El camino de la autosuperación
Vanina Papalini es investigadora del CONICET y analiza cómo son los libros de autoayuda y qué hacen las personas a partir de ellos.
Comercios y ferias del libro dedican cada vez más espacio a esos textos que intentan encontrar respuestas a los problemas que presenta la vida en este mundo exigente y demandante. De estos libros de autoayuda han surgido segundas partes, secuelas, películas, y, ciertamente, han interferido de diversas maneras en la cotidianeidad de muchas personas.
Vanina Papalini, investigadora independiente del CONICET en el Centro de Investigaciones y Estudios sobre Cultura y Sociedad (CIECS, CONICET-UNC) dedicó cinco años a estudiar datos del mercado editorial; realizar entrevistas, observación participante y un análisis de significaciones de cerca de cien libros para conocer en profundidad este fenómeno que parece haber llegado para quedarse.
¿Que caracteriza al género “autoayuda”?
Son libros que ofrecen indicaciones para resolver una o un conjunto de problemáticas, desde cómo dormir a tu bebé hasta cómo ser feliz. En general se resumen en recetas, en un conjunto de pasos o consignas que se pueden pegar en el espejo para poner en práctica cada mañana, en pos de conseguir un objetivo.
¿Cuál es el mecanismo a través del cual se presentan los problemas y sus soluciones?
En términos retóricos, se utiliza la primera persona para narrar una experiencia singular que luego es tipificada para dar una respuesta general. De la primera persona –yo- pasamos a la tercera –él o ella- y de ahí inmediatamente a la segunda –tú- como interpelación al lector, a quien el autor que posee el saber le indica qué tiene que hacer. Este juego de construcción muy pegado al sentido común muestra la debilidad teórica y empírica de la autoayuda, que rápidamente generaliza en temas en los que resulta muy difícil hacerlo.
¿Hay alguna escala o tipo de valores que sean comunes en los libros de autoayuda?
Sí, hay principios que son indiscutibles. Por ejemplo, el éxito como meta, muy vinculado a lo económico. Este “valor” está encarnado, más allá de los libros, en la cultura masiva; es ese personaje típico del cine de Hollywood, hiperdemandado, que corre de aquí para allá, tiene una gran casa y uno o dos autos. El modelo de éxito, como el modelo de familia, corresponden al mundo protestante anglosajón, en algún sentido funcional a un mundo capitalista, que no coincide con las familias extensas ni el tipo de sociabilidad latinoamericanos.
¿Algún otro principio aparece insistentemente?
Sí, el cambio como intrínsecamente bueno, sobre todo en lo referente a la pérdida de trabajo. En vez de tomarlo como un problema a resolver o considerar que amerita una acción colectiva, se lo entiende como la posibilidad para progresar. Y si bien esto puede ayudar algunas personas, también fomenta el individualismo, la competencia y la centralidad de lo económico. Las lecturas de este tipo ofrecen recetas completamente descontextualizadas.
Respecto al análisis en situación de los fenómenos, ¿cuál es el contexto del auge de este género?
Las cifras de venta indican un pico en los años ´90 a nivel mundial, que coincide con grandes transformaciones del mundo del trabajo, la empresa y el estado en relación a las políticas de protección social. En Argentina se registra en los años 1994 y 2001, que son períodos muy críticos. Se trata de contextos de crisis económicas, estructurales y de sentido, donde evidentemente estamos siendo exigidos de una manera inédita y tenemos apoyos más escasos de los que podríamos tener hace tres décadas. Por eso el interés en los libros con una matriz más espiritual, con una orientación New Age, que es otra de las vertientes de la autoayuda.
¿Qué se entiende por espiritualidad New Age?
Se habla de esta corriente ‘Nueva Era’ como una religión a la carta, donde cada uno elige a qué elementos adherir y a cuáles no. La práctica y la fe, entonces, se vuelven personales. La idea de ‘energía’ tiene un lugar central y permite la transversalidad de la creencia. Pero además viene del mundo de la ciencia, lo cual es otra característica importante: una apoyatura científica -a veces aparente- que es compatible con el mundo contemporáneo.
¿Qué tipo de respuestas se encuentran en esta corriente de los libros de autoayuda?
Promueve una vida menos lacerante para con uno mismo e incorpora una dimensión de lo sagrado que funciona como un límite ético en la relación con los otros y con el ambiente. Esto tiene un costado interesante porque constituye un freno al proceso de devastación de las relaciones personales en pos de la competencia y de la naturaleza en pos de la producción.
¿El estudio se centró sólo en los textos?
Había ciertas cosas que no podía mirar completamente desde afuera entonces comencé a hacer entrevistas y a participar en algunos grupos de los que esas personas formaban parte. Hice yoga, aprendí técnicas naturistas del cuidado del cuerpo y también pude entender qué ocurre en estos colectivos en un sentido profundo. Encontré que en realidad, como uno podía imaginar, una cosa es lo que el texto propone y otra es lo que las personas hacen con él.
¿Qué tanto se distancia o se acerca lo propuesto de lo que se origina a partir de allí?
Hay casos de lo más variados. En un extremo hay personas que siguen los libros exactamente al pie de la letra. Por ejemplo, entrevisté a un hombre para quien el acercamiento al género tuvo que ver con desengaños amorosos. En ese momento estaba casado y su esposa se sorprendía porque él de un día para el otro cambiaba de actitud y actuaba de otra manera, de acuerdo a las recomendaciones del libro que estuviera leyendo. Entonces ella intentaba leer lo mismo para entender qué ocurría en la relación. El diálogo estaba mediado, interferido diría, por el libro.
¿Cómo repercuten estos procesos en el entorno?
Estas actitudes aparecen como inmotivadas, resultan desconcertantes para los demás porque se omite la dimensión del vínculo. Esto es fundamental porque uno vive en relación. El libro de autoayuda se vuelve una receta tan personal que ni siquiera puedo compartir con mi pareja; en lugar de actuar en conjunto le ofrezco un repertorio de nuevas actitudes que van cambiando sin diálogo. Las personas que lo siguen al pie de la letra actúan de una manera casi podríamos decir alienada, una especie de personaje centrado en sí mismo, con un caparazón protector, que no puede ser penetrado por nada. Para mí, esa imagen está muy lejos de la de una persona feliz.
¿Y en el otro extremo?
Me contacté con un grupo de lectura de libros de autoayuda, lo cual es en sí un contrasentido, porque se supone que son procesos individuales. Eran mujeres jubiladas que se juntaban todas las semanas, resumían, fichaban y discutían sus lecturas, un acercamiento que tampoco está propuesto por el texto. Esas reuniones ocupaban un lugar muy importante en la vida de estas señoras que encontraban en los libros una excusa para producir la ayuda real, que consistía en acompañarse. Pero el último elemento, completamente asombroso, fue que a partir de esta apoyatura en la ciencia que señalé, tuvieron contacto con conceptos de física cuántica. Esto despertó su interés y comenzaron a leer un libro de Robert Laughlin, premio Nobel de Física en 1998, para conocer de qué se trataba en realidad.
¿Cuál es la conclusión, entonces, respecto a los textos, sus usos y posibilidades?
La investigación me hizo repensar el problema integralmente para poder comprender que el libro no es más que un dispositivo que engrana en otro conjunto de relaciones y que hace máquina con una pregunta. De acuerdo a quién y cómo se plantea, puede caer en una respuesta instrumental y dar una receta muy simple, o servir de abono a reflexiones que vayan más allá. El libro es un elemento más de una búsqueda profunda y de una manera de abordar las cosas que tiene que ver con la inquietud de quien lee.
Fuente: Mariela López Cordero – CCT Córdoba
Fuente: www.NetNews.com.ar
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