Sábado, 16 de Agosto de 2025 | 07:53
ECONOMÍA 13.08.2025

El desarrollo como meta final

Matías Bolis Wilson Por Matías Bolis Wilson
Economista

La estabilización macroeconómica es, a todas luces, una condición necesaria para el desarrollo. Pero no luce suficiente. En otras palabras, no puede haber desarrollo económico sin estabilidad macroeconómica, pero puede no haber desarrollo económico por más que haya una estabilidad temporal de la macroeconomía. Y la relación nunca es inversa. 

 


Como el desarrollo económico es tan importante para la prosperidad de una nación, es que vuelvo, una vez más, a ocuparme del tema. Especialmente en un país como Argentina que no crece en términos netos desde 2011, casualmente el año que se impuso el primer cepo, y cuyo ingreso per cápita cayó más del 15% en esos más de veinte años.


La teoría Schumpeteriana sobre el desarrollo económico y los conceptos neoschumpeterianos, así como la práctica económica real de las últimas décadas, demuestran que un desarrollo económico dinámico solo es posible en un modelo de crecimiento innovador. Parece evidente con el actual avance de la tecnología en el planeta, pero es importante resaltar que conservar los modos tradicionales de producción, management y estructura de las empresas ya existentes, por más exitosas que sean, solo luce tener un efecto positivo de corto plazo, mientras que, en el largo plazo, ese tipo de políticas suele tender a la crisis económica y al estancamiento secular. Según Schumpeter, la competencia se da por la innovación tecnológica entre las empresas y no por el precio, como propone la teoría tradicional. Y no solo las empresas compiten por esa innovación tecnológica, sino, y haciendo foco especial en el comercio internacional, los países. En la actualidad parece evidente y acertado, pero Schumpeter lo postuló en el primer cuarto del siglo pasado incluso antes del crack del ´29. 

 


"Con la estabilización macroeconómicano alcanza, pero sin esta estabilización, no podríamos hablar de un camino de desarrollo"

 

 


Una vez, unos amigos diseñadores gráficos me explicaron cómo la invención de la cámara fotográfica terminó con el movimiento hiperrealista en la pintura, dando pie al nacimiento de nuevas escuelas pictóricas que ya no necesitaban copiar la realidad porque para eso se había inventado la máquina fotográfica. Esa, tal cual, es la “destrucción creativa” de la que hablaba Schumpeter.


En el Ranking de Competitividad Mundial 2024 elaborado por el IMD World Competitiveness Center (Instituto Internacional para el Desarrollo del Management), Argentina se encontraba en el puesto 66 de 67 países evaluados, lo que la ubicaba en la penúltima posición, solo por encima de Venezuela. En el ranking global 2025 nuestro país escaló cuatro posiciones y se ubicó en el puesto número 62 sobre un total de 69 economías evaluadas. Entre los principales líderes de la competitividad global, aparecen Suiza, Singapur, Taiwán e Irlanda. La suba de Argentina estuvo vinculada, principalmente, al mejor desempeño en el pilar de eficiencia empresarial, mientras que los indicadores relacionados con la gestión estatal y la infraestructura mantienen, todavía, significativos desafíos. 

 


                                                 Evolución de Argentina


 
       Fuente: IMD.


Este ranking de competitividad mundial —que el IMD realiza hace 37 años— refleja la difícil situación que persiste en Argentina, que se encuentra entre las naciones menos competitivas del mundo, con un bajo desempeño en varios pilares clave y que no tiene que ver con el nivel del tipo de cambio real. Por eso, la discusión de si el tipo de cambio es o no competitivo parece ser un poco obsoleta o, al menos, sumamente acotada para entender la raíz de los incrementos en la competitividad y el desarrollo económico y que deja afuera a la innovación como principal driver de cambios esenciales. Como dice el IMD en su página: “La competitividad de una economía no puede reducirse a su PIB, productividad o niveles de empleo; sólo puede medirse considerando una matriz compleja de dimensiones políticas, sociales y culturales. La competitividad económica es sinónimo de calidad de vida, y los gobiernos desempeñan un papel tan importante como las empresas.”
Suiza, Singapur y Argentina

 

 

 

        Fuente: IMD.

 

 

Países como Singapur, Israel, Taiwán o la misma Irlanda —todos países chicos—, no tuvieron una dependencia del tipo de cambio alto para salir a competir y desarrollaron altos estándares de innovación y productividad. Así pasaron de tener bajos PBI per cápita relativos a ubicarse entre los más altos del planeta. Las ventajas de las innovaciones tecnológicas modernas provocan que esa la brecha económica y tecnológica entre países ricos y pobres pueda tender a achicarse con una orientación correcta y un plan estratégico acorde.


La historia muestra que aquellos países que intentaron mantener su competitividad solo gracias a la expansión y mejora de las estructuras productivas existentes, incluso si eran altamente competitivos en un momento determinado, se alejaron del centro del sistema económico mundial.
“Las monedas fuertes se perfilan como un indicador de éxito a largo plazo”, dijo Arturo Bris, director del Centro de Competitividad Mundial del IMD. “Al mismo tiempo, la reorganización de las redes comerciales globales está revelando cómo los países accesibles han estado actuando en su mejor interés, y el consenso se revela positivo para las economías, en marcado contraste con los efectos de la polarización”. Y agregó: “En un mundo fragmentado, en el contexto de una guerra comercial con economías que protegen sus propios activos e inversiones, es importante que los sectores privado y público trabajen juntos”.


En este contexto, el hincapié en Schumpeter se vuelve revelador: procesos que por momentos parecen evidentes, no siempre son comprendidos o abarcados en la planificación de un país. La focalización de las acciones políticas en la generación y el dominio de tecnologías de innovación que creen las condiciones para la producción de nuevos bienes y servicios, abre la posibilidad concreta de un desarrollo dinámico. Una economía innovativa contempla, como eje central, no solo la innovación en los procesos productivos para mejorar la eficiencia y la competitividad, sino, más bien, el hecho de fabricar bienes que no existían antes y sus correspondientes mercados. De eso se trata salir a competir en un mundo que acelera la velocidad porque construye capa sobre capa y la propia composición de la demanda internacional cambia constantemente. Creo que la discusión, más temprano que tarde, debería tomar este sendero y dejar de caer en la trampa de propuestas obsoletas, porque las variables sociales más importantes —como el desempleo, la pobreza, la indigencia, el trabajo informal— dependen del éxito del desarrollo a mediano y largo plazo que mejoren la prosperidad de una nación. 


Con la estabilización macroeconómica, claramente, no alcanza. Pero sin esta estabilización, con la evidente exposición a retrocesos económicos, sociales y políticos, no podríamos hablar de un camino de desarrollo. Esa es la disyuntiva. La función prioritaria del Estado debería pasar a prestar atención a medidas de política pública destinadas a desarrollar el potencial de innovación, fortalecer la educación y la ciencia, crear infraestructura para la transferencia de tecnologías innovadoras, apoyar la actividad innovadora en todas las áreas, así como su amplia integración internacional en educación, investigación y áreas innovadoras. El desarrollo a través de la innovación hace a un país menos dependiente de sus recursos naturales porque el principal eje del desarrollo es el conocimiento innovador y su prosperidad no dependerá de variables aleatorias como el clima. La idea de incentivar la creación de nuevas empresas innovativas que generen un cambio en la creación de nuevos bienes y servicios parece el camino correcto. Las ventajas competitivas que fueron dadas por las dotaciones de recursos naturales, en un mundo cambiante de manera exponencial y cada vez más tecnológicamente exigente, pueden quedar dramáticamente vacías.

 

 

 

 

 

 

 

 

Fuente: www.Netnews.com.ar

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