Se quedaron sin capacidad de persuasión… ¿Y ahora qué?
No somos apáticos, nos han hecho apáticos. Toda la campaña política de estas PASO puede ser expresada en estos términos: “Estimado votante...
No somos apáticos, nos han hecho apáticos. Toda la campaña política de estas PASO puede ser expresada en estos términos: “Estimado votante entienda que yo no soy ese tal”.
La falta de propuestas se trata de suplir, en no pocos casos, con promesas utópicas o a todas luces incumplibles y, en otras oportunidades, sólo se apela a la “herencia recibida”, así sin más. El resultado es que la apatía política gana espacios y va ampliando su reinado.
El genial Maquiavelo nos ha enseñado que el primer instrumento del que hay que servirse para ganar poder o mantenerlo es la persuasión, a la cual se llega por medio de propuestas, esto es por proyectos presentados a una autoridad -en este caso la ciudadanía- para que los examine y vea si procede a su aprobación.
Pero la persuasión no se alcanza si el discurso de campaña se realiza en base a fórmulas, frases hechas, eslóganes o clichés. Todos ellos hablan de incapacidad para comprender con un conocimiento fiel y riguroso las situaciones y cambiar positivamente la muy compleja realidad que vivimos.
La fórmula no es útil para convencer porque es expresión que trata de sustituir un vacío, y se recurre a ella para compensar el propio estado de incapacidad y de no saber qué hacer frente a la situación que se vive. Fórmulas como “el cambio seguro” y “la otra política” son expresiones que buscan dar inteligibilidad a acontecimientos, decisiones o prácticas políticas.
No se alejan mucho de las fórmulas las frases hechas, puesto que ellas expresan aquello de lo que se puede prescindir y no introducen ninguna variación a lo que ocurre o puede ocurrir.
Por su parte, los eslóganes políticos, en general, son sentencias breves que se utilizan para decir a qué ideología se adhiere. Para que un eslogan sea acabadamente comprendido requiere que el destinatario sepa conectar su contenido con la ideología que representa. Pero, por lo que vamos viendo para las próximas elecciones, comprender los eslóganes es superlativamente complejo.
Tampoco ayuda a persuadir el cliché, que consiste en una frase que, a fuerza de ser usada o repetida, pierde carácter y se convierte en lugar común. Por cierto, el cliché indica falta de creatividad, de ideas o de sinceridad.
Si las candidatas y candidatos y sus agrupaciones están fracasando con tales manifestaciones, esperemos que no pretendan hacer un circo para persuadir a la ciudadanía, porque construir un circo es algo muy complejo para la medianía en que se mueven nuestros candidatos y posiblemente no les salga bien, y con ello tengamos que volver a pagar nosotros por sus errores.
Para levantar un circo es necesario, en primer lugar, convertir algún elemento del cual nadie se reiría en espectáculo jocoso. Hay que recordar que el circo moderno nace cuando un inglés, llamado Philip Astley, logra que un poni lleve el ritmo de una canción y cuente hasta diez. Con ello se unen habilidad ecuestre y risa.
Un segundo elemento es la puerilización de lo exótico. Ese papel, en el circo, lo cumple el domador, quien hace que, por un procedimiento de educación, las fieras se sometan a su mandato. Toda una destreza a la que se le suma valentía.
La tercera nota está en el fracaso. El payaso, el que provoca risa, por la pintura en su cara, por su vestimenta de retazos y arlequinesca, representa al fracasado y a la melancolía unida a la incapacidad y la mala suerte. Lo que vivimos, lo que vemos, los datos de la realidad no permiten que sean muchos quienes se encuentren dispuestos a burlarse de aquél que ha fracasado y reír ante lo melancólico, la postración o el abatimiento, puesto que más del 60% de la población del país se encuentra en esa condición, y ello no se resuelve creando un ministerio de la felicidad.
La cuarta característica refiere a la vitalidad que se expresa en su música. El circo tiene su propia música. Una música excitante para cada uno de los cuadros que se presenta en la pista, para los malabares, para los acróbatas, para la entrada de los payasos, para los domadores, a todo lo cual se suman marchas ligeras. Y, como toda música dice de ritmos y armonías. En estas PASO eso es otra de las cosas que falta.
El modelo de espectáculo que se da en el circo une opuestos, lo cómico con lo dramático, las lágrimas con la risa, la pantomima con la acrobacia. A los candidatos en estas PASO se le va a hacer difícil realizar una tarea como esa porque para ello tienen que cerrar la grieta y, por lo que vemos y escuchamos día a día, están muy, muy lejos de hacerlo. Esta vez, el circo no sirve para persuadir, porque estamos tristes, defraudados y agotados.
Candidatas y candidatos, como ustedes pueden comprobar, hacer un circo es una tarea titánica. Exige muchos conocimientos y destrezas. Si, así y todo, intentan hacerlo, el resultado será un mayor y más intenso resentimiento hacia la clase política y sembrará más infortunio en la sociedad.
Para poner fin a estos argumentos, debemos reconocer que somos un país frustrado. Frustrado e incongruente. ¿Cómo y porqué llegamos a este estado? En último término se puede decir que la falla es una: la carencia de una elite dirigente idónea y funcional a nuestra sociedad. No tenemos dirigentes capacitados y a muchos de los que se presentan para cubrir las bancas en disputa les queda muy grande el cargo al que aspiran. La realidad nos dice casi a los gritos: el país no tiene dirigencia política, pero sí tiene clase gobernante. Y, si ello no cambia, y la clase gobernante no se convierte en élite dirigente, la desilusión y la apatía seguirán señoreando.
Fuente: www.NetNews.com.ar
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