Desplome de la actividad industrial ¿un síntoma de la crisis que enfrenta la economía argentina?
La producción industrial en Argentina sufrió una marcada contracción durante agosto de 2024, registrando una caída interanual del 10,8% según los datos difundidos por la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL). Esta cifra revela un retroceso significativo respecto al mismo mes del año anterior (boom postpandemia) y refleja la complejidad de la situación económica del país, con sectores que no logran sostener niveles de actividad y otros enfrentando una fuerte competencia con el desempeño del año pasado.
Un contexto adverso y un desafío para la industria
La caída de agosto es especialmente relevante porque se compara con un mes de 2023 que había alcanzado uno de los mayores niveles de producción en la última década, impulsado por la recuperación postpandemia y factores puntuales de demanda. De hecho, los datos de FIEL destacan que sectores como el automotriz y la producción de minerales no metálicos tuvieron un desempeño particularmente alto en 2023, estableciendo una “vara” difícil de superar para la actividad en 2024.
Este retroceso tiene implicancias profundas: muestra una desaceleración que se traslada a distintos sectores productivos y que, al final de la cadena, impacta en la economía cotidiana. Por ejemplo, cuando la industria automotriz cae (con un 23.5% de contracción en lo que va del año), no sólo afecta a los trabajadores directos de ese sector, sino también a una vasta red de proveedores y comercios que dependen de esa actividad.
La influencia de la sequía y el freno de los proyectos de inversión
Otro factor a tener en cuenta es la sequía que golpeó a la cosecha en 2023, afectando indirectamente a la industria de alimentos y bebidas. A pesar de que el sector de aceites experimentó un leve repunte, el contexto general sigue siendo adverso. Es aquí donde se refleja la dependencia estructural de la economía argentina a factores climáticos y su limitada capacidad de reacción ante shocks externos.
En cuanto a la inversión, la incertidumbre económica ha generado una desaceleración en proyectos industriales y en la adquisición de bienes de capital, que registraron una caída del 18.1% en lo que va del año. La falta de inversiones implica no solo menos capacidad productiva en el futuro, sino también una menor generación de empleo de calidad en un país con altos índices de desempleo y empleo informal.
El papel de la construcción y la metalmecánica
La actividad de la construcción, que a menudo es un termómetro de la economía por su capacidad de generar empleo intensivo, mostró signos de recuperación apoyada en un aumento del crédito y en el blanqueo de capitales en marcha. Sin embargo, la metalmecánica sigue siendo el bloque con mayor aporte a la contracción industrial, acumulando un retroceso del 15,4% en lo que va del año y representando el 23% del total del declive del sector fabril. Esto no sólo afecta la producción de bienes de capital, sino que limita el desarrollo de infraestructura y el crecimiento de sectores relacionados.
¿Hay espacio para el optimismo?
Los número indican que pocos indicios pueden considerarse verdaderamente positivos. El informe menciona que ciertos sectores como la refinación de petróleo se vieron favorecidos por paradas de planta en 2023, lo cual impulsó un crecimiento interanual en 2024. Asimismo, las ventas de maquinaria agrícola y el consumo de bienes durables mostraron una leve mejora en comparación con el primer semestre del año. Aunque estos avances son insuficientes para revertir la tendencia general, muestran que hay un espacio para la recuperación si se implementan políticas adecuadas.
El informe de FIEL concluye que el retroceso interanual continuará en septiembre, aunque con una magnitud menor. La producción de vehículos utilitarios, que ha sido uno de los motores del crecimiento en años anteriores, enfrenta un freno en la última parte del año, lo cual podría ralentizar aún más cualquier intento de recuperación industrial.
La caída de la actividad industrial termina implicando menos empleo, salarios congelados y mayor precariedad laboral. En un contexto de inflación todavía alta, riesgo país alto y un poder adquisitivo en declive, los efectos se traducen en una pérdida tangible de calidad de vida y en una creciente incertidumbre. Para frenar esta tendencia y mientras se esperan las inversiones que podrían llegar con el R.I.G.I será necesario un paquete de medidas en forma conjunta donde se implementen incentivos fiscales temporales para la inversión productiva, planes de financiamiento accesibles para PyMES, más acuerdos y alianzas comerciales con el mundo y generar un buen entorno de certidumbre en cuanto a la dirección de la política económica que permita proteger los puestos de trabajo fortaleciendo la competitividad de las cadenas productivas locales, de modo que las mejoras macro se traduzcan en un impacto positivo a nivel microeconómico.
Fuente: www.NetNews.com.ar
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