Domingo, 05 de Mayo de 2024 | 17:24

En busca del rumbo perdido

Por Alejandro Arroyo. Director de la Maestría en Logística de Proyectos de Integración Regional del ITBA.

sector externo de la economía relativo a una sustancial baja en el índice de pobreza? La respuesta cuenta con dos aristas de similar importancia. Por un lado, se puede pensar en la inversión directa extranjera en infraestructura y actividades productivas (sin contar sólo a los activos financieros), y por otro, en el comercio exterior.


Es posible imaginarse a Argentina como una multinacional con muchos departamentos o divisiones funcionales, con gran variedad de productos y servicios que no terminan de alinearse en torno a un objetivo: exportar. Dicha desalineación tiene mucho que ver con cegueras y miopías de política económica que han sido muy bien aprovechadas por nuestros competidores -Chile, Brasil, Uruguay, Australia, Nueva Zelanda y Sudáfrica, entre otros-.


Ahora bien, para exportar también hay que importar, es decir que hay que tener cierta lógica aperturista al mundo, que no significa abrir indiscriminadamente el portón de las importaciones y dejar la situación librada al azar. Es necesario aplicar un mínimo de planificación y coherencia estratégica.

 

“Sería pertinente atacar impiadosamente el “costo argentino” ya que de poco servirá avanzar hacia integraciones comerciales si no se disminuye la presión de la bota y se logra sacar la cabeza del barro”


En nuestro país conviven casi 45 millones de habitantes de los cuales al menos 1/3 no influye en actividades productivas. Mientras, en el mundo hay 7400 millones de almas esperando ser alimentadas de las cuales -se dice- unos 400 millones podrían cubrir sus necesidades a partir de la oferta exportable argentina. Todo esto sin contar las manufacturas de origen industrial. Resulta debatible entonces, haber vivido estos años bajo el lema de “vivir con lo nuestro” y a partir de allí haber perdido vínculo internacional y todo lo que implica en cuanto a productividad, competitividad, transferencia tecnológica, mercadotecnia y transferencia de conocimiento.


No obstante, hay un aspecto que dificulta la potencialidad nacional en esta materia. Denominado como “costo argentino”, si bien requiere de varias notas más extensas que la presente, podría resumirse en el siempre creciente y voraz gasto público (léase tamaño e injerencia regulatoria y tributaria del Estado en la vida productiva de los argentinos) y los costos salariales no remunerativos. Además, sobresale en ello todo lo relativo a la desinversión de 70 años sufrido por la infraestructura y su impacto en la logística; sobre todo lo emparentado a brindar servicio a la oferta exportable y eficiencia al proceso de importación de insumos, bienes de oferta intermedia y bienes de capital para la industria.


Vamos por partes. El polo agroexportador siempre encontró la forma de superar los peores temporales. Cambios retrasados, regulaciones, retenciones, impuestos cruzados, inflación, improductividades operativas de todos los colores, inclemencias climáticas y desbordes hídricos (en síntesis, lo inherente a la falta de planificación en infraestructura). Esto se ha logrado gracias a la implementación de tecnología en el campo, la productividad propia de nuestras tierras, y la habilidad y tesón de quienes han elegido dicho entorno como forma de vida. El resto de la enorme oferta exportable está realmente en problemas, porque -además de los escollos superados por el primer grupo mencionado-, Argentina es un mercado pequeño, casi ínfimo, en donde no se puede generar economías de escala apuntando sólo al mercado interno debido a su limitado tamaño relativo y al aislacionismo que el país ha sufrido en épocas anteriores. Todo esto no ha sido gratuito: resulta muy difícil volver al ruedo internacional, ya que se ha quebrado la confianza, en paralelo al crecimiento de nuestros competidores externos -en productos tales como carnes, lácteos, peras, manzanas, vinos, concentrados minerales, litio, potasio e infinidad de manufacturas de origen industrial-.


Argentina debe ampliar su mercado potencial a partir de asociaciones comerciales inteligentes con la Alianza del Pacífico y la Unión Europea en una primera etapa, y con posibles tratados de libre comercio con países de extra-zona. Paralelamente, sería pertinente atacar impiadosamente el “costo argentino” ya que de poco servirá avanzar hacia integraciones comerciales si no se disminuye la presión de la bota y se logra sacar la cabeza del barro. Todos los países de la región tienen ventajas comparativas cuando se analizan factores como la presión tributaria, los costos laborales, la presión sindical, la infraestructura y los costos logísticos, entre otros tantos. Sin un trabajo en ello, el resultado será similar al que puede obtener una Ferrari con motor de Fiat 600. Muchas PYMEs industriales -verdaderos generadores de empleo- hoy resultan no competitivas debido a esta variable. Es interesante pensar qué sucedería si atacamos los males de cada sector PYME de manera estratégica y desde lo impositivo, lo laboral, lo logístico e infraestructura, mientras tratamos de ganar competitividad en vistas a abastecer más eficientemente no sólo el mercado doméstico, sino principalmente el mundo -comenzando primero con los dos bloques mencionados-.

 

“Qué sucedería si atacamos los males de cada sector PYME de manera estratégica y desde lo impositivo, lo laboral, lo logístico e infraestructura, mientras tratamos de ganar competitividad?”


¿Acaso no se está avanzando en este sentido con Vaca Muerta y sus acuerdos de productividad? Obviamente también habrá que avanzar con la inversión directa extranjera en infraestructura que a su vez induzca al inversor a comenzar a considerar ciertas industrias argentinas para producir y exportar mayoritariamente a los bloques. Nueva Zelanda exporta el 90% de sus productos lácteos en base a asociaciones comerciales y tratados. ¿Por qué no puede Argentina? ¿Posee ese país mayores y mejores recursos? ¿Cuenta con un clima más benigno que el nuestro? ¿Tiene mayor know-how en organización de la producción o mayor tradición lechera? Lo que seguro no posee el país de Oceanía es un costo similar al argentino.


A su vez, todas las industrias que se abastecen de insumos y repuestos del exterior necesitan también combatir agresivamente esta variable para poder ser más eficientes, más competitivos, y hasta pensar en ampliar sus líneas de producción enfocados mayormente a la exportación, y no al limitado mercado doméstico. En éste habita menos del 1% de la población mundial, aunque posee el octavo territorio más extenso del mundo. Una reducción del costo también implica una menor presión inflacionaria, dado que las improductividades -una vez eliminadas o mejoradas- ejercen menos presión sobre el nivel de precios.


La inflación no es tan sólo un tema de política monetaria y fiscal, sino que también puede tener en el comercio exterior un aliado valioso para combatirla. Argentina debe volver al mundo y abrir mercados de exportación, para lo cual también tendría que -paralelamente y más temprano que tarde- atacar el costo argentino para que dicho esfuerzo no quede trunco. A su vez, la inversión directa extranjera no sólo debe enfocarse en la infraestructura energética renovable y no renovable y eventualmente ferrocarriles. Es fundamental que apunte su foco al sector PYME, en donde reside el verdadero potencial exportador de manufacturas de origen industrial, siendo a la vez un rubro generador de empleo de calidad.

 

 

Revista Desafío Exportar (mas noticias)

Fuente: www.NetNews.com.ar

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