“Entre cuadernos y fracasos”
La aparición de los cuadernos que nadie tiene, desnuda una corrupción que nadie niega. O no pueden ya negar. Arrepentidos son demasiados, condenado termina siendo un gobierno, o mejor dicho, un sistema que utilizó ideales ajenos para desarrollar la codicia propia.
Duro y duele, degradaron los sueños ajenos, de los militantes, peronistas o setentistas, progresistas o de izquierda, no tenían derecho a jugar con ideales que jamás compartieron. Ellos nunca se unieron a los derechos humanos ni al peronismo cuando había que hacerlo, cuando estaba en juego la dignidad del militante. En esos años hubo silencio u olvido, se enriquecieron con las leyes de esa dictadura que luego, cuando ya no implicaba riesgo hacerlo, salieron a comprar patente de progresistas. Enorme daño a la causa popular, a esa que fue radical o peronista, hasta tuvo su tiempo de conservadora, pero nunca soportó el oportunismo. Final a toda orquesta, cárcel para varios, solo el fanatismo sostiene un puñado de seguidores que el tiempo irá limando hasta que no quede nadie con calor popular. Y los arrepentidos, esos que marcan con sus miserias el final de una complicidad que no soporta este desnudo.
El gobierno fracasa sobre la misma denuncia del pasado, fracasa a toda orquesta, no denunció la crisis cuando debiera haberlo hecho y termina generando su propia insolvencia sobre la miseria ajena. Triste, el ala dura, los halcones derrotan a la política, a las palomas. La dupla Duran Barba con Marcos Peña impone la mediocridad de los gerentes, no quieren hablar de política convencidos de ser “lo nuevo”, una propuesta que en sí misma implica estupidez. El fracaso es rimbombante, crece la deuda y la inflación, extienden la pobreza, patéticos, transitan la caída engolados por la soberbia. Huyen los propios, economistas y sociólogos, periodistas y aliados, ya pocos creen que ese es el camino, que hay luz al final de ese túnel. El ala política siente el horror del fracaso anunciado, vive el espanto de ser peores que los que se fueron. Los aliados se van corriendo lentamente, todos quieren dejar en claro que con este gobierno tampoco tuvieron nada que ver. Quedan los duros, los que imaginan que hacer anti peronismo sirve para desbrozar el campo macrista. Ignoran que el presente necesita aciertos para derrotar al pasado, con el odio no alcanza, ya lo ensayaron en el 55 y lo repitieron en el 76, siempre soñando un liberalismo comercial que destruye el trabajo y la misma balanza de pagos. No aprendieron nada, no son “lo nuevo”, tan solo la ignorancia convertida en propuesta. Nos metieron en un túnel que no tiene salida. Y hasta ellos mismos ya parecen asumirlo en la pobreza de sus palabras.
Cristina soñaba con la revolución y Macri con los beneficios del libre mercado. Dos falsas opciones que ya en el mundo pasaron de moda sin dejar adeptos. Los chinos hacen estatismo capitalista, los europeos nos hablan de librecambio acotado a lo que ellos nos quieren vender, los Estados Unidos se protegen como si necesitaran hacerlo. En el mundo se enfrentan las naciones con la riqueza de las grandes empresas, un uno por ciento de la población es más rico que el resto. Y en nuestra sociedad en los últimos treinta años se amasaron enormes fortunas que son la contracara de la miseria que ya lastima hasta la mirada con los caídos que ocupan nuestras veredas. No producen nada nuevo, se apropian de lo que la misma sociedad genera.
Está la corrupción que es nefasta, pero además de esa enfermedad las grandes empresas ganan más que lo que la sociedad genera. Por eso necesitamos pedir prestado, no porque la gente subsidiada es mucha sino porque la ganancia de los grandes grupos es desmesurada. ¿Cuántos pasaron los mil millones de dólares en los últimos años? Muchos, demasiados, las privatizaciones fueron saqueos al Estado, desde el juego a los aeropuertos, desde los peajes a la luz, el gas, el teléfono, el cable, la energía, los laboratorios, las obras sociales, todo con ganancias sin límites. Y pobreza que crece todos los días, la corrupción es una parte, la desmesura de las ganancias sin control ni competencia son la otra gran razón. Y decirlo implica ser marginado de los mismos medios, los avisadores no gustan de aquellos que cuestionan la raíz de su riqueza.
Vaca Muerta es un sueño que nos instalan como si en el próximo negocio entramos todos. O la minería, o cualquier otra ficción, como si todo lo anterior ya se lo llevaron y en lo que viene nos toca al resto. Es tan falso como perverso. Una sociedad con esta concentración de la riqueza no puede vivir en democracia. Vamos a llegar al cincuenta por ciento de pobres, tanto con Cristina como con Macri, se diferencian en los ricos a los que benefician, pero ambos priorizan los ricos propios frente a los necesitados de la democracia. Las farmacias y Quintana son un ejemplo atroz de cómo se quieren quedar con todo desde el mismo gobierno. El Estado no impide la concentración, el Estado se pone a su servicio, e instala una ideología que la sostiene, como cuando Menen, Dromi y Cavallo se lanzaron al desguace del estado.
Vamos a otra crisis, ahí la unidad nacional va a ser imprescindible, solo entre todos gestaremos un estado que se imponga sobre la desmesura de los privados. El liberalismo y la competencia sirven siempre y cuando el Estado defienda al ciudadano. Si eso no pasa la miseria se instala como contracara de la desmesura de la riqueza acumulada. El gobierno ya fracasó, el futuro es entre todos. Hay futuro, solo que está más allá de Cristina y de Macri. Un modelo gestado entre todos, y un gobierno que no tenga otra salida. Esa necesitad es la esperanza que nos queda.
Por Julio Bárbaro, Dirigente PJ. Escritor y analista político.
Fuente: www.NetNews.com.ar
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