Lunes, 22 de Diciembre de 2025 | 16:57

ENTRE EL ÁGUILA Y EL DRAGÓN

Lic. Yanina S. Lojo Por Lic. Yanina S. Lojo
Mg. en Dirección de Finanzas y Control

El nuevo Acuerdo Marco de Comercio e Inversiones entre Estados Unidos y Argentina se anuncia en un momento en el que la geopolítica comercial se ha convertido en un tablero de alto riesgo. Mientras el “águila” norteamericana busca consolidar una red de socios alineados para sus cadenas de valor y sus minerales críticos, el “dragón” chino sigue siendo un actor central en el comercio argentino, aunque con un modelo de inversión que despierta cada vez más preguntas.

 

 

El anuncio del framework para un Acuerdo de Comercio e Inversiones recíproco entre Estados Unidos y Argentina no es un hecho aislado: se inscribe en una agenda más amplia de Washington para premiar a los “socios alineados” en materia de comercio, seguridad económica y minerales críticos. La Casa Blanca presentó el marco como una hoja de ruta para un acuerdo que incluya disciplinas en acceso a mercados, normas sanitarias y fitosanitarias, comercio digital, trabajo, medio ambiente y cooperación en minerales estratégicos, además de ajustes arancelarios específicos.

El mensaje político es claro: en un mundo de tensiones arancelarias, guerras tecnológicas y fragmentación de cadenas de suministro, Estados Unidos está dispuesto a pagar una prima —en forma de mejor acceso de mercado y reglas más previsibles— a quienes se alineen con su visión de seguridad económica. Para Argentina, que arrastra una historia de volatilidad macro, restricciones externas crónicas y vaivenes regulatorios, esa promesa de previsibilidad no es un detalle menor: es un activo estratégico.

Al mismo tiempo, el movimiento estadounidense se da en un contexto donde China sigue siendo el principal proveedor de bienes para Argentina y un financista relevante para la región, aunque con inversiones que han perdido dinamismo y con crecientes cuestionamientos socioambientales en varios países de América Latina.

Entre ambos polos, Argentina tiene una oportunidad —y una responsabilidad—: aprovechar el acercamiento a Washington, diversificar mercados con Europa y otros socios, y al mismo tiempo mirar con lupa cómo se insertan los proyectos chinos en nuestro territorio.

Entre el águila y el dragón, el desafío no es elegir “bando”, sino construir una estrategia propia que maximice oportunidades y minimice riesgos.

 

¿ Qué trae el nuevo marco con Estados Unidos?

El Acuerdo Marco de Comercio e Inversiones no es todavía un tratado en vigor, pero las líneas gruesas ya dicen mucho sobre el rumbo:

Acceso a mercados y aranceles diferenciados: El marco prevé que Estados Unidos otorgue arancelario preferencial en determinados productos y avance en la apertura para carnes, especialmente bovina, donde se menciona explícitamente concluir las negociaciones de acceso.
Agricultura y alimentos: Argentina se compromete a simplificar registros para carne vacuna, porcina y subproductos, a permitir el ingreso de ganado en pie y a habilitar la carne aviar estadounidense en el plazo de un año. También se hace mención a revisar las compras desde destinos donde pueda haber producción con trabajo forzoso, alineándose con estándares laborales internacionales.


Minerales críticos y energía: Se anuncia cooperación específica para facilitar comercio e inversión en minerales críticos, un capítulo clave para el litio, el cobre y otros insumos que Estados Unidos considera estratégicos para su transición energética y la seguridad de sus cadenas de suministro.
Comercio digital y datos: Argentina se compromete a permitir el flujo transfronterizo de datos personales hacia Estados Unidos, reconociendo a EE.UU. como jurisdicción adecuada (es decir, que la protección de datos personales de EE.UU. cumple un estándar aceptable sin necesidad de equivalencias bloqueantes o localización de datos). Se enuncia la obligación de no aplicar regulaciones o requisitos diferenciados que perjudiquen a proveedores digitales norteamericanos respecto a operadores locales o terceros países.
Esto se alinea con principios de “tratamiento nacional” y “nación más favorecida”, aplicados al comercio digital. Argentina acepta reconocer como válidos los sistemas de firma digital y electrónica aceptados en la legislación estadounidense, lo cual reduce barreras técnicas en operaciones corporativas, contratos digitales, regtech, fintech y servicios basados en conocimiento.


Trabajo, medio ambiente y disciplina frente a “prácticas distorsivas”: El acuerdo incorpora obligaciones sobre derechos laborales, combate al trabajo forzoso y compromisos ambientales, incluyendo tala ilegal y subsidios pesqueros. Además, menciona la coordinación frente a prácticas distorsivas de otros actores globales, en un guiño directo a la preocupación compartida por el rol de empresas estatales y subsidios industriales en la economía china.

Este no es un tratado tradicional de reducción generalizada de aranceles: es un acuerdo de nueva generación, que mezcla comercio, inversiones, datos, minerales críticos y seguridad económica.

 

Dónde estamos parados: comercio e inversiones con Estados Unidos

Para dimensionar el potencial del acuerdo, vale la pena mirar los números actuales.

En 2024, según el Centro de Economía Internacional (CEI) de Cancillería, las exportaciones argentinas totalizaron US$ 79.721 millones, las importaciones US$ 60.822 millones y el saldo comercial fue un superávit de US$ 18.899 millones. Estados Unidos fue el tercer destino de nuestras exportaciones (8,1% del total) y el segundo origen de nuestras importaciones (10,2%).

Pero donde el vínculo se vuelve verdaderamente estratégico es en la inversión extranjera directa (IED):

El Banco Central reporta que Estados Unidos es el principal origen de la IED en Argentina, con un stock de US$ 28.875 millones al 30/9/2024 (17% del total). [1]
Un análisis posterior, con datos al primer trimestre de 2025, estima ese stock en US$ 31.882 millones, consolidando el liderazgo estadounidense.

En contraste, la inversión china en Argentina es mucho más acotada: un informe reciente señala que el stock de IED de China en el país se redujo a US$ 1.820 millones en 2023, desde un máximo de US$ 2.140 millones en 2021. [2]

Es decir, hoy Estados Unidos invierte en Argentina del orden de 15–17 veces más que China en términos de stock, pese a que en el comercio de bienes el dragón tiene una presencia muy fuerte como proveedor de manufacturas y bienes de capital.

Si el nuevo acuerdo se implementa bien, la combinación de mejor acceso al mercado estadounidense + convergencia regulatoria + estabilidad de reglas puede:

  • Mejorar el perfil de nuestras exportaciones hacia bienes de mayor valor agregado (farmacéuticos, maquinaria, servicios basados en el conocimiento).
  • Atraer nuevas inversiones en energía, litio, agroindustria y manufacturas integradas a cadenas norteamericanas. 
  • Reducir el costo de capital para empresas que operan en Argentina, si el acuerdo ayuda a bajar la percepción de riesgo y genera una narrativa de “socio confiable” en el radar de fondos y corporaciones globales.

No es magia ni un pase directo al desarrollo, pero sí un cambio de escala en la conversación con el principal inversor extranjero del país

 

 

"Estados Unidos invierte en Argentina del orden de 15–17 veces más que China en términos de stock"

 

 

 

El otro gigante: comercio e inversión con China

China es, desde hace años, un actor decisivo para la economía argentina. En 2024, fue el principal origen de nuestras importaciones (19,2% del total) y uno de los socios con los que registramos mayores déficits comerciales: el CEI estima un saldo negativo de US$ 5.616 millones en el intercambio bilateral.

En exportaciones, China compra desde porotos de soja, carne bovina y cebada hasta minerales como carbonato de litio y concentrados de plata, consolidándose como un socio clave para el complejo agroindustrial y minero argentino.

A escala regional, la CEPAL reporta que América Latina y el Caribe recibieron US$ 188.962 millones de IED en 2024, un 7,1% más que en 2023, y que Estados Unidos fue el principal inversor (38% del total), mientras que el peso de la Unión Europea cayó al 15%. En ese mapa, la IED china ha perdido dinamismo, con menor peso en nuevos proyectos y fusiones y adquisiciones. [3]

Paradójicamente, la narrativa pública en la región suele sobredimensionar la presencia de China como inversor en comparación con los datos concretos: su peso es muy alto en comercio y financiamiento, pero en inversión productiva la foto es más heterogénea y, en muchos países, menor a la de Estados Unidos o Europa.

Eso no significa que China no sea relevante —lo es, y mucho— sino que hay que separar mitos de realidades para no sobreactuar ni subestimar.

 

Cómo invierte China: oportunidades, riesgos y lecciones

Los proyectos chinos en América Latina han tenido, sin duda, efectos positivos: acceso a financiamiento para infraestructura, obras de energía y transporte, y creación de empleo. Un informe citado por la OIT estima que las inversiones chinas en infraestructura y extracción generaron del orden de 600.000 empleos en la región. [4]

Pero junto a esos beneficios han aparecido casos que funcionan como advertencias, especialmente cuando los Estados receptores ceden demasiada capacidad de negociación, aceptan cláusulas opacas o no exigen el cumplimiento estricto de normas laborales y ambientales.

Brasil y el caso BYD: condiciones laborales bajo la lupa

En Brasil, las autoridades laborales paralizaron en 2024 la construcción de una planta de vehículos eléctricos de BYD en Bahía tras detectar que 163 trabajadores chinos vivían y trabajaban en condiciones calificadas como “análogas a la esclavitud”: jornadas excesivas, alojamientos degradantes, restricciones a la circulación y retención de pasaportes.

La empresa despidió al subcontratista responsable y trasladó a los trabajadores a hoteles, pero el episodio ilustra los riesgos de modelos de internacionalización que importan mano de obra propia, operan con estándares laborales deficientes y dejan a los Estados anfitriones ante hechos consumados.[5]

Esto no implica que toda inversión china se comporte así. Sería injusto y simplista. Pero sí muestran que, sin marcos regulatorios sólidos, capacidad de control y transparencia contractual, algunos proyectos pueden terminar:

Empleando mano de obra mayoritariamente extranjera, con bajo impacto en empleo local.
Incumpliendo normas laborales o ambientales.
Generando trabajos inconclusos o de calidad dudosa, con comunidades que pagan el costo de obras eternas o mal ejecutadas.

Para un país como Argentina, con necesidades urgentes de infraestructura, la lección es clara: no basta con que llegue la inversión; importa cómo y bajo qué reglas.

Diversificar mercados: Estados Unidos, EFTA, Unión Europea… y algo más

El acuerdo con Estados Unidos se suma —o debería sumarse— a una estrategia más amplia de diversificación de mercados y socios, que incluye:

El Tratado de Libre Comercio MERCOSUR–EFTA, cuya firma fue acompañada por un compromiso explícito de “ratificación expedita” para permitir su entrada en vigor lo antes posible.
El Acuerdo de Asociación MERCOSUR–Unión Europea, cuyo texto fue completado en diciembre de 2024 tras 25 años de negociaciones y que se encamina a la firma formal el 20 de diciembre de 2025, con vistas a una entrada en vigor provisional hacia 2026, sujeto a las ratificaciones internas

Según análisis de Cancillería, el acuerdo con la UE implicará la eliminación de aranceles europeos para aproximadamente 92% de los bienes exportados por el Mercosur, mientras que el bloque sudamericano llevará gradualmente a cero buena parte de sus aranceles a productos industriales europeos.

En paralelo, la Unión Europea sigue viendo el acuerdo como una herramienta para diversificar sus relaciones comerciales frente al proteccionismo estadounidense y la competencia china, mientras consolida una alianza política con América Latina basada en reglas y estándares comunes.

Para Argentina, este entramado de acuerdos (Estados Unidos, EFTA, Unión Europea, más los ya vigentes con otros socios) puede:

Reducir la dependencia excesiva de unos pocos mercados, especialmente en commodities.
Abrir oportunidades en nichos de alto valor (alimentos diferenciados, economía del conocimiento, equipamiento médico, tecnologías verdes).
Bajar el riesgo geopolítico, al no quedar atado a una única potencia en materia de financiamiento e infraestructura.

Diversificar no es dispersar: es alinear acuerdos comerciales e inversiones con una estrategia productiva, priorizando sectores donde Argentina pueda escalar y construir ventajas duraderas.

 

Entre el águila y el dragón: qué debería mirar Argentina

En este contexto, ¿qué implica “prestar atención” al modelo chino sin caer en simplificaciones, y cómo aprovechar la ventana que abre el acuerdo con Estados Unidos?

En la discusión pública sobre inversiones extranjeras, el volumen ya no alcanza: Argentina necesita mirar la calidad de cada proyecto, medir cuántos puestos de trabajo se generan en el territorio, qué transferencia tecnológica queda instalada y cuánto encadenamiento se impulsa con proveedores locales, junto con los impactos socioambientales. Eso exige condicionalidades inteligentes: negociar cláusulas de localización, exigir cupos mínimos de mano de obra argentina, estándares laborales y ambientales verificables y mecanismos de resolución de controversias transparentes, independientemente de si el capital viene de China, Estados Unidos o Europa.

 

Al mismo tiempo, el país debe capitalizar el “premio geopolítico” que hoy ofrece Washington —acceso, financiamiento, tecnología— sin convertirlo en una nueva dependencia, sino utilizándolo para sumar capacidades propias y fortalecer sectores que puedan escalar. La integración regulatoria con Estados Unidos y la Unión Europea en comercio digital, datos, propiedad intelectual y normas técnicas no es un gesto simbólico: reduce costos de transacción, habilita negocios y vuelve a las empresas argentinas más competitivas dentro de cadenas globales de valor.

 

Pero todo esto solo funciona si existe una Cancillería económica con músculo técnico, capaz de sostener compromisos, defender intereses sectoriales, monitorear impactos y ajustar políticas internas —educación, infraestructura, innovación— para capturar los beneficios de la apertura y minimizar sus costos.

Diseñar nuestra propia hoja de ruta

Entre el águila y el dragón, la peor decisión para la Argentina no es elegir a uno u otro, sino quedarse inmóvil o reaccionar como péndulo, oscilando entre potencias según el viento político del momento.

El Acuerdo Marco de Comercio e Inversiones con Estados Unidos no es un gesto diplomático: es una oportunidad concreta para reforzar el vínculo con nuestro principal inversor extranjero, insertarnos en cadenas de valor donde el país puede competir y modernizar normas regulatorias en línea con los estándares que hoy definen la economía real. A la vez, la experiencia regional demuestra que mirar de reojo cómo operan ciertos proyectos chinos —la mano de obra que traen, los contratos que firman, el impacto ambiental, el grado de integración con proveedores y comunidades locales— es abrir la puerta a frustraciones sociales y a costos políticos que terminan pagando los territorios.

La salida no es reemplazar a un socio por otro, sino construir una estrategia propia basada en tres pilares: diversificar mercados y acuerdos con inteligencia —Estados Unidos, Unión Europea, EFTA, Asia, África—; exigir calidad y transparencia a toda inversión extranjera, venga de donde venga; y alinear la política comercial con la productiva y la de desarrollo territorial para que derrame en empleo, tecnología y competitividad. Si logramos ordenar esas piezas, Argentina deja de ser el tablero donde otros juegan y pasa a ser jugador con agenda propia.

Entre el águila y el dragón, se trata de levantar la mirada, leer el mapa global y animarse a escribir nuestras propias reglas.

 

 

 

 

 

 

[1] Banco Central de la República Argentina (BCRA), Informe “Balanza de pagos, posición de inversión internacional y deuda externa”, Q3 2024 y Q1 2025, Tablas 4 y 5 — Stock de IED por país de origen.

[2] Fuente: Banco Central de la República Argentina (BCRA). Informe “Balanza de pagos, posición de inversión internacional y deuda externa”. Tablas de stock de IED por país de origen. Series 2021–2024.
Fuente complementaria: CEPAL, “La inversión extranjera directa en América Latina y el Caribe” (última edición disponible).

[3] CEI – Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto (Argentina). “Informe de Comercio Exterior Argentino 2024”. Tablas de participación de importaciones y balances bilaterales.
CEPAL. “La Inversión Extranjera Directa en América Latina y el Caribe, Edición 2025”. Estadísticas anuales de flujos y stock por país y origen.

[4] OIT (ILO). “Labor and Employment Effects of Chinese Investments in Latin America and the Caribbean”. Oficina Regional para América Latina y el Caribe.
Año de publicación: 2022 / 2023 (según versión consultada).

[5] Ministerio Público do Trabalho (Brasil), Procuradoria Regional da 5ª Região, procedimientos de inspección laboral sobre obras asociadas a BYD en Bahía, febrero 2024.
Reuters (2024), “Brazil cracks down on forced labor at BYD EV plant site, rescues workers”, 08/02/2024.

Fuente: www.NetNews.com.ar

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