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MEDIO AMBIENTE 15.07.2021
Opinión

“De la Caza a la Amenaza” Los riesgos que corren las ballenas en la actualidad

Estos grandes cetáceos, la criatura mas grande que habita nuestro planeta (una ballena azul adulta puede llegar a 33 metros de longitud total) prácticamente no tienen predadores naturales, con excepción de las orcas que atacan animales enfermos o a crías y cuya tasa...

Estos grandes cetáceos, la criatura mas grande que habita nuestro planeta (una ballena azul adulta puede llegar a 33 metros de longitud total) prácticamente no tienen predadores naturales, con excepción de las orcas que atacan animales enfermos o a crías y cuya tasa de predación no amenaza de forma alguna a la supervivencia de las distintas especies de ballenas.

 

Los paleontólogos pueden reconstruir las distintas fases de la evolución de los animales más colosales del planeta hasta sus orígenes en el período eoceno, hace unos 55 millones de años. Unos 10 millones de años tomó el paso de los mamíferos de agua dulce a navegantes de alta mar. Las ballenas sufrieron la transformación más radical y completa entre los mamíferos. Las técnicas moleculares indican que son los hipopótamos (provienen de los artiodáctilos) los parientes vivos más próximos de las ballenas. Se han descubierto pistas genéticas únicas que sólo comparten las ballenas y los hipopótamos, y esto demuestra la existencia de un ancestro común.

 

Estos mamíferos que se originan en un ancestro terrestre adquirieron sorprendentes capacidades de adaptación a la vida acuática realmente sorprendentes: el desarrollo de un oído subacuático por etapas. Sus ancestros de hace 50 millones de años carecían del relleno adiposo que se extiende hacia el oído medio y que presentan los actuales cetáceos. Esto connota que habrían sido terrestres. Después, la mandíbula se adaptó para recibir sonidos, y el melón, una estructura conductora y amplificadora del sonido evolucionó sólo en los cetáceos dentados como delfines y cachalote, que también a pesar de su gran tamaño, es un delfín.

 

                                                                                                                                              Foto: Sebastián Leal @seba_Leal

 


Las ballenas también han evolucionado en su respiración: en cada respiración intercambian cerca del 90 por ciento del aire de sus pulmones (los humanos intercambiamos cerca del 15 por ciento).

 

Al mismo tiempo que adquieren adaptaciones fisiológicas a la vida acuática su gran tamaño y el hecho que se alimenten de zooplancton (krill) condicionaron su comportamiento no agresivo y la necesidad de migrar estacionalmente ya que su alimento se concentra en zonas subárticas y subantárticas, según habiten hemisferio Norte o Sur, pero necesitan aguas más cálidas para aparearse, parir y amamantar a sus crías.

 

La caza indiscriminada que tuvo lugar entre los siglos XV a inicios del XX, y que fue estimulada por la gran necesidad de aceites en la era industrial, llevó hasta casi la extinción a la mayoría de los grandes cetáceos. En 1936 se crea la Comisión Ballenera Internacional en un intento parcialmente aplicado, de racionalizar el recurso, pero fue recién en 1986 que la caza de ballena se prohíbe en forma absoluta con excepción de unos pocos ejemplares para los esquimales INUIT o la llamada “captura científica” de los japoneses y que no es otra cosa que una captura comercial encubierta de la especie minke, la ballena más pequeña.

 

 

 “La tecnología, que antaño perfecciono los arpones para cazar ballenas, viene en su ayuda para protegerlas” 

 

 

Actualmente existen santuarios absolutos de protección en el Antártico y el océano Indico, y estos esfuerzos dan su fruto: las poblaciones de las grandes ballenas se están recuperando.

 

Las costas argentinas son visitadas por distintas especies de ballenas, siendo emblemática de nuestra Patagonia en la Ballena Franca Austral (decretada por ley monumento natural en 1984). En Chubut y Rio Negro el avistaje embarcado constituye un recurso turístico de magnitud a la vez que despierta en los emocionados espectadores la conciencia de conservación de los océanos a la vista de este pacifico gigante.

 

Sin embargo, una amenaza mucho menos obvia que la caza se cierne sobre las ballenas: nosotros, los seres humanos, que compartimos con ellas el uso de los mares y costas. La pesca y la navegación recreativa y comercial, que se encuentran en continuo crecimiento, cuyos derroteros atraviesan las rutas migratorias o las áreas de reproducción y alimentación, las amenaza por el enmalle incidental en redes o las colisiones.

 

En el año 2017, nuestro  equipo de cetáceos de la Fundación Félix de Azara, revisó las comunicaciones existentes de más de 100 varamientos de cetáceos en las costas Argentinas en las últimas décadas revelando que la mayoría de  las carcasas mostraban signos de interacción con actividades  humanas como signos externos de trauma o marcas de redes o cabos.

 

 

La ballena franca del norte, homónima de la nuestra se encuentra prácticamente en extinción siendo las colisiones la principal causa de muerte; ya que durante la noche estos animales se encuentran flotando cercanos a la superficie, adormilados y menos móviles. Asimismo, la luz crepuscular es el momento que eligen para alimentarse ya que el krill sube a la superficie y en el momento que ellas lo siguen con la boca abierta su capacidad de reacción es prácticamente nula y su movilidad de huida escasa.

 

A medida que aumenta el numero de ballenas estos encuentros mortales son cada vez más frecuentes, muchos de los individuos que varan muertos o moribundos muestran signos de trauma evidentes, pero… ¿qué podemos hacer? La tecnología, que antaño perfecciono los arpones para cazarlas, viene en su ayuda para protegerlas:  ha comenzado en Chile en el 2020  un proyecto  piloto de “alerta temprana” de la presencia de cetáceos a las embarcaciones denominado “Blue boat iniciative” que  por medio de boyas inteligentes entregara información a las embarcaciones sobre la presencia de cetáceos e n tiempo real,  los hidrófonos en las boyas captaran los sonidos emitidos y enviaran datos de ubicación del cetáceo y otros datos oceanográficos que llegaran a  los barcos con tiempo suficiente para evitar a los cetáceos . La información obtenida permitirá aumentar el conocimiento sobre comportamiento y distribución de ballenas y estimular la realización de maniobras de evitación, que ya están dando muy buenos resultados en Hemisferio Norte.

 

                                                                                     Foto: Sebastián Leal @seba_Leal

 

 

Esperamos que muy pronto se genere una ampliación del proyecto para abarcar los mares magallánicos, el Estrecho de Magallanes y el Atlántico Sudoccidental. Las boyas permiten detectar ballenas a una distancia de 60 km, Especialmente de las especies azul, sei, jorobada y franca que son las que abundan en estos mares australes.

 

Es nuestra misión incrementar el conocimiento y el esfuerzo destinado a conservar a estos pacíficos gigantes, la especie más grande y pacifica del planeta tierra.

 

Dra. Marcela Junín

 

Revista Desafío Exportar

Fuente: www.NetNews.com.ar

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