Sábado, 06 de Diciembre de 2025 | 19:20
Economía

El capital es el enemigo

"Dos destacados expositores de la doctrina, E. de -Girardin y Menier fundamentan entusiastamente esta corriente, afirmando el primero: I* Este impuesto compele a los capitales a circular y a buscar los empleos lucrativos; 2 El alcanza y grava la riqueza consolidada, y no- aquella en formación; 3 Grava ciertas manifestaciones de la fortuna, que el impuesto sobre las rentas, por su naturaleza misma, deja forzosamente de lado."[1][1]

 

 

En el caso, como queda dicho, los tres puntos con falsos de toda falsedad. El capital no circula por el impuesto, sino que -al contrario- deja de hacerlo, ya que el impuesto va comiendo trozo a trozo parte de ese capital. La única circulación que cumple el capital en este caso es que circula de las manos de su dueño a las manos del burócrata que lo recauda. Y este lo usa para sus gastos personales, familiares, de amigos o partidarios, clientelismo político, electoral, etc. En todo ese trayecto, el capital (que solo es capital en manos de su propietario y no de terceros) dejó de ser capital. Simplemente se dilapidó.

La riqueza jamás está "consolidada", sino que es dinámica si el mercado es libre. Cuando el mercado se interviene lo único que se consolida es la pobreza de la masa de consumidores y trabajadores y la riqueza de la burocracia parasitaria gobernante y su "corte" de sub-parásitos.

Y en cuanto al punto 3 es cierto, y precisamente por ello es el más dañino de los impuestos, ya que descapitaliza más, con lo cual habrá menos salarios y menos fuentes de trabajo, las que existen y crecen gracias al capital. Sin este no existirían.

"Los fundamentos que nos dan los partidarios del impuesto sobre el capital, aparecen a veces convincentes, pero, como sostiene acertadamente Ruzzo, no se pueden conceptuar propiamente como una doctrina: puede hablarse de impuesto sobre algunos capitales, pero no propiamente de un impuesto sobre el capital; menos con la extensión que le asignan los propiciadores. Cabe reconocer, por lo demás, que no existe en la actualidad una teoría general del impuesto sobre el capital, porque tampoco rige en ningún país civilizado un sistema financiero de tal Índole. "Los financistas que han sostenido esta imposición -dice el nombrado economista argentino-, como general, pretendieron darle este carácter aduciendo que no hay ninguna persona en la colectividad social desprovista en absoluto de algún bien que pueda ser objeto de un gravamen. En el estado actual de la ciencia y ante las doctrinas económicas y políticas imperantes, tal concepto no es admisible ni justo, porque bien se sabe que de acuerdo al principio de la exención del mínimo necesario para la existencia, no se podría exigir impuesto a los que tienen tan sólo lo indispensable para la vida, a la vez que la concentración de la riqueza, aleja cada vez más los capitales de las clases pobres, lo que conduce a algunos economistas, si bien avanzados, a encontrar en unión positiva el progreso y la miseria."[1][2]

 

"El capital no circula por el impuesto, sino que -al contrario- deja de hacerlo, ya que el impuesto va comiendo trozo a trozo parte de ese capital".

 

Comienza esta cita con algunas cuestiones de tipo académico que a nosotros (que encaramos este trabajo desde un punto de vista teórico-práctico) no nos interesan. No nos parece tan importante encontrar la definición "perfecta" del impuesto, ni cual podría ser el más "conveniente" sino sus efectos prácticos desde el punto de vista económico, que no es otra cosa que el bienestar de las personas en su totalidad, y no la de algunos sectores a costa de los demás.

Que no existieran impuestos directos sobre el capital no significa que este no se vea alcanzado por los indirectos, ya que incluso esta distinción entre directos e indirectos es también una creación de tipo académico y no más que eso. El impuesto es un despojo -en suma- y sea directa o indirectamente la realidad es que en él hay un expoliado y un expoliador, alguien que ha perdido (el primero) y alguien que ha ganado (el segundo) este es el hecho que se encuentra en la base de todo impuesto, y toda teoría que se articula para procurar disfrazar o desmentir este hecho es simplemente no otra cosa que una "cortina de humo" para ocultar la circunstancia cierta de que ha habido un robo al que se le pretende cambiar el rótulo de "robo" por otro más bonito o elegante (impuesto). Obviamente, el jurista que no se ha adentrado ni siquiera asomado a estudios económicos más profundos no puede entender lo que decimos.

Los "financistas" (como se los llama en la cita) son estatistas, y como tales resulta obvio que quieren imponer todo a todos, tengan o no tengan recursos. Como estatistas -en última instancia- son totalitarios, y con esa mentalidad, no pueden tolerar ni admitir que alguien posea "algo" que ellos no tienen, y por lo tanto ¿quién mejor que el gobierno para quitarles a los propietarios y dárselos a ellos impuestos mediante? Según su punto de vista, no existe nada mejor para ellos que esto, porque si le damos una pincelada de "legalidad" nadie podrá objetarnos nada. Y en este sentido, podemos decir retrospectivamente que les ha ido bastante bien con esa estratagema.

En rigor, frente al impuesto, y desde el punto de vista económico, no rige ningún "principio de exención": todos pagamos impuestos (algunos más, otros menos, pero todos los pagamos).

Precisamente, lo diabólico del impuesto es que también afecta a aquellos "que tienen tan sólo lo indispensable para la vida" por mucho que una o más leyes los "exminera" del pago de los demás impuestos, ya que ninguna ley conseguirá hacerlos escapar de su condición de "contribuyentes" de hecho (ya no de derecho). Algo que el jurista ignorante de economía no podrá entender hasta que la estudie.

"...lo diabólico del impuesto es que también afecta a aquellos "que tienen tan sólo lo indispensable para la vida." 

 

Y el súmmum de la ignorancia llega en la frase final, ya que no hay sistema fuera del capitalismo para evitar “la concentración de la riqueza" que tanto preocupa a todos. No pueden entender que el capitalismo dispersa la riqueza transfiriéndola a los más pobres, aumentando salarios y creando fuentes de trabajo, y que -por el contrario- el mayor concentrador de riqueza es el fisco, justamente porque es el único que puede apoderarse de la riqueza ajena por medio de la ley (impuesto) facultad que ningún capitalista tiene a su alcance.

 

 

@GBoragina

 

 

[1][1] Mateo Goldstein. Voz "IMPUESTOS" en Enciclopedia Jurídica OMEBA, TOMO 15, letra I, Grupo 05.

[1][2] Goldstein, M. ibidem.

Fuente: www.NetNews.com.ar

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