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MEDIO AMBIENTE 04.09.2019

Un espacio del CONICET estudia los efectos de distintos tipos de contaminación

Es el Centro de Investigaciones del Medioambiente, donde más de 40 personas realizan exhaustivos análisis en aire, agua y suelos.

Nacido a finales de la década del ’70 desde el aula de química analítica de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad Nacional de La Plata (FCE, UNLP), el Centro de Investigaciones del Medioambiente (CIM, CONICET-UNLP) surgió primero como un pequeño laboratorio llamado CIMA que fue creciendo a medida que se involucraba con la cuestión medioambiental. Como corolario de ese fortalecimiento institucional, a finales de 2018 se convirtió formalmente en la Unidad Ejecutora número 29 del CONICET La Plata. Desde sus inicios funcionó siempre en el edificio histórico de la unidad académica ubicado en 47 y 115, pero por cuestiones de infraestructura, seguridad e higiene hace pocos meses se mudaron a un flamante espacio en el Polo Científico Tecnológico del Bosque Este de La Plata.

Es así que los más de cuarenta investigadores y becarios que lo integran comparten instalaciones con el Instituto de Estudios Inmunológicos y Fisiopatológicos (IIFP, CONICET-UNLP) y el Laboratorio de Investigación y Desarrollo de Bioactivos (LIDeB, UNLP). “Si bien el tamaño de la planta que ocupamos ahora es similar a las dimensiones del lugar donde estábamos, cambia la distribución de manera tal que los equipos de trabajo están juntos, por lo tanto tienen más interacción. Y de a poco lo vamos adaptando a nuestras necesidades”, cuenta Andrés Porta, investigador de la Comisión de Investigaciones Científicas de la Provincia de Buenos Aires (CICPBA) y director del CIM, al tiempo que aclara que sólo uno de los grupos de investigación permanecerá en el subsuelo del viejo edificio. Se trata del que realiza ensayos de ecotoxicología para analizar a nivel químico y biológico organismos provenientes de distintos escenarios de contaminación, a fin de conocer los efectos asociados a la exposición a diferentes compuestos.

La línea de investigación que dirige Porta estudia la polución del aire y sus efectos en la salud, fundamentalmente a nivel respiratorio y ocular. “Utilizamos cálculos estadísticos propuestos por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para conocer las probabilidades de desarrollar ciertos tipos de cáncer por exposición a determinados compuestos, y es una herramienta que nos permite salir a discutir y participar en las decisiones de la gestión o la justicia en relación a estos temas, porque nos brinda datos confiables y concretos”, expresa el científico. Mediante simulaciones matemáticas que tienen en cuenta el terreno y las condiciones meteorológicas, entre otros factores, el equipo también analiza el recorrido y los sitios de mayor impacto de distintas emisiones de efluentes gaseosos en territorio bonaerense, y en particular del Polo Petroquímico local.

“Son estrategias que nos ubican en otro lugar como CONICET y universidad. Somos instituciones públicas sostenidas por toda la comunidad y tenemos una función social; entonces con este tipo de trabajo ejercemos efectivamente ese rol”, apunta el director. Además de brindar múltiples servicios a terceros, el CIM se caracteriza por enlazar permanentemente los proyectos de trabajo a distintas organizaciones que le permiten tener un anclaje en “lo real”, describe Porta, como por ejemplo el análisis de muestras de pacientes del Hospital de Niños “Sor María Ludovica” o la interpretación de datos arrojados por las estaciones meteorológicas de la región.

Siempre vinculados a la medición de contaminantes en distintos ambientes, los otros grupos de investigación del centro están dedicados a la determinación de parámetros de calidad de aguas; evaluación de plaguicidas; ecotoxicología en peces y microcrustáceos; e identificación de bacterias productoras de toxinas. Por último, la línea más nueva es también la más controversial: Cepas Argentinas Terapéuticas (CAT), focalizada en el estudio de los usos medicinales de la planta de cannabis y sus derivados bajo el amparo –parcial– de la Ley 27350 (2017), que habilita el cultivo para investigación científica. En este sentido, el trabajo se desarrolla en estrecha relación con asociaciones de autocultivo con fines terapéuticos que vienen incursionando en la extracción de aceites desde hace muchas décadas de manera casera y a través de ensayos de prueba y error.

Hasta el momento, el laboratorio realiza análisis de calidad de los distintos aceites que circulan, para determinar cuáles son los componentes y mecanismos de acción de cada especie. Toda la información, a su vez, forma parte de un archivo donde constan los datos precisos a nivel genético y botánico de las plantas para identificar la diversidad de cepas y hallar correlaciones. “Es un terreno polémico porque la normativa tiene muchos huecos, así que podemos decir que somos algo audaces en este aspecto, pero estamos convencidos de que la salud de la gente está por delante del resto de las cuestiones”, asegura Porta, enfatizando lo que considera una singularidad del CIM: el vínculo directo con las comunidades involucradas.

“Para nosotros es muy importante que la información ambiental que generamos sea pública; que cualquier ciudadano pueda acceder fácilmente a datos confiables. Y por eso siempre impulsamos espacios de discusión amplios, incluyendo a las personas que conviven con el problema que estamos tratando de solucionar, porque conocen el lugar y te dicen lo que sucede todos los días, entonces aportan otro conocimiento que complementa el nuestro. Si no incluimos esa instancia territorial en los proyectos, nos quedamos adentro de una burbuja”, concluye.

 

Por Mercedes Benialgo

Sobre investigación:

Andrés Porta. CICPBA

Fuente: CONICET

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