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MEDIO AMBIENTE 19.05.2022

Una ballena vale por miles de árboles

La investigación científica ha acumulado pruebas contundentes que demuestran clara e innegablemente que nuestra HUELLA DE CARBONO (la cantidad de dióxido de carbono que las actividades humanas liberan a la atmosfera), y su aporte mayoritario al efecto invernadero, es uno de los factores de peso en el calentamiento global que amenazan gravemente el equilibrio de los ecosistemas y nuestra forma de vida, comprometiendo tácitamente nuestra supervivencia como especie.

Los foros internacionales se intensifican y las sociedades se comprometen, surgen movimientos y se suman actores… las asociaciones juveniles se suman y las redes nos inundan de información. Tímidamente al comienzo, la legislación de control de las emisiones de gases con efecto invernadero comienza a florecer.

 

Ya sabemos los “porqués”, desarrollamos propuestas sobre el “cómo”, pero aún no está claro el “con qué”. Cuántos fondos serán necesarios para aplicar a soluciones es uno de los interrogantes y si podremos lograrlo a tiempo, es el otro.

Una de las últimas declaraciones del eminente físico Steven Hawkins nos pronosticó que tenemos entre 400 y 1.000 años para abandonar el planeta tierra como inviable y colonizar otros sistemas.  Al oírlo, no podemos dejar de pensar en la velocidad de curvatura del espacio que tendrían que tener las naves espaciales, como la exponen las series de Sci fi, para permitirnos llegar a otros sistemas solares y que según la teoría de la relatividad no sería posible (aunque los físicos lo están viendo en la actualidad como algo factible) Pero aun si lo fuera, solo una pequeñísima parte de la humanidad podría salir de la tierra.

Por lo tanto, ¡nos toca actuar ahora! Incorporar el concepto huella de carbono a nuestra vida diaria, adquiriendo hábitos que tengan que ver con su mitigación es nuestro deber como ciudadanos, al igual que debe serlo desde las comunas, ciudades, países y regiones, sin distinción de fronteras. Todos somos habitantes de un único planeta.

 

Para mitigar los efectos del carbono se nos presentan dos grandes desafíos:

1) Desarrollar tecnologías alternativas para disminuir las emisiones de carbono.

2) Gestionar los fondos suficientes para poner a funcionar esas tecnologías a escala global. Contemplando el costo de hacerse cargo de los cambios necesarios a nivel social y económico.

Una tercera alternativa sería implementando simultáneamente soluciones menos costosas, como la captura del carbono de la atmósfera que se podría enterrar en el subsuelo. Es más económico con respecto alternativas tecnológicas, aunque no está comprobado que sea una técnica exitosa y además esta práctica conlleva a problemas legales de jurisdicción de los suelos que se utilizarían como depósito.

Pero si observamos a nuestro alrededor y estudiamos la biodiversidad y su dinámica descubrimos soluciones que no necesitan una tecnología compleja y ¡que están al alcance!

La naturaleza nos ofrece una solución más simple, una solución “no tech” para secuestrar el carbono de la atmosfera: volver al pasado, recuperar las poblaciones de grandes ballenas al número que tenían antes de la caza.

Seguramente se estén preguntando qué tienen que ver las ballenas con el carbono. Los biólogos marinos han descubierto recientemente que las grandes ballenas juegan un rol muy importante como secuestradores de carbono.

Las ballenas son los seres de mayor tamaño que han habitado y habitan el planeta tierra y su potencial de captura de carbono es apabullante; durante su prolongado periodo de vida de 60, 70, 100 años, acumulan carbono en sus cuerpos, 30 toneladas de carbono en el cuerpo de una ballena, que al morir lleva todo ese carbono hacia el fondo del océano sacándolo de la atmosfera por cientos de años.

 

"Los biólogos marinos han descubierto recientemente que las grandes ballenas juegan un rol muy importante como secuestradores de carbono"

 

Para tomar dimensión de lo que esto significa si lo comparamos con un árbol frondoso éste absorbe 24 kilos de carbono en un año, o sea que cuando se trata de salvar el planeta, una ballena vale por miles de árboles

El total de las grandes ballenas en los océanos alcanza ahora solo un 25% de lo que era antes de ser diezmadas por la caza, debido a su grasa y aceite, pero en la actualidad pese a que están siendo protegidas desde hace décadas, muchas especies no se han recuperado o lo hacen muy lentamente.

La población de ballena azul, la más grande de todas, es apenas un 3% de su número original. La explicación es compleja, un motivo es solo paren un ballenato cada tres años aproximadamente, la madre tiene que amamantar a su cría por un prolongado periodo y enseñarle sus rutas migratorias desde las regiones frías donde está su alimento a las regiones más cálidas donde se aparea y pare.

Su rango de distribución, o sea el territorio donde los individuos de la especie se mueven, es tan vasto que si son pocos individuos la chance de encontrarse un macho y una hembra también disminuye. Por lo que la reproducción de muchas especies de ballenas enfrenta problemas que la lentifican. Además, otras amenazas se ciernen sobre ellas y las diezman: las colisiones con barcos, el enmalle en redes de pesca, la contaminación química y plástica, la contaminación acústica y actividad de exploración sísmica que las daña seriamente y las mata.

De su número original de casi cinco millones actualmente apenas llegamos a tener un millón y medio para todos los océanos y mares del mundo, este hecho hace que perdamos el increíble y natural beneficio de las ballenas como enfriadoras de la superficie del planeta y atmosfera, en tanto nuestra acción como calentadores se ha incrementado exponencialmente.

En las regiones de los mares donde están las colosales ballenas también se acumulan seres más pequeños: el fitoplancton, proveniente del griego significa “plantas que vagan”, en realidad no se mueven por si mismas sino que derivan en el agua que las lleva. El fitoplancton incluye diversos organismos, entre ellos las algas azul verdes, que, en realidad, aunque se las denomina algas, son BACTERIAS (cianobacterias), suelen formar capas en las aguas superficiales donde llega la luz solar ya que producen su propia energía a través de la fotosíntesis. El 50% del oxígeno de nuestra atmosfera ha sido producido por el fitoplancton por un proceso llamado fotosíntesis oxigénica.

Durante 2000 millones de años la fotosíntesis del planeta estuvo limitada a los océanos ¡las plantas terrestres aun no existían! Y además de producir oxigeno son fijadoras de dióxido de carbono de la atmósfera y lo incorporan a las redes tróficas de los océanos, a las grandes masas de los peces, al zooplancton y finalmente a las ballenas que se alimentan del zooplancton como el krill.

 

"El 50% del oxígeno de nuestra atmosfera ha sido producido por el fitoplancton por un proceso llamado fotosíntesis oxigénica"

 

Se calcula que el fitoplancton secuestra 37 billones de toneladas de dióxido de carbono en un año, ¡el equivalente al 40% del producido! Nuevamente es importante la comparación dado que estamos hablando del equivalente a dos trillones de árboles o a cuatro selvas amazónicas.

Mas fitoplancton significa más captura de carbono; las ballenas incrementan la formación de fitoplancton dondequiera que vayan en sus rutas migratorias, que son extensísimas. ¿Cómo lo hacen?, las heces de la ballena contienen exactamente los nutrientes, sobre todo hierro y nitrógeno, que el fitoplancton necesita para crecer.

Las ballenas “bombean “estos nutrientes desde el fondo a la superficie dados sus movimientos verticales como buceadoras y al mismo tiempo se desplazan en forma horizontal en su natación “efecto cinta transportadora”.  Son las grandes fertilizadoras de los océanos, los nutrientes como el nitrógeno y el fosforo son bienes escasos que limitan el crecimiento del fitoplancton en las partes más cálidas y en las más frías, como en el Atlántico Sud el elemento limitante es el hierro. Estos nutrientes llegan a los océanos a través de los vientos que transportan polvo, los ríos y las aves, pero son las condiciones oceanográficas de olas, corrientes y los movimientos a través de las redes alimentarias las que los distribuyen.

La gran masa biológica de los peces y la gran masa de las ballenas son las que mantienen el flujo de nutrientes que permite al fitoplancton sobrevivir y mantener el oxígeno que respiramos.

 

Proteger a las ballenas y lograr que sus poblaciones crezcan tiene un costo, ya que supone interrumpir, moderar o gestionar las actividades que las amenazan.  Esto supone realizar intervenciones, gestionadas a través de los países y sus gobiernos perjudicando ciertos negocios. Esto significa que algunos individuos deberán ceder sus beneficios individuales para contribuir a una solución global.

¡Que le ofrece esta estrategia al individuo? Para responder esta pregunta primero debemos saber cuál es el valor monetario de una ballena. En el pasado los cazadores valoraban a una ballena por la cantidad de barriles de aceite que extraían de ella. Actualmente tenemos que valorizarlas por su rol como fertilizadoras de los océanos y productoras de oxígeno, por su acción como productoras de crecimiento de fitoplancton, como secuestradoras de carbono, como mejoradoras de la calidad de los cardúmenes de peces y por su rol en el ecoturismo donde su avistaje mueve una importante cantidad de turistas alrededor del mundo.

Todos estos motivos llevan a que un cálculo sugerido por expertos, valorice a la ballena en dos millones de dólares.

De esta forma cada ballena sería considerada un bien público internacional y por todos los beneficios anteriormente mencionados que aportan al planeta, si se los divide por la cantidad de personas que habitan en el mismo, tendría un costo de 13 dólares por habitante. Los programas de inversión en este objetivo nos resultarían en un secuestro de carbono de 1.7 billones de toneladas de carbono por año.

En cuanto a las plantas terrestres, ya existen programas implementados, donde modelos propuestos como el “REDD program” Reducing Emissions from Degradation and Deforestation, provee incentivos económicos para los países que frenen la deforestación y restauren los bosques nativos. De igual forma podemos planificar e implementar incentivos para proteger a las grandes ballenas, como por ejemplo compensando a las compañías navieras por el costo de modificar sus rutas para evitar colisiones con ballenas o bien por el costo que tendría la implementación de tecnologías que alerten sobre la presencia, evitando su impacto; mejorar las artes de pesca para evitar enmalles, etc.

Las ballenas se encuentran ampliamente distribuidas alrededor del mundo y en costas de países de bajos recursos o economías frágiles en las cuales la pesca es actividad principal, debe ser prioridad para la agenda 2030 comprometer a instituciones internacionales, gobiernos y multilaterales a aconsejar, monitorear y coordinar las acciones para dar soporte económico a estas acciones. A través del GEF (Global Environmental Facility) que típicamente da soporte a dichos países para que puedan sumarse a acuerdos internacionales.

El Fondo Monetario Internacional también posee herramientas como partnership con Great whale Conservancy, que ayudan a los gobiernos a integrarse al beneficio macroeconómico de proteger a las ballenas (Int. Mon. Fund. Finance, Dic 2019 Vol. 56, N 4).

En el Acuerdo de Paris, 195  países firmaron su compromiso para disminuir el calentamiento global a 1,5 grados. En Octubre de 2019 se agregó como prioridad la defensa de las grandes ballenas, reconociendo su importante rol en el favor del ambiente.

Los gobiernos deben acordar acciones para reconocer que el cambio climático está ocurriendo aquí y ahora, si algo nos ha enseñado la pandemia de SARS CO V2 es que tenemos que perfeccionar las acciones conjuntas a nivel global y holístico para la supervivencia de la humanidad y de los ecosistemas que dan soporte a la vida en el planeta.

Las grandes ballenas no son simplemente una solución a un problema humano, sino que son intrínsecamente valiosas como seres sintientes con derecho a la vida, esta nueva concepción que la ciencia nos provee, las integra y les confiere valor en un océano sostenible. Ballena saludable significa océanos saludables, sistemas sanos de reciclaje de nutrientes entre la tierra y el agua.

Al ritmo actual tomaría varias generaciones llegar solo a duplicar el numero actual de ballenas. Lamentablemente no tenemos tanto tiempo, debemos mitigar el daño ya, si lo queremos es seguir viviendo en el tercer planeta de nuestro sistema solar.

 

 

Fuente: www.NetNews.com.ar

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