“Terminamos con la Adolescencia Política. Empieza la Hora de la Realidad”
Si los “gatitos” siguen comiéndose a las “ratas de albañal”, es probable que volvamos a ser lo que fuimos: un país pujante, pacífico; un crisol de razas con un enorme potencial.
Cambiemos logró lo imposible, un trueque de paradigmas, la salida al drama que se instaló en Argentina casi a principios de su nacimiento, aquel que nos obligó a sobrevivir agitando grietas entre lo público y lo privado; eso que formó parte de nuestro acervo: el guacho o las ideas sarmientistas, la libertad o la opresión de la dictadura, o de los “demócratas” populistas. En ese estado de cosas, lo que abundaban eran las grietas y, en cada grieta, una tensión con consecuencias: la violencia expresada en los ´70, un recuerdo nefasto para la gran mayoría del pueblo argentino.
Y terminamos con la forma de fe ciega con la que se explicaba la realidad, con la magia y los “padres” salvadores de la patria; terminamos la adolescencia política que nos hizo girar en círculos porque dijimos: cambiemos.
Sin embargo, ese cambiemos pide algo más. La sociedad ha comprendido que “sin justicia no hay Estado”, y que es imperioso ir hasta el hueso. La gente, en su razonamiento madurativo, ahora sabe que no sirve remozar fachada para seguir haciendo la misma mueca.
Cristina Kirchner, la hacedora de la vuelta al pasado, fue vencida en el único rincón de su esperanza, en la provincia de Buenos Aires y esta vez, como siempre, no reconoció su derrota. Como contracara, Florencio Randazzo mostró una diferencia cualitativa. No sólo reconoció la voluntad popular, sino que felicitó a los contrincantes y aceptó revisar su accionar en una suerte de “mea culpa”. Un gran paso a la civilidad y a los procedimientos democráticos.
La inteligencia de la gente descubrió la trampa preparada por los miserables e indolentes que agitaron la bandera de los derechos humanos en medio de un apetitoso festín dado en ocasión de una tragedia, la de Santiago Maldonado, en el que ellos utilizaron su nombre con razones inconfesables.
Esa clase política delictiva, hoy se encuentra en franca retirada. Al peronismo le toca ahora jugar su última carta si es queda permanecer en la vida política nacional. Derrotados Urtubey en Salta y Sergio Massa, su reestructuración parece ímproba, en el senado nacional con 24 bancas para Cambiemos, el pejotismo perdió el quórum propio y Pichetto liderará una oposición que dejará aislada a la ex mandataria, eso si no avanzan las sendas demandas en su contra, especialmente aquella que la investiga en torno a la Traición a la Patria.
En esta nueva validación del rumbo, seguramente encontraremos fallas y atascos. Lo que resulta imposible es volver al punto de inicio, solo por eso no vuelven más.
Alguna vez Cristina Fernández de Kirchner construyó un relato irguiendo la bandera mítica de los derechos humanos, y lo permitimos. Utilizó falacias y mentiras para asegurar que su modelo era “nacional y popular”, y lo creímos. Incluso, en su desfachatez, le mintió al mundo diciendo que en Alemania había más pobres que en Argentina, mientras cometía el genocidio sutil de sumar pobres e indigentes encubriendo el único y verdadero fin de su populismo: el saqueo.
En todos estos años el arco político argentino, cuyas conductas delictivas eran flagrantes, se atrincheró en el poder como en la Edad Media, como en los señoríos; pero la mugre que deja el poder se barre de tanto en tanto.
Con todo, al 22 de octubre la sociedad argentina lo convirtió en un hito. Parece que le hemos puesto fin a la relación tóxica que mantuvimos con el peronismo, “la expresión política más perfecta del populismo vernáculo, principal responsable de la decadencia argentina”, como dice el historiador y economista Emilio Ocampo.
Ahora queda un remanente de juveniles almas que Cristina Kirchner dejó como semillero. Será de vital importancia para nuestro futuro que el arco político se sume a la tarea de quitarles la venda de los ojos.
Por Lic. Marcela Jaimes
@MarcelaDesafio
Fuente: www.NetNews.com.ar
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