Se necesitan empresarios
“Aún haciendo a un lado la inestabilidad debida a la especulación, hay otra inestabilidad que resulta de las características de la naturaleza humana: que gran parte de nuestras actividades positivas dependen más del optimismo espontáneo que de una expectativa matemática, ya sea moral, hedonista o económica. Quizá la mayor parte de nuestras decisiones de hacer algo positivo, cuyas consecuencias completas se irán presentando en muchos días por venir, sólo pueden considerarse como el resultado de los espíritus animales-de un resorte espontáneo que impulsa a la acción de preferencia a la quietud, y no como consecuencia de un promedio ponderado de los beneficios cuantitativos multiplicados por las probabilidades cuantitativas” (J.M.Keynes).
No se trata de diseñar una estrategia empresarial y que todos los gobiernos que lleguen se adapten a ella. Todo lo contrario. Hoy más que nunca se plantea y se cambian las estrategias y las tácticas para que sobrevuelen la evolución del mundo.
Consciente o inconscientemente el comportamiento empresario es guiado por la estructura filosófica que va interiorizando a través de los años. Se le pide más al gobierno, cuando se ha ignorado la teoría empresarial prescriptiva en términos de estrategia, análisis de portafolio. No es fácil comprender las limitaciones ni reconocer la complejidad de las decisiones tomadas en otros contextos. No se puede ignorar que con el paso del tiempo los escenarios mundiales cambian.
El presidente suele solicitar que los empresarios sean solidarios en la pandemia, que acepten ganar menos. Pagar impuestos no, pero regalar entre cincuenta empresas un respirador tampoco. Tenemos que instalar un debate que tiene que ver con los comportamientos empresarios y su responsabilidad junto al Estado. Es un país.
En los países que siempre nos dicen que debemos mirar, existe interés popular por la economía nacional, es parte de la cultura de la economía, lo que ha salvado a muchos países de las fatalidades electorales y los ciclos políticos inestables. Necesitamos una cultura común para reforzar la posición internacional de nuestra economía.
Una opción es el esquema básico que buscó aumentar al máximo sus beneficios en un plazo corto de tiempo y lo consiguió. Esta visión no se esfuerza demasiado en pensar por el futuro ni por los empleados de la empresa, mucho menos por la armonía social ni la eficacia económica. Pero de ninguna manera representa el pensamiento empresario argentino en forma exclusiva. Eche de ver a Hugo Sigman, el médico psiquiatra que modificó el paradigma farmacéutico.
La teoría hegemónica tanto en la enseñanza como en la investigación económica argentina es inconcebiblemente cortoplacista. Y, simplemente no somos EE.UU. Para ese ideal argento-unidenses no puede haber más que una lógica pura y eficiente que es la economía de mercado, todo el resto del carácter institucional, lo político o social, la racionalidad de los precios, no es más que corrupción y decadencia.
Hay que beneficiar a los ricos para que sean más ricos y que los pobres que se pongan a trabajar en lugar de esperar programas sociales diseñados para ejercer la pereza. Esta hegemonía cultural sobrevivió a todas las vicisitudes de la historia de los últimos cuarenta y cinco años y no deja de reforzarse, como si la chilenización colombianización, ecuatorización argentina fuera un proceso inexorable, soslayando cualquier crítica social.
Contexto empresarial
La frontera que separa a un país en decadencia de uno prospero está representada, en parte, por la preferencia por la construcción de un futuro y por el goce del presente. Hay que entender que estamos en un sistema capitalista donde es más que razonable que esa preferencia empresaria se mida en término de impuestos, préstamos y tasas de interés. No somos un país comparable a otro. Ninguno lo es. En 46 años tuvimos 17 golpes de Estado. Para la generalidad, la noción de justicia social es considerada casi sediciosa, indecente, el único sustituto aceptable en la lucha contra la pobreza son la caridad y las iglesias. Cualquier cuestión referida a la Seguridad Social es interpretada como “contra las clases dirigentes”.
En lo único que nos parecemos a EE.UU. es en la baja tasa de ahorro, la diferencia es que nosotros no podemos darnos el lujo de decir que el déficit comercial es una señal de vitalidad económica porque cuando recibimos capitales financieros, dos años después huyen.
Existe otra opción
La opción sigue siendo una economía de producción y trabajo, con objetivos muy claros, concretos y diametralmente opuestos a los experimentados 2015-2019. Esto implica poner el horizonte más allá de las Islas Caimán y de los Panamá Papers. Para eso hay que llamar a los empresarios y sentarlos en una mesa de concertación económica y social con los trabajadores.
La cuestión que se debería plantear es el régimen economico, que nunca es homogéneo ni gestionado de la misma forma, durante más de tres periodos. Y, solo hay dos maneras de construir riqueza: siendo competitivo en la producción o habilidoso para la especulación. La total liberación de las transacciones, las devaluaciones, la caída del salario, no bajaron los costos como creía el grupo productivo más grande, ni trajeron la posibilidad de comprar con crédito UVA como se pensaba.
Golpe cultural
Nunca jamás se habían visto tan reducidos los lazos afectivos que unían a los accionistas propietarios con sus empresas. Durante el periodo anterior ni siquiera fue un objetivo parcial la renta operativa, sino la jugada financiera y la formación de activos externos. Esa búsqueda estuvo totalmente desconectada de las realidades argentinas concretas por cuatro años. El delirio financiero ha generado ganancias enormes sin fundamento real, trajo efectos desmoralizantes en el otro empresariado, productivo nacional y de las PyMES.
Históricamente en la Argentina ser accionista o propietario de una empresa, nunca tuvo la lógica estadounidense, la empresa no es un paquete de acciones. En EE.UU. el dinero es el fin en sí mismo, las empresas y las cosas son medios. Da igual comprar una empresa o una obra de arte. Se adquiere y desguaza sin que se derrame una lágrima. Los colaboradores, son “capital humano” o “recursos humanos”, más que “seres humanos” con familia, proyectos y una vida como en Alemania, Italia o Francia. La impaciencia del bolsista no es la del desarrollador inmobiliario, o del empresario metalúrgico.
En 2016 la desregulación se convirtió en un concepto de fe, un credo de los denominados CEOs que gobernaron el país. El libertinaje llegó al colmo, cuando por dos años jugaron a la ruleta rusa financiando inversiones en LEBACS con deuda externa para después pasar capital e intereses a dólares y regresarlos al lugar donde vinieron. Esa conmoción de alrededor de u$s 100.000 millones indiscutiblemente propagó las perturbaciones que hoy nos escandalizan.
Llamar a los empresarios de la producción
Hoy tenemos el ejemplo de dos automotrices alemana y japonesa que invertirán u$s 1.300 millones para la modernización de plantas industriales y exportación de manufactura. Inclusive en Córdoba una de ellas ya incorporó un segundo turno de producción. Ford cumple 106 años en el país, Unilever 90.
Todos sabemos en la Argentina quienes son los empresarios que se identifican con su empresa, en cambio hay legionarios que hoy están y mañana huyen con todo lo que ganaron en la Argentina.
Diferencias en el sector privado
Nada ha de ser tan determinante para la Argentina como el empresariado, y se puede discernir muy bien entre dueños y legionarios. Con los mismos rótulos en la tarjeta de visita, poseen diferencias esenciales. El verdadero obstáculo no es ser el heredero de alguien, si desempeña la función social que se tiene que acometer. En la Argentina hay empresas nacionales que bajo el régimen de los emperadores antoninos designan a un hijo que luego se les convierte en un legionario. Y, en lugar de proseguir la obra de su familia, capitalizar y crecer; elige la opción offshore.
En el modelo de producción y trabajo, los propietarios buscan ganancias mediante el desarrollo de la empresa y, no del nomadismo financiero. No existe oposición entre ganancia social y éxito empresarial, sino un sentido de tiempos diferentes. En ningún país sensato se disocia la empresa de su función social. Cambian las formas, pero esto es un código, sobre todo cuando se atraviesa una pandemia. Cualquier lector sabe que por debajo de cierto nivel de pobreza el marginado se convierte en irrecuperable. Y, no queremos vivir en esa sociedad.
Nunca estuvo en discusión la inclusión del sector empresarial en una concertación, pero después de lo presenciado, ya no se trataría de someter los intereses generales a un grupo de legionarios.
Por Pablo Tigani
*Profesor de Postgrado y Maestrías en UBA y UADE. Máster en Política Económica Internacional, Doctor en Ciencia Política, autor de 6 libros.Investigador PID del Doctorado en UADE. Puede seguirme en Twitter como @PabloTigani .También en Facebook: https://www.facebook.com/epablotigani
Fuente: www.NetNews.com.ar
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