Un pliego a medida, caro y condenados a ser un puerto feeder

Titular Puls Media
Alejandro Bustamante, ingeniero agrónomo y director de Amaltea Agro, no se anduvo con rodeos: no se anduvo con rodeos: si Argentina quiere seguir siendo competitiva en el comercio exterior, la Hidrovía Paraná-Paraguay necesita mucho más que un maquillaje. “Tenemos que ir a 44 o 45 pies de profundidad y con una tarifa razonable, de 3 a 4 dólares por tonelada, si no estamos invirtiendo para quedarnos en el mismo lugar”, disparó.
Considerando un crecimiento a tasas conservadoras, Bustamente proyectó un incremento del tráfico en la Hidrovía del 3% anual entre 2024 y 2040, sustentado en un posible aumento de 35 a 45 millones de toneladas adicionales en la próxima década por mejoras en las reglas para el sector agrícola, otros 15 millones de toneladas por inversiones en Mato Grosso do Sul (Brasil), y por la posibilidad de duplicar el tráfico de contenedores si la economía argentina se vuelve más abierta y estable.
El especialista repasó la situación actual y las falencias del pliego de licitación presentado en febrero, al que calificó como insuficiente y hasta contraproducente. “Con 39 pies no resolvemos nada. Lo único que íbamos a hacer era encarecer el costo de las exportaciones”, advirtió. Y fue más allá: “ese pliego parecía hecho a medida de un solo jugador, limitaba la competencia y condenaba a la Argentina al papel de puerto feeder, dependiente de Montevideo o Santos para salir al mundo”.
“Tenemos que ir a 44 o 45 pies de profundidad y con una tarifa razonable, de 3 a 4 dólares por tonelada, si no estamos invirtiendo para quedarnos en el mismo lugar”
La concesión: plazos eternos y números inflados
Bustamante fue lapidario con la propuesta que preveía una concesión de 30 años, prorrogable por otros 30, con un diseño de canales pensado para buques obsoletos. “Ese pliego tenía muchas áreas de mejora. Planteaba duplicar la tarifa vigente y hacía asumir al futuro concesionario una deuda heredada de 78 millones. Todo eso termina pagándolo la carga, es decir, los productores y exportadores argentinos”.
Según sus cálculos, con la tarifa de referencia de 6,3 dólares por tonelada planteada en el pliego, el concesionario hubiera tenido ingresos anuales cercanos a 700 millones de dólares frente a costos que no superan los 200 millones. “Acá había 400 o 500 millones de más que iban directo a pérdida de competitividad”, denunció.
La profundidad: el verdadero cuello de botella
Para Bustamante, el centro del debate es claro: los buques no pueden salir completos y se ven obligados a completar carga en Bahía Blanca, Quequén o incluso en Brasil, lo que implica un sobrecosto de casi 5 dólares por tonelada.
“La clave es evitar esa escala. Con 42 pies apenas se mejora la competitividad de quienes exportan harinas, pero no alcanza para granos ni minerales. Necesitamos 44 o 45 pies para realmente marcar la diferencia”, afirmó.
“ese pliego parecía hecho a medida de un solo jugador, limitaba la competencia y condenaba a la Argentina al papel de puerto feeder”
En este sentido, remarcó que nuestros competidores ya juegan en otra liga: Paranaguá y Santos en Brasil, Montevideo en Uruguay y Luisiana en EE.UU. avanzan con profundidades que permiten operar buques de gran porte, mientras Argentina sigue rezagada. “Si no dragamos más hondo, nos resignamos a ser feeder: es decir, depender de otros para que nuestros productos lleguen a destino”, advirtió.
Balizamiento y sobrecostos escondidos
Otra de sus críticas fue hacia la forma en que se pensó el balizamiento. “Se ató automáticamente al dragado, sin garantías de competencia real. Eso generaba, otra vez, ingresos muy por encima de lo razonable para las empresas adjudicatarias. Estamos pagando tarifas infladas por un servicio que debería ser mucho más competitivo”, cuestionó.
Qué debería cambiar
Bustamante planteó un pliego alternativo: concesiones más cortas, con profundización acelerada a seis años, tarifas transparentes y diferenciadas para dragado y balizamiento, y —sobre todo— competencia real en la etapa de adjudicación.
“El único momento en el que hay competencia es cuando se presentan las ofertas. Después, el concesionario queda 15 o 20 años sin rivales. Por eso, el precio tiene que tener más peso que la ventaja técnica. Todos tienen capacidad para dragar esta vía, no es técnicamente tan compleja. Lo que no tienen es el volumen porque no hay muchas hidrovías de esta magnitud en el mundo. Hay que nivelar la cancha”, reclamó.
El desafío
El diagnóstico es contundente: la Hidrovía es el cordón umbilical de la economía argentina y regional, pero sin una concesión bien diseñada, se corre el riesgo de perder competitividad frente a los vecinos. “No se trata de si hacemos o no la obra. Nuestros competidores lo están haciendo. Nosotros también tenemos que hacerlo, y hacerlo bien”, sentenció.
Fuente: www.NetNews.com.ar
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