Como tienen hábitos... parecen santos
Son nuestros valores los que están en crisis. Los argentinos tenemos una manifiesta predilección por “parecer”, no por “ser”.
Por Lic. Marcela Viviana Jaimes.
Tengo el honor de haber escrito desde el minuto uno cada hecho cometido por los magnicidas gobernantes de la cleptocracia, y de trabajar en un medio que me permitió -en momentos difíciles e imposibles para todos-, hacerlo con libertad, pagando los costos.
Escribí porque la impudicia fue pública; se veía, se escuchaba, se olía en el aire y se pregonaba canturreando el relato progresista aplaudido por buena parte de los empresarios prebendarios que vivían de la teta del Estado, y por buena parte de un pueblo crédulo por necesidad.
Ensayando sus improvisaciones con metódico cuidado, actuando una sentida viudez gracias a sus dotes histriónicos, y recurriendo a la memoria emotiva de sus encuentros revulsivos con buena parte de los actores políticos aun vigentes; Cristina Fernández de Kirchner construyó la plataforma sobre la cual irguió la bandera mítica de los derechos humanos que decía proteger con su modelo nacional y popular, aunque al final del relato, los más vulnerables fueran arrastrados hacia la pobreza y la indigencia absoluta, cometiendo un genocidio que encubría su único y verdadero fin: el saqueo.
Rodeada de hombres y mujeres cuyas conductas delictivas eran flagrantes, logró atrincherarse en el poder como en la Edad Media, como en los señoríos; frente a una población enceguecida, que no veía cómo un diputado utilizaba el dinero de la caja del Congreso para pagar los alimentos del hijo que tenía con su becaria; que no sabía que el firmante de la ley que igualaba los derechos de los niños extramatrimoniales a los concebidos dentro del matrimonio, violaba con sistemática rutina el pago de los alimentos de sus sendos hijos nacidos fuera de su matrimonio.
Sigo enumerando acerca de la mugre del poder?
Titulares de los derechos del niño que silenciaban lo inconveniente, presidentes que simulaban matrimonios felices, fiscales del juicio a las Juntas “alertando” a la contraparte sobre futuros planteos jurídicos; eminencias jurídicas de los derechos humanos modificando sus argumentaciones en función de los cargos prometidos por el poder, diputadas en cuyas familias había maltrato a mujeres que se paseaban por las marchas de “Ni una menos”; intachables defensoras de los niños que no veían a sus propios sobrinos por no haber nacido dentro de un matrimonio; obispos codiciosos robando para una vida licenciosa a espaldas del Dios predicado; periodistas y productoras que desde la cama del funcionario de turno refutaban, omitían o mentían -conforme a su conveniencia- sobre los actos de corrupción que ellas disfrutan; pseudo gerentes de programación enlazados con el poder de turno a la espera de millones; jueces nombrados por el peronismo que desestimaban cualquier tipo de acusación que se hiciera sobre sus padrinos políticos con la liviandad necesaria hasta osar hablar de “líneas de corte”.
Una sociedad que deglutió tener a un juez de la Corte sospechado de pedofilia, un presidente señalado de asesino, una ministro de Acción Social que redireccionó los fondos intangibles de la Ley Hambre cero, otro ministro que, junto a un conspicuo menemista, importó un barco que no existía, con gas que nunca llegó, por más de 70 millones de dólares; pero, está claro, como tenían el poder absoluto, consiguieron el silencio absoluto.
Henos aquí ahora, en el atrio del monasterio, donde el daño que produjo el kirchnerismo y gran parte de la dirigencia política argentina, es el castigo que heredamos.
Ya en 2014 éramos más pobres que en 1998, pero es ahora cuando descubrimos que nosotros no podíamos comprar dólares y los K, sí. Veíamos en sus declaraciones juradas un incremento patrimonial imposible de justificar a ojo. De hecho, sólo analizando esos papeles de los funcionarios públicos y políticos argentinos, tendríamos hoy mismo a casi todos presos por enriquecimiento ilícito. Pero no, le dijimos a Oyharbide “gracias por los servicios prestados”.
“El daño que produjo el kirchnerismo y gran parte de la dirigencia argentina, es el castigo que heredamos”
Me pregunto: hasta cuándo esperaremos? Vamos a permitir que sigan aparentando o somos nosotros los amantes de las apariencias a toda costa y a todo costo?
Vemos cómo se hacen los locos, asistimos aplaudiendo a los matrimonios de conveniencia y nos lamentamos porque un político pierde a un hijo cuando éste tuvo que morir para existir públicamente. Acaso no lo vemos? Hay margen para la dudas? Cómo se llama nuestra tara?
Invalido a Sábato, en parte. El hombre no es trágico y patético, como él decía. El hombre -si es argentino-, es un patético hdmp. Punto y raya.
"Un pueblo ignorante es instrumento ciego de su propia destrucción", Simón Bolívar
Fuente: www.NetNews.com.ar
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