¿La huella ambiental y el índice de consumo energético pueden convertirse en la aftosa del siglo XXI?
En los últimos años cada vez más empresas comenzaron a introducir en su ADN a los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible) como eje de su gestión, algunas pioneras por sus compromisos medio ambientales y sociales y algunas otras lo harán por meras acciones de marketing o “greenwashing”.
Pero más allá de todos los beneficios que se generan a partir de una gestión sustentable y sostenible de la empresa, lo que hasta ahora era solo una cuestión de elección va camino a convertirse en una obligación si no queremos tener restricciones de acceso a mercados internacionales en el corto plazo.
El 1 de enero de 2023 comenzó a regir el Mecanismo de Ajuste de Carbono en Frontera (CBAM por sus siglas en inglés), que gravará los bienes importados con alta huella ambiental. La medida fue aprobada en junio de 2022 por el Parlamento Europeo. Al inicio esta medida afectará a las exportaciones de un grupo de productos intensivos en carbono como hierro, acero, cemento y fertilizantes, y se extenderá a otros como maderas, papel y alimentos. Y si bien en esta etapa inicial solo se miden los datos de los productos, desde el 1 de enero de 2026 se comenzará a aplicar el impuesto.
Esta medida no es la única, ni tampoco es exclusiva del mercado europeo, otras medidas de certificaciones y etiquetados ambientales comienzan a ser habituales en distintos mercados internacionales. Por lo tanto, es fundamental empezar a tomar medidas en nuestras empresas para que estas nuevas barreras paraarancelarias no nos tomen de sorpresa al momento de la implementación, ya que no tendremos margen de maniobra para realizar las acciones correctivas a último momento.
Haciendo una analogía con la fiebre aftosa, que provocó una caída drástica en las exportaciones de carne, ya que muchos países importadores cerraron sus fronteras a los productos cárnicos argentinos y afectó gravemente al ingreso de divisas a nuestro país, además de dañar la reputación en los mercados internacionales, la huella ambiental de nuestros productos de exportación podrían sufrir una suerte similar si no comenzamos a trazar estrategias de mitigación.
Quiero focalizar mi análisis en el índice de consumo energético de las empresas, ya que de acuerdo al último inventario de GEI (Gases de Efecto Invernadero) de nuestro país, el 51% de las emisiones provienen de la generación y uso de la energía (PNAyMCC 2022), por lo tanto, es el punto en el cual deberíamos focalizar gran parte de las acciones de mitigación. Aquí debemos establecer la primera división entre generación y demanda e identificar el crecimiento interanual de la demanda, comportamiento de acuerdo a la actividad económica y los escenarios futuros, de cuánta energía vamos a necesitar al año 2030.
En el año 2022 la demanda energética de nuestro país fue de 138.760 GWh (Cammesa) y en los primeros 3 meses de 2023 la demanda aumentó más de 4.000 GWh de lo planificado debido al mayor consumo durante las olas de calor del verano. Si bien desde el año 2015 no tenemos un crecimiento estable de la demanda debido a la baja actividad industrial producto de crisis macroeconómicas, pandemia, etc., el crecimiento de la demanda energética debería ser entre un 2,5% y 3% interanual en función del crecimiento de la población y el aumento de la actividad económica.
¿Cómo podemos bajar nuestra huella ambiental con Energías Renovables y aplicaciones de Eficiencia Energética?
Si bien nuestro país tiene una matriz energética limpia en comparación al promedio mundial, ya que se basa en su mayoría en Gas Natural y prácticamente no utilizamos carbón, tenemos una participación de 13,9% de energías renovables, y que según la Ley 27.191 tenemos el objetivo de llegar al 20% de participación en la demanda con renovables al año 2025. Dicha Ley establece los mecanismos para que las grandes empresas, categoría GUME mayor a 300kW, puedan autogenerarse o comprar energía renovable a un generador privado mediante un contrato de PPA (Power Purchase Agreement), de hecho ya existen más de 2.500 contratos en nuestro país bajo esta metodología. Luego tenemos la Ley 27.424 de fomento a la Generación Distribuida que permite a los usuarios instalar energías renovables e inyectar y vender a la red los excedentes que eventualmente pudiera tener y que ya existen más de 1.150 Usuarios-Generadores en todo el país.
Es aquí donde entra en escena la importancia de la Eficiencia Energética, que por definición consiste en lograr un menor consumo de energía frente a una misma prestación, sin disminuir la calidad del servicio, utilizando de manera inteligente los recursos. Antes de pensar en incorporar o comprar energías renovables, debemos saber si estamos siendo eficientes en nuestro consumo.
Para analizar las oportunidades de aplicación de acciones de Eficiencia Energética y mejorar nuestros indicadores, debemos saber que el 49% de la demanda energética de nuestro país corresponde al sector Residencial, el 27% al sector comercial y el 24% al sector Industrial de grandes consumidores. Entonces podríamos identificar a las mayores oportunidades de ahorro en los hogares, pero el problema es la complejidad de aplicación de programas debido a la heterogeneidad y falta de conocimiento técnico, es por ello que los principales programas y normativa se encuentran orientados hacia los sectores comerciales, industriales y al sector público, ya que las posibilidades de aplicación aumentan por contar con capacidad técnica para su aplicación y recursos para llevar a cabo las inversiones iniciales necesarias.
Nos encontramos en una era de Transición Energética mundial, con cada vez más incorporación de energías renovables, gran crecimiento de la movilidad eléctrica y la necesidad imperiosa de bajar las emisiones de GEI a nivel mundial de forma drástica al año 2050. En este contexto, tenemos enormes desafíos para lograr comprender no sólo cómo y en qué consumimos energía, sino también como gestionarla siendo un usuario activo, que no solo consume energía, sino que la genera, la administra y hasta la puede vender, inyectando excedentes de energías renovables a la red de distribución.
El primer paso para estar preparados para afrontar a la transición energética y las medidas que están aplicando los mercados internacionales, es medir y entender cómo, cuándo, para qué y porqué utilizamos la energía en nuestras empresas. Realizando un Diagnóstico Energético podremos responder todas estas preguntas, identificar oportunidades de mejora, identificar y corregir consumos parasitarios, revisar procesos evitando simultaneidad de consumos, generar importantes ahorros, establecer una línea de base de consumo energético y poder contar con un nuevo KPI fundamental, que será el Índice de Consumo Energético por unidad producida. De esta forma se llega a conocer cuántos kWh utilizamos por cada unidad producida, identificando qué cantidad de energía implica cada etapa del proceso de producción.
Una vez que logramos identificar todas las variables de nuestro consumo, se podrán analizar las distintas opciones para incorporar energías renovables que nos van a permitir reducir la huella de carbono de nuestra empresa. Reducir nuestras emisiones es una oportunidad para ingresar a nuevos mercados, formar parte de cadenas de valor de grandes corporaciones, ya que muchas de ellas se encuentran en procesos de implementación de estrategias de Carbono Neutralidad con horizontes 2030 o 2040, y dentro de sus planes de acción se encuentra la búsqueda de nuevos proveedores que estén alineados con sus metas de Desarrollo Sostenible.
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