosotros, lo que nos lleva a pensar que no solo es imperioso tomar medidas para mitigarlo, sino que debemos estar preparados para adaptarnos a las consecuencias, por lo que parecería que hoy, no hay que trabajar solamente en las causas de dicho cambio sino en pensar como miles de millones de personas se deben adaptar al cambio climático. El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), en este sentido expresó que cerca 3.600 millones de personas son vulnerables al cambio climático en el mundo.

Hace unos días el Secretario de la ONU Antonio Guterres, indicó que el clima “está implosionando más rápido de lo que podemos hacer frente”; y así se podrían citar muchas más voces de organismos científicos mundiales que nos alertan sobre esta problemática.

Para sumar datos, en el último período quinquenal se han registrado los cinco años más cálidos de los que se tiene constancia y la temperatura media de la Tierra ya está en más de 1.0°C por encima del valor de la era preindustrial, y, la Organización Mundial de Meteorología (OMM), indicó que hay probabilidades que en el período 2021-2025 se supere en algún año, el 1,5°C propuesto por el Acuerdo de París (COP 21) como el primer límite a no superar. 

 

"La dura verdad es que el cambio climático ya está entre nosotros, lo que nos lleva a pensar que no solo es imperioso tomar medidas para mitigarlo, sino que debemos estar preparados para adaptarnos a las consecuencias"

 

En este contexto, los procesos agropecuarios y el amplio marco de actividades que derivan de este sector, y su relación con las emisiones globales de carbono es un tema de recurrente atención en los foros internacionales y en los medios globales de comunicación, atribuyendo, en muchos casos, a estas actividades una responsabilidad mayor en el calentamiento global, que en la realidad tienen, en especial a lo referido al impacto de la ganadería bovina y las emisiones de metano.

Hay muchos artículos que hablan del metano originado en los rumiantes por su fermentación entérica, del poder de calentamiento del metano (superior en casi 30 veces el valor del CO2, principal gas de efecto invernadero), pero poco se habla de las posibilidades de secuestro de carbono, que puede tener dicha actividad.

La realidad indica, que, no solamente tomando en cuenta el metano, sino también las actividades que originan otros GEI de la ganadería, las emisiones de la actividad ganadera representan el 10% de las emisiones globales. Incluyendo toda la actividad agropecuaria en su conjunto, es del 30% de dichas emisiones globales.

Sabiendo que el suelo es uno de los principales sumideros de CO2, podemos afirmar que hay evidencias muy ciertas y concretas que mucha de nuestra producción agropecuaria es neutra desde el punto de cambio climático, tomando en cuenta las emisiones y remociones (eliminación de CO2 del aire) que se detectan en la actividad.

Por el contrario, la industria de los combustibles fósiles no puede hacer lo que hace la actividad agropecuaria, no puede secuestrar carbono, porque no es un ciclo cerrado y no tiene formas significativas de reducir las emisiones. Las tecnologías para la captura y el almacenamiento de carbono, o para su eliminación de la atmósfera, que estimulan estas industrias, no son la respuesta para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. La mayoría son ineficaces, sobreestimadas en muchos casos, y las empresas siguen emitiendo. Pero para las empresas de combustibles fósiles que siguen contaminando el planeta, constituyen una aparente solución climática.

Claramente, con este marco conceptual, no son tiempos propicios para los descuidos ni las reacciones lentas de gobiernos, instituciones y empresas, ya que no solo somos parte del problema, sino podemos ser las principales víctimas del cambio climático.

Tanto los países como las empresas deben estar atentas y tener una estrategia de blindaje acorde a los rigores que impone este nuevo escenario. Por otro lado, es cada vez mayor el control social sobre la gestión ambiental de las empresas, trascienden la preocupación del sector productivo y alcanza a todos los ciudadanos. Entregar una buena imagen a la sociedad es esencial para asegurar la viabilidad futura del negocio y de la propia organización. En línea con esto, informes de sustentabilidad en base a protocolos, implementación de normas y otros esquemas de certificación permiten a las organizaciones mediante una evaluación neutral demostrar su aporte a la sustentabilidad.

 

MONITOREO Y HUELLA DE CARBONO

ISO define a la huella de carbono como la suma de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y agrega con buen criterio también, las remociones de GEI, en un sistema producto o en un sistema organizacional, expresadas como CO2 equivalente y basadas en una evaluación del ciclo de vida o en las evaluaciones a nivel de organización.

La huella de carbono, no es sólo un mero elemento de cálculo, sino que es un primer paso en el camino de la mejora y el compromiso de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero. Se comporta como un instrumento valioso, entre otras cuestiones para:

Conocer donde están aquellos procesos o partes de los mismos que generan mayor cantidad de emisiones.
Investigar puntos donde pueden minimizarse emisiones.
Comparar distintos planteos productivos en el caso de la actividad agropecuaria, por ejemplo, para seleccionar dentro de las posibilidades de cada establecimiento, aquellas que aporten mayor carbono al suelo.
Planificar en el tiempo y de forma razonable metas de reducción. 

 

“podemos afirmar que hay evidencias muy ciertas y concretas que mucha de nuestra producción agropecuaria es neutra desde el punto de cambio climático, tomando en cuenta las emisiones y remociones”

 

 

Para realizar los inventarios de GEI, necesarios para la huella, básicamente se identifican las fuentes de emisiones, se realiza el inventario de los consumos de combustibles, fertilizantes, agroquímicos, equipos de frío (en el caso del tambo), las cabezas de ganado, efluentes, etc. Estos datos de actividades se relacionan con el factor de emisión, que se puede definir como un valor representativo que intenta relacionar la cantidad de contaminante emitido a la atmósfera (GEI) con una actividad asociada a la emisión del contaminante. Por ejemplo, un factor de emisión de energía eléctrica adquirida, podría ser 0,272 kg de CO2e/Kwh o un factor de emisión entérica en bovinos de carne de 80 kg de CH4/año/bovino.

Lo importante en todos estos cálculos, es bajar a lo máximo posible los valores de incertidumbre, mediante una buena base de datos y un apoyo científico y bibliográfico que permita tener factores de emisión lo más ajustado posible.

A partir de hace unos años, hay más trabajos locales y a campo, que permiten bajar esa incertidumbre y ajustar los factores de emisión, por ejemplo, trabajos hechos por universidades y el INTA en arroz, obtuvieron factores de emisión de metano mucho menores, a los que manejábamos en su momento desde el IPCC u otra fuente de información.

En conclusión, al dato de la suma de emisiones, les debemos restar las remociones o eliminaciones de CO2, hasta obtener un valor que relacione la cantidad de emisiones, por unidad de superficie, en caso de huellas organizacionales, o valores de emisiones por tonelada de grano o kilos de carne en el caso de huellas de producto.  

 

REMOCIONES EN EL SECTOR AGROPECUARIO

Como se señaló en párrafos más arriba, los sistemas agropecuarios son responsables del 30% de las emisiones totales de gases de efecto invernadero (GEI) globales. Y también se dijo que los suelos son el reservorio de carbono terrestre más grande del planeta. Ese carbono se almacena bajo la forma de carbono orgánico del suelo (COS), que tiene un gran potencial para mitigar el cambio climático, remocionando las emisiones de las actividades.

AAPRESID, INTA y CREA realizaron un mapa del potencial de secuestro de COS de los suelos en Argentina que permite entender cuál es el nivel máximo de COS que puede almacenar un suelo en una determinada zona. Es decir, dependiendo de las condiciones del suelo y clima, representa el valor de captura que es factible de lograrse con la implementación de ciertas prácticas agrícolas.

Un cultivo agrícola, supongamos un maíz, deja un rastrojo y una raíz, que tiene una cantidad de materia seca que se incorpora en el suelo. Esa materia seca, si se transformara 100% en carbono estaríamos hablando del 40 a 50% del total. No todo ese carbono disponible se humidifica, sino que hay porcentaje que se denomina K1 (constante de humidificación) que depende, por ejemplo, del contenido de lignina, que se incorpora como COS al suelo. En el caso del maíz el valor de K1 puede llegar a más del 50% de ese carbono total, que es lo que se incorpora al suelo, por lo tanto, no nos puede asombrar que un rastrojo de maíz de altos rendimientos, pueda aportar más de 1 tonelada de C/ha en el suelo.

Otro tanto sucede con los cultivos de cobertura o de servicio, que permite mantener el suelo cubierto durante el barbecho y aportar carbono.

Si nos enfocamos en la ganadería a pastoreo, hay un aporte importante de C en el suelo, mediante la excreta del animal, además del aporte que realizan las pasturas y pastizales que se usan como sistema de alimentación. Ni hablar de sistemas silvopastoriles, que además de los aportes señalados, pueden agregar las remociones de los árboles a partir del crecimiento de su biomasa.

Hay otras medidas, que hoy el productor agropecuario las practica, rotaciones de cultivos, uso de fertilizantes más amigables con el ambiente, controles de erosión, siembra directa y algunas prácticas que se están probando como bajar las emisiones entéricas adicionando a la ración algas, taninos y otros aditivos, que están dando resultados muy promisorios.

 

LOS MONTES NATIVOS

Como principales fuentes de emisión de carbono que son señaladas internacionalmente en el sector agropecuario, se encuentra la deforestación (desmonte) y la ganadería (FAO, 2015). La deforestación impone la eliminación de grandes stocks de carbono contenidos en el suelo y en la biomasa (aérea y subterránea) de los bosques nativos, asociados además a la pérdida de biodiversidad y servicios del ecosistema que se atribuyen a las tierras forestales (MAyDS, 2017).

Así cuando analizamos distintos establecimientos con bosques nativos, en algunos casos no se verifican desmontes y los campos se encontrarían estabilizados, y en otros casos, se encuentran más cercanos en el tiempo, picos intensos de emisión de carbono, ya sea debido a desmontes o a incendios.

Hoy, tanto la superficie de bosque nativo como las áreas desmontadas se detectan fácilmente mediante tecnología satelital y a estas, se agrega el uso de modelos que estiman tanto el carbono emitido como secuestrado en un período determinado de tiempo. Todos los ecosistemas terrestres del planeta están sometidos a un monitoreo global sistemático de las áreas boscosas desde mediados de la década de 1980 hasta la actualidad (E, Viglizzo, 2020).

Los campos con bosque nativo tienen un activo de carbono más alto que los campos sin vegetación boscosa.

Esa vegetación si pertenece y se incluye dentro del alcance de la Huella de Carbono, puede “remocionar” altas cantidades de emisiones.

Hay mediciones de huella de carbono de la carne en Salta, desde la cría hasta el despacho de carne procesada y envasada que han resultado carbono neutral, gracias a las remociones, producto de los bosques nativos.

Si bien el uso de técnicas de Sistema de Información Geográfica (SIG)  permiten estimar las remociones, en este caso particular, se realizaron muestreos georreferenciados a campo donde cada 2 a 4 años se miden los crecimientos de biomasa de árboles y renovales, cuantificando crecimientos de 2 a 9 toneladas de C/ha/año.   

Hay que resaltar que los biomas boscosos son una fracción muy importante del capital de carbono que se puede contabilizar. Esta a la vez tiene una ventaja, porque es una reserva fácil de cuantificar, pero conlleva la desventaja de ser una fracción vulnerable a las pérdidas por desmonte, fuego, pastoreo, o heladas, sequías o inundaciones intensas. Por eso, es importante los recaudos que hay que tomar para mantenerla.

 

CONCLUSIÓN

Hacer mediciones de campo de todos los factores de emisión, o potenciales de remoción sería más riguroso y preciso, pero el costo en recursos humanos, tiempo y dinero resulta en algunos casos muy alto para una empresa agropecuaria media. Si bien se está trabajando a nivel de campo. organizaciones y entes nacionales en forma bastante intensa, para obtener datos más rigurosos, hoy estos estudios de huella de carbono, están basados, en la aplicación de coeficientes de uso universal desarrollados por equipos de científicos de organismos internacionales reconocidos (como el IPCC,), y unificados en guías metodológicas validadas internacionalmente, que pueden bajar la incertidumbre de los resultados a valores aceptables.

Sumado a lo anterior, la calidad de los datos aportados por una empresa para este tipo de estudios, también define la confiabilidad del mismo. La falta o mala gestión de datos propios son una de las principales limitaciones en este tipo de estudios. La interpretación de los resultados y el diagnóstico que podemos hacer a partir de ellos es vital. Sin una base de datos certeros, se pueden provocar diagnósticos erróneos y las decisiones que se tomen pueden ser invalidadas por los hechos.

El cambio climático es, sin duda, el factor que más golpea a la comunidad internacional, ya no en el largo plazo, sino en el corto y mediano plazo. Ignorar o subestimar los efectos de la actividad humana sobre el calentamiento global, o desentenderse de las medidas de adaptación que es necesario tomar para enfrentar las secuelas negativas del cambio climático, es muy peligroso para la continuidad de las empresas. Por el contrario, estrategias que impliquen:

  • la implementación de acciones destinadas a reducir las emisiones de la empresa,
  • acciones de protección de recursos que nos permitan compensar emisiones, como son los bosques nativos
  • y la adaptación preventivamente al cambio climático,

 

 

son los que deberían prevalecer.

 

Los estudios de emisiones y remociones de GEI o de balances de carbono, permiten además de todas las cuestiones enumeradas anteriormente, demostrar en la sociedad y en los mercados internacionales que las empresas se encuentran enroladas dentro de una estrategia progresiva en materia de mitigación del cambio climático.

 

 

 

 

 

 

Fuente: www.NetNews.com.ar

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