Elecciones y recesiones, algunas lecciones
Por Franco Uccelli. Director Ejecutivo y Jefe de Estrategia de Inversiones de Clientes Latinoamericanos de J.P. Morgan Private Bank.
Head of Client investment, Strategy for Latin America, J.P. Morgan Private Bank.
En estos días, si los inversionistas internacionales no están pensando en la pandemia global y su devastador impacto social y económico, probablemente están ponderando las posibles consecuencias de las elecciones del 3 de noviembre en Estados Unidos.
Más allá de quién ganará las elecciones, son muchas las preguntas que actualmente generan gran incertidumbre y, para algunos, algo de preocupación. ¿Cómo podrían afectar las divergentes políticas que proponen los republicanos y los demócratas a los distintos sectores de la economía? ¿Qué consecuencias fiscales podrían producir los diferentes resultados electorales? ¿Cómo podría impactar un cambio político las inversiones en el corto plazo? A medida que nos acerquemos a noviembre, sin duda éstas y muchas otras preguntas adquirirán aún más y más relevancia. A continuación, haré una evaluación de lo que indican las últimas encuestas, de cómo la política podría impactar el panorama de las inversiones y de por qué es la inercia económica, más que cualquier otro factor, lo que más influye sobre los resultados electorales.
El 3 de noviembre, los estadounidenses irán a las urnas para elegir a un presidente, a los 435 miembros de la Cámara de Representantes y a 35 de los 100 senadores. A pesar de que las Joe Biden últimas encuestas muestran que las probabilidades de que el opositor gane la presidencia y que su partido, el demócrata, obtenga una mayoría en el congreso se han más que duplicado en los últimos tres meses, la evidencia histórica muestra que los presidentes que han buscado la reelección -en este caso el republicano Donald Trump- la han ganado tres de cada cuatro veces, y que cuando la han perdido es porque hubo una recesión económica durante los dos años previos a las elecciones. Dada la severa crisis económica que se vive hoy en día, la historia pareciera poner a Trump en desventaja. Sin embargo, la historia también demuestra que todavía hay mucho pan por rebanar y por lo tanto que sería prematuro declarar a Biden el probable ganador.
Gane quien gane la elección presidencial, serán en última instancia las propuestas del candidato vencedor y la probabilidad de que éstas sean implementadas lo que afectará las perspectivas económicas y de las inversiones. En Estados Unidos, el Presidente no tiene poder suficiente para realizar grandes cambios de política sin el consentimiento del congreso. La mayoría de las leyes federales comienzan como un proyecto de ley y se abren paso a través del proceso legislativo. En otras palabras, el presidente propone y es el congreso el que dispone. Es por ello que cuando se trata de grandes reformas económicas estructurales, la nueva composición del congreso podría ser tan importante como quién sea elegido presidente. Sin el congreso a su favor, es poco lo que un presidente puede hacer para modificar radicalmente las estructuras básicas de la economía estadounidense. Dado que de un tiempo a esta parte es el partidismo lo que está impulsando el proceso legislativo, es muy probable que propuestas de alto impacto se adopten solo si una de las partes tuviera control absoluto del gobierno y el poder legislativo, es decir, que un mismo partido gane la presidencia y mayorías tanto en la Cámara de Representantes como en el Senado. Es por ello que las elecciones en sí afectan poco la dirección que puedan tomar tanto la economía como los mercados. En general, los activos financieros tienden a subir de precio a medida que la economía crece, y la economía de los Estados Unidos se ha expandido constantemente a lo largo del tiempo, independientemente de qué partido sea el gobernante.
La evidencia muestra también que la inercia económica es lo que más le importa a los mercados. En las elecciones del 2008, por ejemplo, cuando el demócrata Barack Obama compitió contra el republicano John McCain por la presidencia, ambos tenían posturas opuestas sobre grandes temas como la guerra en Iraq y la salud pública, pero la contienda electoral tuvo lugar en medio de la Gran Crisis Financiera y los mercados fueron impactados por los tempestuosos vientos económicos y no por el cambio de las mareas políticas. Hoy en día, en medio de una crisis sanitaria y económica sin precedentes, tanto los republicanos como los demócratas parecieran estar incentivados para promover a toda costa la recuperación. Ambos partidos apoyan un mayor estímulo fiscal y ninguna de las partes está priorizando la reducción de los déficits presupuestarios. Sin duda hay muchas áreas en las que los candidatos presidenciales difieren, como en la política exterior, donde en los últimos años ha habido un marcado deterioro en las relaciones entre Estados Unidos y América Latina, algo que podría revertirse bajo un gobierno más convencional con una visión más internacionalista. A pesar de las divergencias ideológicas entre ambos candidatos, es muy probable que las prioridades políticas en el corto plazo estén dictadas por las condiciones económicas más que por consideraciones de otra índole.
Por ahora, tanto las últimas encuestas como la historia parecieran estar dándole ventaja en la contienda electoral al candidato demócrata Biden, pero las elecciones solo se ganan una vez que el último voto es contabilizado, y no antes. Lo que sí está claro es que las condiciones económicas, más que las tendencias políticas propiamente, juegan un papel determinante en las elecciones los Estados Unidos. En medio de una crisis económica, es muy difícil para cualquier presidente ganar la reelección. Pero en un sistema electoral tan peculiar como complejo como el de los Estados Unidos, queda claro que ganar el voto popular no garantiza ganar la elección, una lección que hace cuatro años dejó a Hillary Clinton fuera de la Casa Blanca.
Fuente: www.NetNews.com.ar
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