EN UN PAÍS NORMAL, LA ESTRUCTURA PRODUCTIVA SERÁ DISTINTA
Economista y Director de la Fundación “Libertad y Progreso”.
En noviembre de 2023, los argentinos votaron un cambio de rumbo; ya que, durante décadas, el anterior nos llevó a una tendencia al empobrecimiento y a vivir de crisis en crisis. La buena noticia para todos es que, en cuanto asumió, este gobierno se puso manos a la obra para cumplir dicho compromiso; lo cual nos evitó vivir una nueva crisis.
La mala noticia para algunos es que es imposible pensar que una estructura del sector productivo, que tuvo que adaptarse a vivir en la “anormalidad”, vaya a ser la misma que la de un país normal. En esta nota trataremos de anticipar algunos de estos cambios que se darán para que se puedan tomar las decisiones para adaptarse a ese futuro escenario o cambiar de negocio o de trabajo si el actual va a ser inviable. También, puede permitir anticipar futuros nuevos nichos en los que poder incursionar.
Uno de los grandes cambios que viviremos los argentinos es respecto al dólar y su valor. No es verdad que somos adictos al “verde”; sino que le tenemos fobia al peso, con el cual nos han estafado desde el Banco Central durante décadas. Por lo tanto, la moneda estadounidense ha sido la forma de preservar nuestro patrimonio ante ese saqueo. Además, los ahorros en divisas extranjeras eran más elevados que lo normal; porque se usaban para cubrirse de las repetidas crisis, disminuyendo así el impacto negativo que tenían en el bienestar de nuestra familia. Es decir, se dejaba de consumir e invertir en Argentina para comprar esos activos externos; por lo que era lógico que su valor fuera alto respecto a todo lo que sea “argentino”. Dicho de otra forma, que acá todo fuera barato en dólares, incluidos nuestros ingresos. Obvio que estamos hablando del tipo de cambio al que verdaderamente se lo podía comprar y vender, no del fijado artificialmente con el cepo.
"Hay más de 70.000 regulaciones con las que cada funcionario que asumía pretendía decirle a la gente cómo trabajar, crear o manejar su negocio mejor"
Ahora, si pasamos a ser un país normal, donde no hay una crisis atrás de otra y no nos saquean el bolsillo con el impuesto inflacionario, ¿para qué queremos tener tantos dólares? Su demanda para cobertura del riesgo local se reducirá abruptamente y la gente tenderá a ahorrar como en otras economías, en la medida que quiere prever para un futuro gasto, y lo harán en el mercado financiero o de capitales local. Así que el poder adquisitivo del dólar en la economía local será mucho menor. Esto implicará un encarecimiento, en términos de dicha moneda, de todo lo que sea básicamente argentino, incluso nuestros ingresos. Por eso, en este proceso dejarán de tener sentido muchos de los cálculos que se hacen con datos históricos que pretenden determinar un dólar de equilibrio; porque vamos a una economía local absolutamente distinta a la del pasado. Para que la discusión sobre si hay o no atraso cambiario se termine, hace falta que tengamos un mercado de cambios verdaderamente único, libre y flotante; lo cual el gobierno dijo que sucederá durante 2025. Lo otro que vale la pena aclarar es que esto que estamos comentando sucederá aún con una dolarización por medio; aunque es probable que la deflación en esta moneda se termine de llevar a cabo conviviendo con el peso.
Dado el atraso cambiario que impuso el cepo, ya que para eso se instrumentan, deben ser muy pocos los productores que no son eficientes e, igual, vendían al exterior aprovechando un “dólar alto”, ya que esto se reflejaba en los paralelos. Los que hoy exportan es porque son competitivos, a pesar del cepo, de las retenciones y de los precios internacionales muy bajos. Si se va a un mercado único y libre de cambios, los aumentos de importaciones tienen que determinar un aumento del valor del dólar que incentivarán más ventas al exterior; lo cual asegura que no habrá desequilibrios graves ni “atrasos cambiarios”.
Un dato relevante es que, con superávit fiscal, los rendimientos que se obtendrán en Argentina serán determinados por lo que puedan pagar en el sector privado. Por lo tanto, no existirá el incentivo, como antes, de “timbear” prestándole a un Estado que tomaba casi todo el crédito y estaba dispuesto a pagar cualquier tasa de interés; porque en definitiva las consecuencias las enfrentaría algún futuro gobierno. De hecho, con equilibrio fiscal, el sector público sólo renueva el capital de su deuda y, ante el aumento en el ahorro en el mercado local, ya estamos viendo un fuerte incremento del crédito a personas y empresas. Entre paréntesis, esto llevará a un gran cambio en el negocio de los bancos y de los que operan en el mercado de capitales.
Por otro lado, el gobierno se ha comprometido a que el peso del Estado respecto de la producción argentina no solamente no aumentará, sino que bajará. Así que el aumento de la recaudación por el crecimiento económico, se dedicará a bajar impuestos, entre ellos los que afectan las exportaciones. Además, se espera que los bancos centrales de los países desarrollados relajen la austeridad con que han manejado la política monetaria los últimos años, permitiendo la recuperación de los precios internacionales. Por ende, los sectores que hoy venden al exterior tienen un futuro alentador hacia adelante.
"Para que la discusión sobre si hay o no atraso cambiario se termine, hace falta que tengamos un mercado de cambios verdaderamente único, libre y flotante; lo cual el gobierno dijo que sucederá durante 2025"
Otro cambio importante es la eliminación de las medidas proteccionistas. Los que compiten con importaciones suelen quejarse porque no pueden hacerlo por el “alto costo argentino”. Sin duda éste existe; pero se olvidan que también afecta a los que hoy colocan sus productos en otros mercados, sumando los costos de comercialización y logística que eso implica. En cambio, los que tienen que hacer ese esfuerzo para traer sus productos a la Argentina, son los productores del otro país. Entonces, no cabe duda que quien produce un bien que se puede importar está en mejores condiciones de competir que quien debe exportar su producto. Por supuesto, el atraso cambiario que impone un cepo, poco o mucho, es algo que hay que eliminar con un mercado único y libre de cambio, También, los factores que hacen al alto costo argentino que, cabe aclarar, que en su parte impositiva es mucho más gravoso en algunos sectores que venden al exterior.
Proteger a los que producen bienes que se pueden importar no sólo implica obligar a los consumidores a resignar nivel de vida pagando mucho más de lo que ese producto vale. También, les transfiere a los sectores más eficientes de la economía parte del “costo argentino” que se les quita a los que compiten con importaciones al permitirles cobrar precios más altos. O sea, se vuelve menos competitivos a quienes lo son para beneficiar a los sectores relativamente más ineficientes. Esto resulta en una economía con menor productividad que termina brindando mucho menos bienestar y oportunidades de progreso a su gente.
Tanto para beneficios de los que producen para vender al exterior, como para los empresarios locales que compiten con los bienes y servicios que se importan, es sumamente importante sacar las trabas que les dificultan ser eficientes. Hay más de 70.000 regulaciones con las que cada funcionario que asumía pretendía decirle a la gente cómo trabajar, crear o manejar su negocio mejor. Por ello, en sus inicios, el gobierno intentó un cambio profundo con el DNU 70/2023 y el Proyecto de Ley Bases original. Al primero lo recortó la Justicia en su parte laboral y, al segundo, tuvo que retirarlo del Congreso y enviar otro proyecto menos ambicioso, que terminó siendo sancionado más “diluido” aún. Lamentablemente, durante décadas, muchas corporaciones políticas, gremiales, empresariales, profesionales e intelectuales lograron prebendas que les permitían ganar más plata a costa del bienestar del resto de los argentinos. Era esperables que “presionaran” para lograr que algunos legisladores “protegieran” dichos beneficios.
De todas formas, es notable el trabajo que está haciendo el Ministerio de Desregulación con los escasos instrumentos que le delegaron los parlamentarios. Ha avanzado en gran cantidad de desregulaciones que permiten a cada vez más argentinos ver liberadas sus posibilidades de trabajar, crear y emprender mejorando el bienestar de todos.
Entre las regulaciones dañinas que arrastramos desde hace muchas décadas está la actual legislación laboral, que prioriza mantener privilegios de algunos sectores a cambio de desincentivar la creación de nuevos puestos de trabajo productivo formal. Así, lejos de ser lo “inclusiva” que pregonan los gremios, se ha vuelto un factor de exclusión de un trabajo digno de aquellos argentinos que no tienen la suerte de tenerlo. Hay que modificarla para proteger los derechos de los trabajadores como se lo hace en los países donde se generan oportunidades de progreso. Las “sobreprotecciones” son injustas; ya que las terminan pagando con informalidad y desempleo la mayoría de los residentes que quieren trabajar. También, hay que modernizar el sistema sindical; porque se ha demostrado inútil a la hora de crear más y mejores puestos de trabajo. Sólo ha servido para eternizar los privilegios y poder que sus dirigentes lograron.
Un país normal funciona eficientemente y genera muchos más bienes y servicios para todos. Ya sea porque los produce o porque los importa, para lo cual tiene que conseguir los dólares exportando. También, atrae inversiones que no sólo va a los sectores tradicionales, sino a aquellos cuya rentabilidad antes no era atractiva por la “anormalidad” con la que había que convivir. Esto significa que se diversificará la producción. Emprender será mucho más sencillo y, también, lo será que una PyMe pueda transformarse en una gran empresa. Este es el sueño de cualquier empresario de ese sector, menos en Argentina, dónde “asomar la cabeza” implicaba tener que enfrentar una enorme presión tributaria y una maraña de regulaciones absurdas.
Los países normales, en los que los empresarios tienen que ganar plata vendiendo los mejores bienes y servicios al menor precio, dejan más plata en el bolsillo de la gente, permitiéndole gastar en otras cosas. También, el no tener que ahorrar en moneda extranjera para cubrirse de una potencial crisis aumentará el consumo y la inversión. Además, la mayor inversión logrará que la capacidad de producir de cada argentino se incremente y, con ello, el poder adquisitivo de sus ingresos. Todo esto llevará a que cada vez más gente mejore su capacidad demanda y, cuando eso sucede, adquieren proporcionalmente cada vez más servicios, que no suelen ser esenciales. En el mundo que se desarrolla, son los servicios (personales, entretenimiento, turismo, construcción, educación, salud, etc.) los grandes generadores de empleo y no las industrias, donde la tecnología ahorra mano de obra. Por eso, en el futuro, en los servicios aparecerán grandes oportunidades; lo cual es muy bueno porque tienen una gran capacidad de generar bienestar. Cabe destacar el potencial que siempre ha mostrado la economía del conocimiento en Argentina, con muchísimos emprendedores que, cuando tenían éxito, se los echaba del país con una presión tributaria extorsiva y miles de regulaciones absurdas.
Es cierto que habrá muchos negocios que se achicarán, otros que tendrán que cambiar o, incluso, que no sobrevivirán a este proceso, sin embargo, estoy convencido que, si seguimos por el camino de ser un país normal, se gestarán una mucho mayor cantidad de emprendimientos, habrá más PyMes y un creciente número de ellas se transformarán en grandes empresas; por lo que se generarán cada vez más oportunidades de progreso para todos los argentinos.
Fuente: www.NetNews.com.ar
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