Martes, 24 de Diciembre de 2024 | 15:11

Es necesario que la industria genere sus propias divisas para importar

 

La pérdida de divisas en la Argentina se produce generalmente cuando el gobierno “atrasa” el tipo de cambio en relación a los costos internos para aumentar artificialmente el poder de compra de la población. Esta situación puede sostenerse por un tiempo, pero finalmente el dólar se convierte en una mercadería barata por el aumento de los precios internos y aumenta su demanda, haciendo inevitable la devaluación, que es lo que algunos analistas dicen que podría ocurrir en un futuro próximo.

 

Pero la escasez de divisas es un problema estructural de la economía argentina. Desde hace más de 60 años la economía argentina viene sufriendo crisis cíclicas generadas por la escasez de divisas. Como la actividad productiva absorbe el 80% de las importaciones, cada vez que se sobrevalua la moneda disminuyen las exportaciones y sobreviene la crisis de balanza comercial y de pagos que termina con fuertes devaluaciones y recesión. La aplicación de retenciones a la exportación, que se viene aplicando hace años, en la práctica implica un sistema de tipos de cambio múltiples que desalienta la producción y las exportaciones agropecuarias. Ahora que los precios de los “commodities” no son los de la década pasada, se corre el peligro de que el valor de las exportaciones no alcance para cubrir la demanda de importaciones de bienes y los pagos de intereses y otros servicios financieros.

 

En el período 2010-2012, el promedio anual del saldo de la balanza comercial fue de US$ 11.215 millones, pero desde 2013 comenzó a disminuir hasta transformarse en un déficit de US$ 2.970 millones en 2015.  Esta tendencia decreciente pone de relieve la debilidad de la estructura productiva argentina. La caída en las reservas del Banco Central que se ha producido en los últimos años, con ser importante no responde exclusivamente a una disminución en los saldos comerciales, ya que la falta de confianza en la conducción económica provocó una fuerte salida de capitales. De los US$ 52 mil millones de reservas de fines de 2010, logrados gracias al aumento de precios de los productos primarios, se pasó a poco más de US$ 30 mil millones actualmente y lo que equivalía a 15 meses de importaciones se redujo a 6 meses en el mes de agosto. La situación es frágil debido a que en esta suma se contabilizan US$ 11.200 millones del “swap” de monedas con China y US$ 10.900 de encajes bancarios en el Banco Central correspondientes a depósitos en dólares de particulares en los bancos.

 

Es probable que la actual política económica logre atraer inversiones extranjeras y el ingreso de capitales (sin duda ayudará el “sinceramiento fiscal”), pero la situación futura se presenta más complicada porque más allá de los “atrasos” cambiarios, las crisis recurrentes de la balanza de pagos son de tipo estructural. Se producen porque la industria no genera las divisas que necesita para importar insumos y bienes de capital y debe recurrir al sector agropecuario, que aunque es el más eficiente de la economía y casi el único que puede competir internacionalmente, no alcanza a generar todas las divisas necesarias para el pago de bienes y servicios. 

 

El excesivo proteccionismo que está vigente desde hace décadas en la Argentina ha hecho que las empresas prefieran vender en un mercado interno pequeño con alta rentabilidad a exportar con menores márgenes y mayor escala. Esto es lo que se puede llamar el “sesgo antiexportador” de la economía argentina. Si no se corrige este sesgo es probable que la situación de divisas se agrave y con ello se afecten las posibilidades de crecimiento. Basta con destacar que por cada 1% de aumento en el PBI existe históricamente una necesidad de aumentar las importaciones entre 3% y 4%. Esto quiere decir que para crecer al 5% anual, las importaciones, y por consiguiente las exportaciones, deberían crecer entre 15% y 20% anual.


Es cierto que no toda la culpa es de los industriales argentinos. La elevada inflación y la volatilidad cambiaria, arancelaria, impositiva y de las reglas de juego han conspirado contra los planes de exportación de largo plazo. Esto es lo que hay que revertir para que las inversiones se orienten a producir para los mercados externos, al menos en un porcentaje de las ventas locales, de lo contrario será muy difícil que la industria pueda generar sus propias divisas para crecer en forma sostenida y proveer suficientes puestos de trabajo y salarios altos.

 

Por Carlos Moyano Walker

 

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Fuente: Fundación ICBC

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